Lo que se ha dicho de Violeta Parra no es del todo mentira pero tampoco es verdad. La mayoría de los archivos referidos a su historia cuentan un poco lo mismo: que fue una campesina pobre proveniente del sur de Chile y que debió luchar para subsistir.
También algún que otro mito la sitúa en el orden de lo romántico, la dulzura y la fragilidad, características dignas de una mujer de la época. Sin embargo, a lo largo de una investigación minuciosa, el periodista Víctor Herrero pudo reconstruir la historia de Parra y desempolvar el costado bravo de la cantora que, por cuestiones morales, más de une quiso evitar.
En ese marco, el libro de Victor Herrero “Después de vivir un siglo. Una biografía de Violeta Parra”, publicado en 2017, se constituye como la primera biografía completa de la “madre” de la Nueva Canción Chilena.
En diálogo con Nota al Pie, el autor contó que en primera instancia la idea de dicho libro no fue suya, sino que se trató de una oferta de la editorial Penguin Random House. De hecho, dicha propuesta le generó una inquietud: ¿cómo podría escribir sobre una artista si él se dedicaba exclusivamente al mundo de la política?
“Lo pensé mucho porque meterse con Violeta Parra es como meterse con la Pachamama en Chile”, aseguró Herrero. No obstante, la oportunidad de conocer y entrevistar personas cercanas a la compositora le entusiasmó porque era parte de “una historia viva”.
Tras años de investigación en los que recurrió a testimonios claves, archivos legales y prensa de la época, el periodista descubrió que su “rubro” no era ajeno al tema, como había creído al principio. Más bien, dicho trabajo le sirvió para confirmar que el compromiso artístico de Violeta Parra era profundamente político.
La construcción de Violeta Parra
El nombre completo de la artista era Violeta del Carmen Parra Sandoval. Nació el 14 de octubre de 1917 en la ciudad chilena de San Carlos como fruto del matrimonio entre el profesor Nicanor Parra y la costurera Clarisa Sandoval.
A diferencia de lo que se cree, la mujer no era ni campesina ni provenía de una familia completamente pobre. En la biografía, Víctor Herrero constató que, si bien les Parra tampoco eran una familia adinerada, el abuelo y el padre de Violeta tenían tierras en Chillán.
Este descubrimiento -que no había sido mencionado en trabajos previos al suyo- lo alarmó porque “funcionaba como un atentado a la imagen que cada uno tenía de Violeta”. Y es que a lo largo de la historia, la artista había sido presentada como la “cantora campesina” que recuperaba las vivencias de los sectores populares oriundos del Valle Central de Chile.
Asimismo, Herrero explicó que la idea de la pobreza en realidad tuvo que ver con una construcción de los personajes de la época. “Eso encajaba muy bien con la figura idílica de la década de los ‘50 y ‘60”, expresó. En tal sentido, reconoció que “esto no le quita ni le pone a la genialidad de Violeta pero formaron ideas en el relato social que hemos construido en torno a ella”.
Una cantora “profundamente feminista”
Junto con la imagen de una Violeta Parra “pobre y campesina” también venía otra errada pero políticamente intencional. Según comentó el autor del libro, esta última construcción fue impulsada mientras Chile se encontraba bajo la dictadura de Augusto Pinochet.
“Después del golpe del ‘73, Violeta era una figura que no podían borrar de la gente”, dijo Herrero. En ese sentido, mencionó que al cumplirse 10 años del suicidio de la cantautora “ocurrió un fenómeno curioso que tuvo un impacto hasta el día de hoy”.
A pesar del contexto y la controversia que generaba, la noticia del aniversario de su muerte no podía ser ignorada por quienes estaban a cargo del poder. Sin embargo, los medios de comunicación -en su mayoría de derecha- encontraron la manera de minimizar el legado de Violeta Parra y solo la recordaban como “la mujer genial que murió por amor”.
“Era una imagen romántica en torno a ella, completamente despolitizada y completamente errónea”, analizó Herrero. Y, a su vez, aclaró que, por el contrario, Parra había sido “profundamente feminista”. “Era feminista en el sentido de vivir su vida como mujer y artista, y no dejarse frenar por hombre alguno”, añadió.
En esa línea, el autor de Después de vivir un siglo sostuvo que cuando se habla de Violeta Parra también se suele ignorar el hecho de que “no era una campesina sometida”, sino que era “una mujer con muchísima fuerza”. Incluso Herrero contó que con la biografía pudo descubrir que la artista era además “sexualmente libre”. “Gitano, tú sabes que si yo quisiera, hoy a la noche te llevo a la cama”, le había advertido ella al cantante Osvaldo Rodríguez Musso.
“Si falta un elemento, ay ay ay… negra es la herida”
A pesar de que la industria musical de aquellos años no contaba con un buen presupuesto, Violeta Parra pudo cosechar un éxito tal que la posicionó como referenta de la música popular chilena.
“Yo creo que este pobre país le dio todo lo que este pobre país le pudo dar”, opinó Víctor Herrero al respecto. De hecho, el legado de la folclorista es tan importante que, en su honor, el 4 de octubre se conmemora el “Día de la música y de los músicos chilenos”.
Acerca del impacto que la obra de Parra tuvo en gran parte de Latinoamérica, el autor del libro destacó que “con su música y su poesía, ella supo captar de lo chico algo universal”. “Puedes vivir en Argentina, Perú o Bolivia y llorar con ‘Gracias a la vida’ y eso solo lo logra alguien como Violeta Parra”, aseguró.
Sin embargo, el final de la cantora se corrió de toda emotividad y fue tan trágico como su último año de vida. Los problemas vinculares, económicos y el poco alcance de su último lanzamiento fueron parte de un cóctel que terminó por afectar a su salud mental. Como si ya lo hubiera sabido, a fines del ‘66 lanzó Últimas Composiciones, el disco que contiene algunas de sus canciones más reconocidas, como Gracias a la vida y Volver a los 17.
Finalmente, el 5 de febrero de 1967, a los 49 años, Violeta Parra fue hallada muerta en su famosa carpa de La Reina. Con un disparo en la cabeza, ella misma pondría fin a esa vida a la que le había agradecido pero que evidentemente ya no la motivaba.