Para Ángel Pascalis y Arturo Amado el éxito no era ser multimillonarios y que su producto llegará a todo el mundo, o quizás sí. Lo que sí se sabe es que estos dos amigos decidieron hacer de una fábrica de alfajores a punto de quebrar, el lugar de origen de un alfajor casi exclusivo. De esta manera, compraron en 1962 la fábrica ubicada en Ezpeleta, localidad de Quilmes, provincia de Buenos Aires.
De ahí salió la receta que hace a este alfajor, el verdadero. El Capitán del Espacio tiene un sabor único, y solo se encuentra en zona sur. La pyme familiar comenzó a abastecer a locales vecinos hace 61 años. Luego, llegaron pedidos de las provincias, pero no se llevaron a cabo.
Su paquete brillante y su logo se convirtió en un ícono que hasta se puede encontrar en las remeras de algune que otre quilmeñe. Luego de producir un año en Ezpeleta, la fábrica se mudó a Bernal Oeste, donde se ubica hasta hoy en la calle Gran Canaria, del lado oeste de Quilmes.
Durante los años en su primera fábrica su producción era artesanal, con pocos empleados para garantizar la calidad. Una vez que se mudaron aumentó la producción, pero ese sabor envuelto en misterio nunca cambió.
El secreto de un buen alfajor
El Capitan del Espacio es todo un misterio como la Coca Cola (pero de Quilmes). Alfajores hay muchos, pero ninguno se le parece. En 2006, la receta secreta de esta golosina la llevó a consagrarse como el campeón Mundial de Alfajores. Compitió con Jorgito y Terrabusi en la final.
Lo cierto es que no se sabe bien qué es, pero esa masa artesanal sumado a un dulce de leche de calidad lo destacan en el mercado. Además, el chocolate también fue cuidadosamente seleccionado.
Ahora bien, ¿por qué ese nombre? Lo que se dice por esos pagos es que es un homenaje a la canción “El anillo el Capitán Beto” o por el astronauta Neil Armstrong. Sin embargo, ambos son posteriores al alfajor. En una de las pocas entrevistas que dio Pascalis, comentó a Clarín, en el año 2008, que lo eligieron porque en esos años se hablaba de la llegada del hombre a la luna. Por ello también su eslogan es “Los primeros en la conquista del buen gusto”.
No producir más de lo que se podía
La visión de negocios para Pascalis no estaba escrita en ningún libro de marketing. El empleado de un frigorífico que arriesgó todos sus ahorros comprando una fábrica en quiebra hizo todo lo contrario. Y funcionó.
Pascalis tenía claro que no iba a producir más de lo que se podía. Su demanda solo creció y creció, gracias a que siempre eligió hacer un buen producto. Aunque no hubo gran inversión en publicidad, entrevistas ni corrieron detrás del sueño empresarial, lograron alcanzar el éxito.
Cuando Ángel falleció en 2012, heredaron la fábrica Nelly de Pascalis, Rubén Aranda y Liliana Elena. Continuó en la presidencia de la empresa, Mario Diaz, el esposo de Elena.
A más de 60 años, sigue en todos los kioscos de zona sur de la provincia de Buenos Aires. Su logo pasea por las redes sociales, por las calles en remeras y hasta en tatuajes. Es que “el Capitán” es sentido de pertenencia, es de zona sur y nada más.