Días atrás un operario de la empresa Tenaris denunció que sus compañeros de trabajo abusaron de él en un “rito de iniciación”. El caso, ocurrido en Neuquén, tiene similitudes con los rituales violentos que distintos deportistas denunciaron en ciertos equipos de rugby. Esto deja en evidencia que no se trata de hechos aislados sino de modos de habitar la masculinidad.
Al respecto, Nota al Pie dialogó con Ana Laura Balleto, licenciada en psicología e integrante de la Dirección de Promoción de Masculinidades para la Igualdad de género, quien aseguró que otras masculinidades son posibles.
Además, la trabajadora del Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género, y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires manifestó que ciertos modelos de cómo debe ser un varón contribuyen a la naturalización de estas prácticas.
Una única manera de ser hombre
En un artículo, Joan Sanfélix Albelda aseguró: “El abordaje de la identidad masculina desde una perspectiva de género, ha puesto de manifiesto que la masculinidad no solo se trata de una construcción social”. En relación a ello agregó que “además es una identidad que demanda ser demostradue reclama de cierta performance en su despliegue”.
En la misma línea, la antropóloga Rita Segato habló del mandato de masculinidad y afirmó que “está tan comprometida la humanidad del sujeto masculino por su virilidad, que no se ve pudiendo ser persona digna de respeto si no tiene el atributo de algún tipo de potencia”. Es decir que para ser hombre hay que ser rudo o, por oposición, no ser mujer y todo lo asociado a ello.
Balleto propone como una posible salida trabajar con las víctimas y con quienes ejercen esas violencias. En este sentido, aseguró que “pensar en el trabajo con ellos no solo es pensar en los abordajes integrales, sino también en cuáles son las estrategias no punitivas que se pueden dar para que haya prácticas reparatorias”.
Sobre este punto destacó que pensar esas estrategias no implica que el varón no tenga responsabilidad penal, sino que considera que sin ese trabajo “siempre se va a quedar incompleto”. Para ella “hacer justicia también es hacer prácticas reparatorias”.
La masculinidad que “espera a la salida”
Los varones crecen rodeados de frases como “no seas maricón”, “los nenes no lloran”, o “tenés que aprender a defenderte”. Estos mensajes construyen una masculinidad basada en la fortaleza física y la apatía, con una necesidad de demostración constante ante los pares.
Un ejemplo de ello puede verse en el caso de Fernando Báez Sosa, donde el asesinato no es un hecho aislado sino parte de la lógica del comportamiento masculino: la violencia. Desde que son pequeños se ven estas prácticas y estereotipos promovidos en niños varones, para diferenciarlos de los comportamientos asociados a lo femenino.
La escandalización surge cuando se llega al extremo de la muerte, pero este tipo de violencia tiene parte de su entramado social naturalizado. “Nos parece importante que esta desnaturalización está dada no solo por nuevos consensos sino que permitan también que se generen nuevos pactos de habitar la masculinidad que no tengan que ver con la violencia”, sostuvo Ana Laura.
Parte de ese entramado inicia desde la infancia y muchas veces puede aparecer en los deportes más masculinizados. Al respecto, Juan Branz, investigador del CONICET/IDAES, aseguró que “el deporte es estrictamente masculino y masculinizante y se expresa con cierta idea de cofradía, de club de amigos. En ese club tenemos que conformar y certificar que somos machos pero de verdad”.
Branz, autor del libro Machos de verdad: Masculinidades, Deporte y Clase en Argentina, afirmó que la certificación de macho es una prueba: “Se rinde, te aprueban, aprobás, nos aprobamos”. Para él, el mandato de masculinidad “obliga a los varones a aprender y exhibir lenguajes y prácticas masculinas para garantizar vínculos o lugares”.
La deconstrucción y el rol del Estado
Por otro lado, es importante mencionar que no todos los varones tienen herramientas para poder sortear estos escenarios. Al respecto, Ana Laura Balleto explicó: “Creemos que es importante no solo visibilizar sino provocar estas transformaciones que se dan”.
La prevención, junto con la justicia efectiva, son el accionar urgente para este tipo de delitos. Leyes como la de educación sexual y la Ley Micaela proponen trabajar las relaciones vinculares, reflexionar sobre los estereotipos de género y repensar otros modelos de masculinidad basados en el respeto y el diálogo.
En relación a ello, la entrevistada detalló el trabajo que realizan desde la Dirección de Promoción de Masculinidades para la Igualdad de Género. Por un lado, mencionó el área de fortalecimiento, pensado con los varones que han ejercido violencia por razones de género.
“La misión que tenemos es desarrollar estrategias para que los varones puedan acceder a espacios que puedan posibilitar cambios y responsabilización de los hechos”, explicó. Otra área intenta dar un marco de abordaje de promoción y prevención de modelos alternativos de masculinidades.
Por último, la dirección cuenta con la Línea hablemos. Esta consta de una primera escucha, un seguimiento, articulación y derivación de quienes acceden a ella. “El objetivo es fortalecer la accesibilidad de estos varones para que puedan encontrar espacios de atención territoriales”, concluyó Ana Laura.