Luis Wall es director del Laboratorio de Bioquímica, Microbiología e Interacciones Biológicas en el suelo de la Universidad Nacional de Quilmes, y junto a su equipo de investigación trabaja hace 15 años en conjunto con productores agrícolas, estudiando los indicadores biológicos de salud del suelo, que son los que permiten diagnosticar los niveles de biofertilidad del suelo.
Ahora, luego de una reunión con la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), el trabajo desarrollado en la UNQ será aplicado mundialmente para el análisis de la salud de los suelos en todo el mundo.
La importancia de los suelos
Los suelos son quienes aportan nutrientes inorgánicos, como el nitrógeno y el fósforo, por ejemplo, útiles para el desarrollo de las plantas.
Esos nutrientes son extraídos de los suelos mediante distintos procesos, como los fertilizantes químicos que sirven para reponerlos, pero que significan también motivos de contaminación porque el producto que las plantas no utilizan termina en el agua.
Según explica el científico, el calentamiento global tiene que ver con la acumulación de gases de efecto invernadero como dióxido de carbono, metano y óxido nitroso.
“En los últimos años aparecieron datos que indican que la parte orgánica más importante del suelo es biomasa bacteriana necrótica, es decir, bacterias muertas. Eso plantea una parte del suelo que tiene su bioquímica particular, una parte que hasta ahora nadie la miró. Esa es la información que brindaría el índice que desarrollamos”, destaca el científico en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ.
La huella del suelo
El resultado del estudio es un patrón de rastros al que Wall y su equipo dieron en llamar “huella del suelo”, y es la que separa a los suelos por el uso que tienen, puesto que la tierra utilizada de diferentes maneras presenta distintos perfiles lipídicos.
El conjunto de lípidos analizados en los suelos tendrán un puntaje asignado en base a su utilidad, pues el equipo de trabajo estudia el terreno desde distintos enfoques.
Una gran parte de la producción agrícola se da por arrendamiento de tierras. “Cuando la tierra se alquila, los suelos se degradan y nadie cobra por esa degradación. Con este índice quizá se podría premiar al que hace las cosas bien y que paguen el costo ambiental quienes no lo hagan”, sugirió, puesto que mejorar la salud de los suelos tiene como beneficio la mitigación del cambio climático.
Hace diez años la FAO creó la Global Soil Partnership, una división encargada del estudio de los suelos, y que le da un lugar de privilegio a la tierra donde se siembra y se produce, para ello se desarrollan programas de cuidado de la biodiversidad y prestan especial atención a los estudios biológicos de los suelos del planeta.
Gracias a gestiones de la secretaría de transferencia de la Universidad Nacional de Quilmes, Luis Wall tuvo una entrevista con miembros de la FAO para transmitirles los novedosos resultados.
Ante esto, Wall sostuvo “el análisis no es complejo y estoy dispuesto a abrir ese secreto y negociar con las FAO para que quede asociado a la Universidad”.