En complicidad con el Reino Unido de Gran Bretaña, Kosovo envió tropas militares a las Islas Malvinas para realizar entrenamientos conjuntos. En paralelo, Alberto Fernández plantea que la compra de equipamiento militar no es una prioridad. Las disputas por el Atlántico Sur ponen en evidencia los debates acerca del rol de las Fuerzas Armadas (FFAA) argentinas.
Kosovo desembarca en Malvinas de la mano del Reino Unido
Para sorpresa del Estado nacional, el parlamento de Kosovo aprobó el envío de un grupo de soldados a Malvinas. El desembarco se encuadra en un pacto de cooperación militar que la autoproclamada república tiene con el Reino Unido desde septiembre de 2022. Luego de una serie de contactos informales, el gobierno nacional le entregó una nota de protesta a la embajadora británica en el país, Kirsty Hayes. A su vez, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que preside de forma temporaria Argentina, también la rechazó. Lo hizo argumentando que se trata de una “injustificada provocación”.
La Cancillería planteó que la iniciativa militar “constituye una injustificada demostración de fuerza y un deliberado apartamiento de los llamamientos de numerosas resoluciones de la ONU (Organización de las Naciones Unidas)”. Concretamente, según The Foreign Office, se trata de “un pequeño número de oficiales de enlace de la Kosovan Security Force” con el objetivo de participar de un entrenamiento de campo de rutina. A propósito, el Reino Unido continuará con el plan de trabajo coordinado, ignorando las demandas argentinas.
La negativa británica a contemplar los reclamos diplomáticos tiene una larga tradición. Desde ya, estos nuevos ejercicios militares violan de por sí la Resolución 31/49 de las Asamblea General de la ONU. Esta insta a cualquiera de las partes a abstenerse de adoptar decisiones unilaterales que modifiquen la situación de las Islas mientras se atraviesa un momento de negociación, como es el actual. Hace pocos meses, también lanzaron un concurso universitario para viajar a Malvinas, rompiendo los principios soberanos argentinos.
La soberanía en el Atlántico Sur
La adversa situación en relación al acuerdo entre Kosovo y el Reino Unido sintetiza la disputa geopolítica por el Atlántico Sur. En las Islas Malvinas, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tiene la base militar más poderosa del hemisferio sur. El fortalecimiento de sus posiciones allí, se orienta, principalmente, a tener libre acceso a las riquezas naturales del Atlántico Sur y sus mares circundantes. Además, busca la proyección a la Antártida, el “continente blanco”.
En ese sentido, Gran Bretaña viene avanzando en grados de acuerdo con aliados de la Commonwealth para debilitar la situación nacional, por ejemplo Chile, España e incluso Kosovo. Mientras tanto, el Estado nacional parece no estar decidido a defender su soberanía. Consultado por The Global Boardroom acerca de la incorporación de un caza supersónico y otras aeronaves, el mandatario nacional declaró: “Argentina tiene que destinar sus recursos a cosas más importantes que a la compra de aviones militares”. En efecto, definió que “estamos en un continente muy desigual, pero no hay problemas de guerra y se busca la unidad entre los países”.
Desde el sector militar critican la definición presidencial. Plantean que sus ideas ponen en evidencia la falta de voluntad de la dirigencia política en comprender la situación de la Defensa Nacional y sus alcances. De hecho, en la coyuntura actual de profundización de la disputa por los recursos naturales sudamericanos, el presupuesto de los diferentes países no ha ido más que engrosándose. El argumento de Fernández viene alineado al discurso desmalvinizador que pretende quitar la agenda de la Cuestión Malvinas del debate político argentino. Esta postura buscaría impedir que las Fuerzas Armadas recuperen centralidad política e histórica.
¿Guardia Nacional? ¿Defensa Civil?
Una vez más, la mirada del Estado nacional sobre las FFAA tensa los diversos puntos de vista acerca de su rol en la actualidad. Por un lado, está la perspectiva de los sectores más reaccionarios y alineados a los intereses del Pentágono, como Patricia Bullrich, Mauricio Macri y Elisa Carrió. El “ala dura” de Juntos por el Cambio quiere direccionar a las FFAA a ser una Guardia Nacional al estilo “carabineros”, que aporte en tareas de Seguridad Interior. Una reedición de la Doctrina de Seguridad Nacional de las décadas del sesenta y setenta que orientó sus fuerzas a combatir “la guerrilla interior”. Con esa mirada Gendarmería ha participado de acciones de represión como fueron el asesinato de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel en la Patagonia.
Por otro lado, está la política de “desarme” promovida por sectores más progresistas, que operan al interior de la oposición pero también del propio Frente de Todos. Según su mirada, hay que profundizar la desinversión en Defensa porque como “Argentina y América Latina no tienen hipótesis de conflicto”, el gasto es innecesario.
Bajo este punto de vista se ha desfinanciado a las Fuerzas Armadas desde la Guerra de Malvinas hasta la actualidad. Así, se las ha convertido en una especie de Defensa Civil con funciones subsidiarias de asistencia social, como lo fueron durante la pandemia.
En cualquiera de sus versiones, las Fuerzas Armadas argentinas pierden su misión inicial: defender la soberanía nacional sobre los territorios propios, muchos de ellos hoy ocupados por fuerzas extranjeras. A diferencia del interés del Pentágono, el rol sanmartiniano de las FFAA se orienta a tener capacidad de disuasión para defender los intereses nacionales. Y, a diferencia del interés británico, una auténtica Defensa Nacional sí considera las hipótesis de conflicto porque reconoce la relación colonial aún existente con potencias extranjeras.
En esa línea, maximizar la actividad logística en la Antártida Argentina y las islas del Atlántico Sur es una necesidad para la Argentina bicontinental en tiempos en los que la disputa por el continente blanco se agudiza.