El día 3 de diciembre se celebra el Día del Médico en honor al doctor Carlos J. Finlay. La fecha fue elegida en conmemoración al profesional, quien descubrió el agente transmisor de la fiebre amarilla, así como también a los médicos que murieron luchando contra la enfermedad.
Finlay nació en Cuba en 1833 y durante años se dedicó a buscar la causa de la fiebre amarilla, hasta que en 1881 afirmó que la enfermedad era ocasionada por un vector intermediario, el mosquito aedes aegypti. Su teoría, que fue ridiculizada en su momento, sería confirmada y reivindicada 20 años más tarde.
En 1956 Argentina se adhirió oficialmente, a través de un decreto del Gobierno nacional, a la lista de países que reconocían el Día del Médico. Esto fue, en parte, gracias a la iniciativa del Colegio Médico de Córdoba, la cual estuvo avalada por la Confederación Médica Argentina.
Nota al Pie dialogó con el Dr. Omar Lopez Mato sobre el significado de la vocación y la actual situación de los profesionales de la salud en el país.
La situación de les profesionales de salud, una deuda pendiente
Recientemente, el contexto de pandemia nos puso de cara la importancia de les profesionales de salud. En una situación tan crucial, el personal médico fue aplaudido y alabado por la sociedad, que observaba de forma incrédula a los héroes de capa blanca. Pero así como llegó la alabanza, muches sufrieron agresiones, insultos y fueron discriminades por su labor y elección profesional.
“Los aplausos no compran nuestro sustento diario ni mantienen clínicas ni quirófanos. A lo largo de este tiempo nuestros ingresos se han deteriorado, como lo viene haciendo desde hace años”, denunció el Dr. Mato, médico oftalmólogo.
Lopez Mato, quien también es historiador y miembro de la Cámara de Medicina Oftalmológica (CAMEOF) invitó a replantearse el sistema de salud argentino con un debate honesto, donde prestadores y gerenciadores puedan mantener un diálogo en igualdad de condiciones.
“La posición dominante de instituciones privadas y organismos estatales (obras sociales provinciales, Pami, etcétera) dificulta dicho diálogo al punto de imposibilitarlo”, manifestó.
En esta misma línea, agregó que “la salud tiene un costo en tiempo, esfuerzo, erogaciones y sacrificios, tanto por parte de los profesionales como de los pacientes.”
Actualmente, Mato afirmó que ninguna de las partes está satisfecha con esta relación costo-beneficio. Sin embargo, aseguró que la falta de salud tiene un costo infinitamente superior.
Cuando los aplausos no alcanzan
La ironía cubre la escena actual de les profesionales de la salud. Si bien fueron calificados durante la pandemia de COVID 19 como “trabajadores esenciales”, en tanto deben salir a las calles y marchar por salarios dignos y una inversión en la infraestructura de los hospitales.
Los hospitales se caen a pedazos, muchas veces no cuentan con luz ni agua. Y es ahí donde les médicos y médicas también se reciben de malabaristas, jugando y haciendo rendir lo poco que les llega.
Basta solo darse una pasada por cualquier hospital público de la ciudad y comprobar la situación crítica en el que se encuentran las guardias, el estado paupérrimo de los pasillos y la falta de insumos básicos como gasas y jeringas.
“Lo que está pasando en Argentina es que mientras medicina era una de las carreras más seguidas, hoy en día por esta falta de reconocimiento se empiezan a ver muchos menos egresados de los que habían hace 10 años atrás” comentó el Dr. Mato.
Parece increíble que después de tantos aplausos, ahora solo haya silencio. Es momento de que la posición dominante entre en escena. Es momento de resignificar la vocación y reivindicar el día del médico con hechos concretos.
Favaloro: puro corazón
“¿Cómo se mide el valor social de nuestra tarea docente?
Es indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen pagar.
(…)La mayoría del tiempo me siento solo. En aquella carta de renuncia a la C. Clinic le decía al Dr. Effen que sabía de antemano que iba a tener que luchar y le recordaba que Don Quijote era español!
(…) Me consuela el haber atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna naturaleza. Mis colaboradores saben de mi inclinación por los pobres, que viene de mis lejanos años en Jacinto Arauz. Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata (…)
(…) Estoy tranquilo. Alguna vez en un acto académico en USA se me presentó como a un hombre bueno que sigue siendo un médico rural. Perdónenme, pero creo, es cierto. Espero que me recuerden así. (…)”
Dr. René Favaloro. Julio 29, año 2000
Fragmentos de su última carta