Este mes el director y autor Ezequiel Sagasti, llegó con parte de su escuela de Teatro Consciente a la mágica sala de Villa Crespo. En esta ocasión, Sagasti sube al escenario su última creación, Hijos de la Muerte, un texto cargado de poesía y drama.
Con una puesta en escena de enorme complejidad y un tanto ambiciosa, el escenario debe estar a la altura de la superposición de acciones y los diferentes cambios de lugares que acompañan la trama; resultando así, por pequeños momentos, desconcertante.
El libreto cuenta con pasajes reflexivos, apoyados en la buena música de Matias Gessaga, la cual se ajusta como un guante a la cruda historia. Las funciones son los sábados a las 22hs en el Teatro NÜN, Juan Ramírez de Velasco 419, CABA.
La trama, que coquetea con la filosofía, traslada a la platea a las entrañas de un pequeño pueblo rural en plena guerra. En ese contexto, la multiplicidad de historias expone sin tapujos variadas emociones y situaciones extremas que viven sus habitantes.
Sin embargo, no se trata de una obra histórica. Hijos de la muerte resulta atemporal y rescata muy bien lo peor de esas situaciones cargadas de miseria, corrupción y trauma. La atmósfera hace varias reminiscencias a la época franquista. De principio a fin y, a lo largo de la hora y media que dura la función, Sagasti retoma a filósofos como Nietzsche o Hegel, exponentes de la filosofía existencialista; y a través de trece heterogéneos personajes intenta representar las variadas miserias que subyacen en las personas.
La formulación de la obra
Nota al Pie dialogó con su director Ezequiel Sagasti, para conocer qué representa la pieza en los ojos de su creador y cómo fue el proceso de creación.
“Hijos de la muerte presenta una perspectiva sociológica de la guerra. El eje no está puesto en el campo de batalla, sino en cómo la vida cotidiana incorpora la misma violencia estructural y se vuelve el reflejo de ese campo de batalla”, comentó Sagasti. Luego, agregó que “la búsqueda está en acercar el espíritu de la guerra, su entidad, su sensación, su color, su olor y llevarla a los pensamientos de los personajes, a los vínculos, a las miradas”.
Con respecto a la capacidad de la audiencia para empatizar con los personajes, el director señaló: “Hay algo que se hace visible en esta historia y tiene que ver con la cercanía de lo ajeno. Lo que uno consideraba que jamás haría, de pronto, lo encuentra posible. La obra se escurre por debajo de la moral de uno, es como si la burlara y pese al horror lograse conmover. Estoy convencido que hay algo con lo que nos identificamos que nos toca, y es la sensación de estar luchando por hacer lo mejor que podemos, incluso en las condiciones más penosas”.
La obra se gestó en un laboratorio donde Sagasti unió fuerzas con estudiantes de su Escuela Consciente de Teatro. “Los trece actores fueron estudiantes. Armamos un proyecto de laboratorio juntos, con la finalidad de sumarlos al circuito profesional. Fuimos explorando temáticas, yo me senté y escribí la obra”, expresó. Al ser indagado por el aspecto existencialista de los libretos, Sagasti expresó que Hijos de la muerte es “una obra con una cuota filosófica porque hace cuatro años que estudio esa disciplina”.
Una troupe al servicio del drama
Uno de los grandes aciertos de la puesta es la dirección de actores y actrices, quienes se lucen en interpretaciones que les calzan perfecto. Sagasti apostó y apuesta a sacar lo mejor de cada une, los personajes están llevados al drama.
Si bien en el texto se prescinde de la cuota de humor, sorprendentemente más se oye más de una risa en escenas que de tensión. Los trece componentes del elenco han interiorizado a la perfección la esencia de la pieza, y bordan sus papeles, entregándose en cuerpo y alma a la propuesta planteada por el director.
Germán Flood está genial en la piel de un padre enfermo que gasta sus últimas fuerzas en conducir a su hija por el camino correcto. Melina Martin y Ludmila Zalazar dan vida de manera fantástica a Ámbar, hija del personaje anterior, y Lorena, una joven con una relación amorosa difícil.
Juan Diego Sagasti y Agustín Ruiz se lucen en papeles de jóvenes aventureros, uno de ellos acaba yendo a la guerra para defender su territorio; mientras el otro, de profesión cartero, termina siendo un reemplazo en el hogar del primero, tras la locura y confusión que la guerra a causado en su esposa. Completan el grupo con sus interpretaciones: Verónica Viana, Diego Rosenthal, Gerardo Leyer, Lihué García, Gonzalo Saludjián, Laura Masilo, Andrés Schweizer y Lucía García.