En la sociedad existen diferentes narrativas que funcionan como herramienta de debate público y construyen los discursos que se replican día a día, entre ellos, los de odio. Pero ¿qué pasa cuando se normalizan estos últimos? ¿Es la vara tan sensible a la manipulación de la derecha?
Valeria Llobet se desempeña como investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Actualmente, trabaja en el laboratorio de ciencias humanas de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín. En una entrevista para el programa “El algoritmo escondido” de Radio con Vos 89.9, la Doctora especializada en Políticas Sociales y Derechos Humanos – Adolescencia y Juventud, se explayó acerca de esta problemática.
En conjunto con colegas del Programa de Investigación de Género, Infancia y Juventud, Valeria ha abordado distintas dinámicas e investigaciones; todas ellas vinculadas con políticas de protección de derechos y sociales para menores de edad de sectores populares.
Las consecuencias de un Estado ausente
La investigación que Llobet lleva a cabo aborda distintas cuestiones. Por ejemplo, y a partir de lo sucedido en la pandemia, ¿de qué manera se cuida y cómo se construye el futuro? o ¿Cómo repercute la ausencia del Estado en determinados sectores?
El Estado cuenta con una multiplicidad de agencias y actores que constituyen una trama muy intrincada. Muchos de estos son poco capaces de estar a la altura de la complejidad de las situaciones que atraviesan las personas que viven en territorios empobrecidos.
Además, el Estado tiene caras que están muy deslegitimadas para las personas que viven en los barrios populares. Allí, la mayor parte de la población sufre carencias relacionadas a las prestaciones de salud, educación, vivienda y seguridad.
Como consecuencia de su presencia casi inexistente para atender las problemáticas, el Estado es percibido como una entidad poco confiable. Son instituciones que tienen poca legitimidad.
Cuando se observa la conflictividad que surge en torno a las escuelas y a la atención en salud hay varias maneras de leerla. La que interesa es la que establece una relación con la construcción de legitimidad y realiza una pericia en la intervención. De esta manera, se plantea la pregunta: ¿cómo se procesan esos problemas?
La criminalización de los planes sociales
Sobre el problema de los planes sociales, la entrevistada se refirió a la épica derechista en torno al mal destinatario de los programas; el beneficiario que no es merecedor y las tensiones que se generan.
“Hay múltiples maneras de mirar eso, pero una de las cosas centrales que tenemos que hacer como investigadores es acercarnos a la vida cotidiana de las personas”, expresó. Al respecto, comentó que es allí “donde se construyen nuestra sensibilidad, nuestro saber práctico, nuestra forma de comprender los problemas”.
¿Por qué él sí y yo no?
Luego, para continuar explayado su punto, agregó: “Si tenés trabajadores que están en condiciones de mucha explotación, con jornadas laborales muy extensas; en una economía informal; con salarios debajo de la línea de pobreza; y a eso le agregas instituciones estatales que no dan respuestas satisfactorias a los problemas cotidianos es obvio que va a emerger la pregunta: ¿Por qué el sí y yo no?”
Para la investigadora, la lectura que hace la derecha plantea una suerte de pelea entre pobres. “Se trata de una pregunta por la justicia. Esta es la lectura que hace eficazmente la derecha como la distinción entre el pobre merecedor y el no merecedor”, detalló.
“Yo creo que una interpretación alternativa se trata de colocar una discusión que interpela al Estado, a la legitimidad del mismo y a la credibilidad de este en su distribución de los recursos. En definitiva, es una disputa por la justa redistribución de los recursos”, concluyó Valeria Llobet.
Las narrativas que nos interpelan
“Hay que colocar estas otras formas de interpretaciones y hay que hacerlas jugar políticamente. La manera en que esos problemas se politizan dependen también de las narrativas públicamente disponibles”, manifestó la investigadora.
Respecto a las narrativas en torno a la educación, se plantea la dificultad para les chiques de construir un sentido de futuro en un contexto vital que se encuentra marcado por la incertidumbre y por la violencia.
Allí se encuentran procesos de distinción que son sumamente necesarios. Estos funcionan como herramientas para construir la idea de futuro. Según Llobet una idea recurrente es la de “yo me esfuerzo y voy a lograr ser mejor persona, conseguir un mejor futuro, salir de la villa”.
La construcción de un culpable
Sobre esta temática de desigualdad hay discursos sencillos a la hora de ofrecer soluciones, pero incapaces de interpretar la complejidad de lo que ocurre. “Lo que ofrecen eficazmente estos discursos es en principio una legitimación del problema. Y después la estructura de un cuento, en la que se construye un culpable: el inmigrante, el planero, el pibe chorro”, señaló Llobet.
“Luego hay un hecho que es la expresión de la desposesión, de hecho, el sistema capitalista es un sistema basado en la desposesión, no en la plusvalía. Estamos en un momento en que los sectores populares de nuestro país están siendo desposeídos; hay un proceso de acumulación de riqueza que es brutal. El problema son los ricos, no los pobres”, aseguró la entrevistada
“Es algo que hasta el día de hoy no pudimos enfrentar, porque deslegitimizamos de plano demandas que se articulan con problemas reales. El Estado no quiere enfrentar que tiene trabajadores pobres y tienen personas que cobran programas sociales y que también son pobres. El Estado tiene que poder enfrentar eso, mirarlo y entender que sí, hay un problema y es un problema real”, finalizó.