¿En un penal se cocinan ostras? ¿Les presos pueden degustar ricos platillos? Estos y otros interrogantes tienen respuestas distintas a lo convencional. Quienes viven en prisión, pueden atreverse a elaborar recetas gourmet y hacerlo con las mismas cualidades de chefs profesionales. De eso trata “Cocina Tumbera”, una obra de Fernanda Mejía publicada por Editorial Sudestada.
Ella es licenciada en Comunicación Social; escritora; tallerista y cuenta con amplia experiencia en el ámbito infantil. Además, es muy reconocida por su proyecto de literatura y música, “Mundo Juanchi”.
La cantautora argentina dio un salto cuántico cuando se interesó en la historia de Pedro Palomar, quien desarrolló su experiencia culinaria mientras estuvo encarcelado por robo en La Unidad 26 del Servicio Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires, la cual forma parte del complejo carcelario Olmos.
Un menú de emociones
La autora, amante de la buena mesa, conoció a Palomar hace diez años. “Es el marido de una de mis mejores amigas y cuando nos juntábamos para cumpleaños o reuniones, hacía platos elaborados. Veía que se esforzaba en hacer nuevas creaciones de salsas e ingredientes raros, pero muy deliciosos”, comentó.
En una ocasión, le preguntó al exconvicto dónde aprendió a cocinar y él le respondió: “lo mío es la cocina tumbera”; refiriéndose a que durante su condena, se dedicó a crear platos. Esa respuesta originó la idea del libro.
La frase quedó en la memoria de Mejía. “Lo que sucedió fue que una noche, durante la pandemia, me desvelé en la madrugada e imaginé que publicaba un libro con Pedro y se llamaba ‘Cocina Tumbera’”, contó.
Más tarde, le comentó la idea a un amigue que salió en libertad en el año 2008.
Palomar, en la actualidad, está insertado en la sociedad y trabaja en el Poder Judicial como Oficial de Justicia desde hace diez años.
“Con Pedro empezaron nuestras reuniones para recaudar el material de anécdotas para escribir. Cada capítulo es un plato acompañado de una anécdota fuerte”, explicó la licenciada.
La obra, que no incluye fotografías, le tomó seis meses de trabajo. Empezó en el 2019; en 2020 lo finalizó; durante 2021 lo pulió y en julio de este año, salió a la venta.
“Cuando estás privado de algo tan precioso como lo es la libertad, tenés que buscar la forma de pasarla lo mejor posible”, le confesó el excarcelario a Mejía.
Palomar estuvo en prisión durante 30 años. Pasó por los penales de Eldorado, Gualeguay, Córdoba, Resistencia, Rawson, Río Gallegos, Corrientes, Sierra Chica, Caseros, Devoto y Olmos.
Siempre por causas de robo, hurto y defraudación. Sin embargo, jamás lastimó a nadie ni se lo procesó por hechos de sangre.
Sobre «Cocina Tumbera»
Fernanda Mejía tiene en su trayectoria seis libros de cuentos infantiles publicados de manera independiente y “Cocina Tumbera” es su primer trabajo destinado a lectores adultes.
“Tiene siete capítulos; cada uno es un platillo particular que Pedro cocinó en algunas de las cárceles donde permaneció. Esto refleja como en diferentes regiones, hay costumbres alimenticias distintas”, detalló.
En el libro se develan los trucos para cocinar tras las rejas. Además, como manifestó su autora, detrás de esa sazón hay sucesos de vida muy fuertes que se acompañan de recetas. “Al ser un libro de cocina, no podían faltar”, explicó.
Uno de los capítulos tiene el nombre de ‘Ostras de Querusa’. Al respecto, Mejía dijo: “es interesante porque uno no se imagina como en un penal se come esto y son cuestiones interesantes que reflejan las desigualdades que hay en el mundo”.
Sobre la experiencia de Pedro Palomar, explicó: “En la cárcel había dos situaciones; una que podía ser que le tocase el rol de cocinero con personas que lo ayudaban o también hacía de cocinero oficial”.
Acotó que en el pabellón se turnaban para usar las ollas que tenían. “Según Pedro, había mucho respeto y se ponían reglas entre ellos mismos para poder convivir. Los problemas eran, más que nada, con los guardias que no estaban de acuerdo y los golpeaban, los tiraban en un buzón que son las celdas de castigo”, expresó Mejía.
Trabajar con los sentidos
Durante su adolescencia, la autora realizó voluntariados en diferentes comedores y hogares de niñes en situación de vulnerabilidad, lo cual la ayudó a tener un alto grado de sensibilidad a la hora de escribir.
“En Cocina Tumbera trabajé mucho la descripción y cuando escuchaba a Pedro le preguntaba: ¿Qué sentías? ¿Qué aroma había? ¿Cómo se veía tal cosa? ¿Qué sonido había?…Entonces redacté las escenas de lo que iba sucediendo, a través de todos los sentidos”, explicó.
Al consultarle sobre cuál fue el aprendizaje que descubrió al transitar la creación de su libro, comentó que aprendió a no juzgar a los demás.
“Es importante poder conocer la vida del otro, antes de atreverse a emitir un criterio. Tener a Pedro como amigo fue una lección gigante de humildad y me enseñó a no juzgar a los demás. Me permitió conectarme con emociones lindas, de amor y calidez”, concluyó.