lunes 23 de diciembre de 2024

No descuidemos nuestra democracia

¿Marcará el intento de magnicidio a Cristina Fernández de Kirchner un antes y después en la sociedad argentina?, ¿o acaso seguiremos construyendo discursos de odio que no nos conducen a ninguna parte?
Collage NAP Milagros Gagliardi
Luego del atentado en contra de Cristina Fernández de Kirchner, se realizan, en diversos puntos del país, movilizaciones en defensa de la democracia. Crédito: Collage, Nota al Pie.

Decía la cultura griega antigua que “no hay política sin ética”. Sin embargo, tras el intento de magnicidio de Fernando Andrés Sabag Montiel a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, me pregunto, si en verdad, como sociedad, nos queda algo de política y ética.

La violencia latente entre diversos sectores políticos oficialistas y no oficialistas y los discursos de odio de los medios de comunicación dan cuenta de la falta de ética latente. Sin embargo, el problema es que la situación de violencia de ayer es sólo es la punta del iceberg de una Argentina que va mutando a una situación cada vez más colérica y mezquina.

En definitiva, a una Argentina en la que la política ha dejado de ser una construcción colectiva y subjetiva para ser una construcción individualista y avara. La ambición de poder de los diferentes arcos políticos y la falta de una perspectiva a futuro comienzan a desgastar a un país cada vez más dividido económica y socialmente.

Por estos días, ya no basta la enemistad en el poder sino también en la sociedad. Por un lado, un sector de la misma que cuestiona la gravedad del intento de magnicidio y, por el otro, aquellos que se regocijan ante la posible fatalidad que implicaría el asesinato de una vicepresidenta.

¿Acaso no es ello la representación de una política sin ética?, de una serie de discursos políticos que no permiten distinguir entre el “bien” y el “mal” y su efecto en la moral del otro. ¿Acaso no es esa inmoralidad la que genera más odio?

Todo es político y cuestionable, todas las voces y visiones valen lo mismo. Cada una de ellas esconde un entramado y una subjetividad pero nada puede justificar el odio y la violencia dentro de la política. Pienso en la misma como una construcción colectiva, una política ética en la que no existe el odio y la rivalidad.

Quizás sea un pensamiento ingenuo. Quizás así no habría tantas guerras y enfrentamientos como ha sucedido a lo largo de la historia de la humanidad, o como aún por estos días se da con el enfrentamiento entre Rusia y Ucrania

Probablemente la política, y con ello el tratamiento de los medios de comunicación, requieran un mayor acto de ética. Porque, a fin de cuentas, es inimaginable pensar en la misma sin ética.  Ahora bien, me pregunto: ¿marcará el intento de magnicidio de Cristina Kirchner un antes y después en la sociedad argentina?.

¿O acaso seguiremos construyendo discursos de odio que no nos conducen a ninguna parte? Pienso en el retorno a la democracia, en los 30.000 desaparecidos y si en verdad aprendimos algo de todo ello. Por otra parte pienso si cuando decimos “Nunca más” lo hacemos en serio. O si en el fondo nos engañamos y nos cegamos ante el eterno fervor de una política que ya no es política sino rivalidad.

Pienso en la necesidad de los más humildes, en que aún en nuestro país más de un millón de niños y niñas omiten una comida diaria y todo sigue igual. Pienso en el salario de los trabajadores, cada vez más por debajo de la inflación.

Además, pienso en cómo aún por estos días debatimos si la salud y la educación es un derecho. Y ahora, como si fuese poco, la democracia. Pienso en ella, en que hoy miles de personas salieron a defenderla en Plaza de Mayo, así como también en distintos puntos del país. Y me pregunto: ¿Cómo es posible que, a casi cuarenta años de su retorno, debamos volver a exigir su legitimidad?

A fin de cuentas, ¿hemos aprendido algo? Sin embargo, en el fondo el clamor es uno solo e inequívoco, no descuidemos nuestra democracia. 

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