Que la peor parte de la pandemia haya pasado, no significa que la enfermedad epidémica ya no exista. Es así que en el laboratorio de Inmunología del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), Juliana Cassataro lideró a su equipo para conseguir una nueva vacuna. De esta manera, se pudo dar vida al proyecto de la ARVAC Cecilia Grierson: la primera vacuna argentina contra el COVID-19.
Dentro de la zona suburbana de San Martín, se halla el moderno edificio de investigaciones científicas con aspecto futurista en el que se llevó a cabo todo. A su vez, pasó de ser un viejo playón ferroviario a un campus universitario. Con sus cuatro pisos de laboratorios bien equipados, permitió que la ciencia avanzara. Ante este gran logro de la nueva vacuna en etapa clínica, también está la aprobación para iniciar la fase I de ensayos en humanos.
Por su parte, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) dio el visto bueno para que el proyecto ponga en marcha sus pruebas en seres humanos. La líder del equipo, junto a investigadores y profesionales, trabajaron en conjunto para dar este gigante paso científico. Además, recibieron el apoyo de la Fundación Pablo Cassará para la creación de la vacuna; la cual en marzo recibió la aprobación antes mencionada.
En palabras de la propia Cassataro, es la segunda generación de la vacuna contra el Coronavirus. Por esta razón, ya no presenta la secuencia del virus de Wuhan. Por lo pronto fue actualizada con una nueva variante y pensada como vacuna de refuerzo para personas ya inmunizadas. Incluso se puede adaptar a las variantes, tanto de circulación local como regional.
Para su desarrollo se utilizó un soporte tecnológico conocido basado en proteínas recombinantes; el mismo que se utiliza para crear vacunas de Hepatitis B o de HPV durante décadas.
Para este proyecto, su equipo lo conforman les siguientes investigadores: Karina Pasquevich; Lorena Coria; Diego Álvarez y Eliana Castro. Además, también están les becaries Lucas Saposnik; Celeste Pueblas; Laura Bruno; Agostina Demaria y Mayra Ríos Medrano. “Somos un grupo y estamos juntos a la par”, confirmó la bióloga.
Protagonista de primera mano
Frente a un hecho histórico de la ciencia argentina, Juliana Cassatoro dio a conocer en profundidad los detalles del proyecto. “Nosotros veníamos trabajando en vacunas y adyuvantes a nivel preclínico, no en humanos, desde hace 20 años, probando diferentes plataformas”, sostuvo sobre la existencia del mismo.
Además, añadió: “Yo hice mi tesis doctoral en vacunas. En marzo de 2020, hubo un llamado de ideas proyecto COVID-19 por seis millones de pesos, y nos presentamos”.
“Con ese monto no se puede hacer una vacuna. Por eso, propusimos buscar prototipos y desarrollar metodologías para estudiar la respuesta inmune”, explicó Cassatoro.
“En octubre de 2020, cuando vimos que teníamos prototipos que daban buena respuesta humana, hablamos con la Agencia Nacional de Promoción Científica”, añadió. Indicó que el objetivo era transferirlo a una empresa para que sí o sí se realice en el país.
Sobre el siguiente paso, aseveró: “Ellos nos contactaron con el Laboratorio Pablo Cassará; que tiene una planta de proteínas recombinantes y buenas prácticas de manufactura”. Y agregó: “Ahí tuvimos que cambiar algunas cosas, ya enfocados en lograr una fórmula con una escala de producción que llevara a un precio accesible”.
Como sigue todo con la vacuna argentina contra el COVID-19
En base al futuro del proyecto, remarcó: “Todo el desarrollo farmacéutico de la vacuna está listo. Y sabemos que la vacuna es estable en heladera al menos seis meses”. También hizo hincapié en que “ahora estamos terminando la fase 1 de ensayos clínicos de seguridad”. Para lo que viene, sostuvo: “En tres meses, o un poquito más, se va a ingresar a la fase 2 y 3”. Allí se evalúa la respuesta inmune en mayor cantidad de población.
Hoy por hoy, se lleva a cabo la prueba del prototipo de vacuna de refuerzo con cambio de variante en 80 individuos vacunados. “Cuando tengamos los resultados de la fase 2/3, se podría pedir el registro a la ANMAT y la vacuna podría estar disponible”, explicó Cassatoro.
En este proyecto trabajaron 30 personas, por lo menos, de la empresa Cassará. Y esperan que la vacuna pueda estar disponible a fin de año o a comienzos del 2023.
La vacuna argentina contra el COVID-19 y la importancia de un producto nacional
Todo producto difiere en algún punto de su esencia entre lo nacional y lo internacional. Y las vacunas no son la excepción. En cuanto a tener una de totalidad argentina, la doctora explicó: “Tener la capacidad de producir nuestras vacunas nos da independencia”.
También enfatizó en que permite sustituir importaciones, generar divisas y poder generar vacunas acordes a las variantes que estén circulando en nuestra región.
Por otro lado, remarcó que, si aparece una variante del coronavirus que escapa a la respuesta inmune, en tres meses podrán desarrollar una inoculación para la nueva variante. Con ello apunta a que no se debería esperar que las vacunas lleguen desde afuera, ya que algunas se pueden importar o hacer en el país.
En la misma línea, Cassataro argumentó: “A nivel tecnológico, nos permite tener esa plataforma disponible para futuras pandemias y virus”.
Una orientación desde la niñez
Hoy por hoy, Juliana Cassataro es bióloga de la Universidad Nacional de Mar del Plata y doctora en Inmunología en la Universidad de Buenos Aires. Además, cumple el rol de investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y especialista en inmunología; enfermedades; infecciones y desarrollo de vacunas. “No sé si hay algo puntual. Desde chica, los cuentos, los juegos y todo lo que era la naturaleza me encantaba”, explicó sobre su pasión.
“La Biología era mi lugar. Después, en la secundaria tuve muy buenos docentes y eso me motivó a estudiar la carrera”, alegó en relación a su vocación. “La cursé en Exactas en Mar del Plata. Ahí está totalmente orientada a la ciencia, te forma como científico/a”, aseguró en base a sus inicios.
Respecto a la predominancia femenina de su grupo, sostuvo: “En Ciencias de la vida es habitual que haya más mujeres. Lo que en realidad llama la atención es que una esté al frente”.
Por último, se expresó acerca de que desarrollar una vacuna es su “gran meta”, pero no siempre soñó en ello. Si bien cuando era chica y eligió la carrera no lo planeaba, eso cambió luego. “Cuando hice el doctorado ya estaba orientada totalmente al desarrollo de vacunas”, afirmó la especialista.