Hace unos días se conmemoró el Día Internacional del Trabajo Doméstico. Una fecha establecida en el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe que busca contribuir al reconocimiento y visibilización de la labor que millones de mujeres realizan en el interior de los hogares.
Trabajo doméstico: una brecha latente
En Argentina, el 76% de los trabajos domésticos no remunerados son realizados por mujeres. Según datos oficiales, las mismas dedican un promedio de 6,4 horas semanales a este tipo de labores. Por su parte, los varones que participan en este tipo de trabajos, dedican un promedio de 3,4 horas semanales.
Pero, ¿por qué son las mujeres quienes, principalmente, se encargan de estas tareas?, ¿qué labores se incluyen dentro del trabajo doméstico?, ¿de qué manera afecta a las mujeres la desigual división de estas tareas? Para responder este tipo de interrogantes Nota al Pie dialogó con la socióloga Agustina Palazzesi.
La primera división social del trabajo se origina en las primeras agrupaciones humanas con la división sexual del trabajo. “En los grupos de cazadores/recolectores, las mujeres principalmente se dedicaron al trabajo doméstico y de crianza”, explicó la socióloga. A su vez, Palazzesi señaló que, si bien desde ese momento hasta hoy ha habido grandes cambios, “sigue estando sobre las mujeres el peso social, simbólico y económico del trabajo doméstico”.
Por ejemplo, suele suceder que un hombre se encargue de las compras en el supermercado pero “su pareja previamente le hizo la lista de las cosas que necesitan”, aclaró Palazzeli. Sucede que “todas las tareas de planeación siguen estando mayoritariamente sobre las mujeres”, apuntó la licenciada.
Mucho más que barrer y cocinar
Barrer, lavar, planchar, sacudir o cocinar son tareas que tradicionalmente asociamos al trabajo doméstico pero estas no son las únicas. Este tipo de trabajo incluye otras actividades que, por ejemplo, garantizan ropa; comida o un alojamiento confortable y que resultan necesarias para “la supervivencia de una familia”, indicó Palazzesi.
De esta manera, tanto la crianza o formación de les niñes como las actividades de cuidado en general, son parte del trabajo doméstico y resultan fundamentales para la reproducción social. “Nadie puede sobrevivir sin ser cuidado, todos, todas y todes necesitamos cuidados de protección y de tareas que nos permitan sobrevivir”, enfatizó la entrevistada.
Tareas domésticas, una actividad invisibilizada y poco reconocida
En nuestra sociedad es muy poco el reconocimiento que se le otorga a este tipo de tareas. “El trabajo doméstico no es reconocido como trabajo”, señaló la socióloga. De esta manera, no se dimensiona el tiempo y la energía que ocupa su realización. Por esta razón, es frecuente escuchar frases como “¿de qué estás cansada si estuviste todo el día en casa?”.
Pese a la invisibilización de estas labores, “sí se cuestiona cuando ese trabajo no está bien cumplido”, aclaró Palazzesi. “Pensemos, por ejemplo, cuando tenemos un niño en la puerta del jardín que está con un pantaloncito un poco roto o con mocos. Enseguida pensamos que hay una mamá que no está haciendo su trabajo, ¿verdad?”, cuestionó la licenciada.
La carga mental y estrés del trabajo doméstico
Por otro lado, además de ser invisibilizado, se subestima el esfuerzo que se necesita para realizar este tipo de actividades y el estrés que significa la planificación y supervisión de las tareas domésticas.
“No es solamente saber que tiene que haber un plato sobre la mesa”, apuntó Palazzesi, sino que también es “tener en cuenta cosas como cuántas personas comen; qué come cada una y después decidir qué se va a comer; pensar en lo que hace falta comprar; quién va a comprarlo: en cuál negocio”.
De esta manera, las mujeres asumen una carga mental que es muy estresante y desgastante. Al realizar tareas de trabajo doméstico están constantemente con un alto nivel de actividad, dado que tienen que estar tomando decisiones y supervisando las tareas cotidianamente.
El tiempo como recurso limitado
La calidad de vida de las mujeres no solo se ve afectada por el esfuerzo invisibilizado o el estrés de la carga mental que implica la planificación y supervisión de estas tareas. La distribución poco equitativa del trabajo doméstico tiene su impacto también en la autonomía económica y en su realización personal.
Para llevar adelante este tipo de labores, que son fundamentales para la vida, aunque no son valoradas ni visibilizadas, se necesita tiempo. De este modo, las mujeres deben hacer grandes sacrificios; como relegar o posponer su carrera profesional o disfrutar de tiempo de ocio, en pos de llevar adelante todas las tareas que implica este trabajo.
Hacia una sociedad más equitativa
Sin lugar a dudas, no puede pensarse una sociedad más igualitaria y justa sin la visibilización, valorización y distribución equitativa del trabajo doméstico. De esta manera, se torna fundamental pensar en el rol del estado en relación a las políticas con perspectiva de género.
En ese sentido, la socióloga reflexiona que, si bien por parte del estado “hubo reconocimiento de que cumplieron con un trabajo con la moratoria conocida como para amas de casas”, se debe seguir avanzando con políticas que reconozcan el trabajo doméstico.
Por último, la socióloga plantea “pensar que, cuando el Estado se achica, se corre y deja de cumplir funciones o de dar servicios somos las mujeres las que asumimos los costos”.