El águila coronada (Buteogallus coronatus) es una de las águilas más grandes e imponentes de la Argentina y también una de las más amenazadas. Quizás por esta amenaza su silbido es agudo y largo, y hay quienes la llaman el águila que llora.
Se estima que quedan menos de 1000 ejemplares. En este marco, les investigadores y naturalistas tienen una carrera contra el tiempo: dedican su vida a conocer más sobre esta especie para evitar que se extinga.
Entre las causas que la amenazan se encuentran la caza furtiva, la pérdida de hábitat y el mascotismo. Este águila, que le debe su nombre a unas plumas en forma de cresta en su cabeza, habita zonas de monte y sabana en el centro y norte de Argentina.
Anida en árboles de gran altura, como el caldén y el algarrobo, especies también muy amenazadas por la tala ilegal e indiscriminada. A pesar de su creencia, no se alimenta de animales domésticos, sino que come armadillos, mulitas y serpientes venenosas.
Nota al Pie conversó con el Dr. José Sarasola, director del Centro para el Estudio y Conservación de las Aves Rapaces de Argentina (CECARA). Es investigador del CONICET y docente de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Pampa.
Cada año, les investigadores del CECARA recorren miles de kilómetros cubriendo una gran área para salvar a esta especie. Monitorean los nidos y les colocan emisores satelitales a los pichones para saber a diario sus movimientos. A través del Proyecto Águila del Chaco, realizan actividades de investigación, conservación y difusión sobre esta emblemática ave.
En la lista de las especies en peligro
El águila coronada se encuentra categorizada como en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) debido a su bajo tamaño poblacional de menos de 1000 individuos adultos. “Esta población se encuentra a su vez dispersa en una gran área que comprenden los ambientes áridos y semiáridos del centro-sur de Brasil, Paraguay, Bolivia y Argentina hasta la porción norte de la Patagonia en la provincia de Río Negro”, explicó el Dr. Sarasola.
Se la conoce también como “águila del Chaco” porque habita en ambientes áridos y semiáridos compartidos por estos cuatro países. La pérdida de estas áreas es una de las principales causas que la afectan. Esto se debe al avance de la frontera agropecuaria y la tala indiscriminada de árboles como el algarrobo y el quebracho.
Los grandes predadores ubicados en lo más alto de las redes tróficas, como es el caso del águila coronada, son muy importantes en los ecosistemas naturales. “Mantienen su balance y equilibrio al actuar como reguladores de las poblaciones de sus presas”, explicó.
La importancia de este águila es mayor ya que se trata de predadores especializados en un tipo particular de presas que otros predadores no consumen con tanta frecuencia, como es el caso de las víboras y serpientes.
Conocer para educar y conservar
El trabajo de les investigadores del CECARA en relación al águila coronada comenzó hace 20 años. En aquel entonces la especie, además de ser rara de ver, era desconocida en cuanto a sus hábitos, comportamiento, ecología y también a las amenazas que enfrentaba.
El proyecto se inició con el registro de algunos ejemplares abatidos por armas de fuego que permitieron constatar que era una especie en conflicto con les pobladores del oeste pampeano. “Allí estaba la arraigada creencia de que era un ave que cazaba y se alimentaba de ganado doméstico (ovejas y cabras)”, comentó el investigador.
Sin embargo, los primeros estudios constataron que se alimentaba de especies silvestres, principalmente víboras y serpientes, pero no de ganado doméstico. Como consecuencia, iniciaron un programa de educación y extensión que continúa actualmente, logrando revertir esa actitud y percepciones negativas hacia el águila.
Más amenazas para el águila coronada
Mientras más conocían al águila, más amenazas descubrían: la electrocución en tendidos eléctricos y el ahogamiento en reservorios de agua conocidos como “tanques australianos”. Comenzaron entonces a promover acciones necesarias para mitigar o evitar estos factores de mortalidad.
En el caso de la electrocución alientan la modificación de pilares peligrosos para las aves, así como la implementación de diseños y materiales que no impliquen riesgo de electrocución para ellas.
Por otra parte, las rampas de rescate son una medida económica y efectiva para reducir la mortalidad por ahogamiento de un gran número de especies silvestres, principalmente aves, algunas también en peligro de extinción como el cardenal amarillo o la loica pampeana.