Como una producción que oscila entre un episodio de Black Mirror y un ejercicio de género similar a Kimi o Unsane (Soderbergh), Spiderhead llegó a Netflix. La película marca el regreso de Joseph Kosinski a la ciencia ficción, después de revolucionar la taquilla cinematográfica con Top Gun: Maverick.
Construida sobre una premisa intrigante y un guion bien estructurado, la película juega con el papel del consentimiento. Cuestiona los defectos humanos sin sacrificar la narrativa que empuja la trama. Con la ayuda de una actuación carismática de Chris Hemsworth y una banda sonora de los años 80, Spiderhead ofrece una reflexión sobre el dolor.
La cinta adapta ‘Escape From Spiderhead’, un cuento corto del escritor George Saunders publicado por The New Yorker en 2010. La historia sigue a un puñado de prisioneros que eligen ser sujetos de pruebas experimentales en lugar de cumplir sus condenas en una prisión normal. Este es un concepto lleno de posibilidades cinematográficas, sin embargo, Kosinski y los guionistas abrazan la rareza del material fuente para crear una película bizarra y entretenida.
Una escena distópica no muy alejada de la realidad
Miles Teller interpreta a Jeff, un convicto que cumple su condena en la cómoda unidad Spiderhead de psicología experimental, dirigida por el Dr. Steve Abnesti (Hemsworth). Tanto Jeff como el resto de los prisioneros, acepta que se le inyecten medicamentos de alta tecnología para regular sus emociones. Algunas drogas pueden volverlos irracionalmente tristes, felices o hacerlos sentir enamorados; mientras Abnesti lo observa. El objetivo del programa es lograr un compuesto que consiga la obediencia social en masa.
El escenario distópico que presenta Spiderhead no es tan irreal. Durante veinte años (1953-1973) la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos llevó a cabo un programa ilegal de experimentación humana conocido como MKUltra. Los experimentos estaban destinados a desarrollar procedimientos que podrían usarse en interrogatorios para quebrar la voluntad de las personas y forzar confesiones.
El MKUltra utilizó numerosos métodos para manipular los estados mentales y las funciones cerebrales de sus sujetos de prueba. Desde la administración de altas dosis de drogas psicoactivas, electroshocks, hipnosis, privación sensorial hasta el aislamiento y el abuso sexual. Los sujetos de prueba fueron prisioneros, pero también se utilizaron ciudadanes estadounidenses y canadienses que no habían dado su consentimiento para ello.
Sentimientos reales vs emociones genuinas
En Spiderhead, mientras el Dr. Abnesti está determinando el efecto de sus controvertidos cócteles, para los detenidos las pruebas hacen que se cuestionen la realidad. ¿Los momentos de mayor exaltación emocional fueron inducidos por las drogas? O quizás ¿son algo que mantuvieron dentro de su inconsciente y los químicos le ayudaron a exteriorizar?
Cerca del final de la prueba de drogas, Jeff comienza a cuestionar la validez y el propósito del trabajo. Esto pasa cuando las pruebas se vuelven mucho más directas y manipuladoras. Aquí es donde la película retoma y sigue su trama. Cada pequeña excentricidad y detalle inofensivo le suma peculiaridad al mismo tiempo que conserva la importancia de su implementación. Pequeños momentos, como la insistencia del Dr. Abnestien en lograr la confianza de Jeff, ilustran a un personaje empeñado en agradar, pero también se entretejen en la narrativa de una manera algo ingeniosa.
La única falla de Spiderhead es que nunca llega más allá de su premisa. Cada vez que se desvía hacia las apuestas emocionales de Jeff, pierde potencia. Las maquinaciones que empujan todo hacia el clímax son muy sencillas. Los intentos de hacer que el personaje de Jeff resuene emocionalmente y amplíe su pasado solo sirven para detener una narración retorcida y convincente. Spiderhead impacta no por sus giros y vueltas, sino porque maneja los cambios tonales sin esfuerzo. Kosinski sabe cuándo tomar algo divertido y hacerlo incómodo, lo que construye una base sólida sobre la cual la película puede jugar con el tono y no sentirse discordante.