Un texto original y provocador de Victoria Sarchi, quien a partir de una cena entre amigos y parejas, adentra al público en los caminos del amor en estos tiempos modernos. Dios me odia es una obra que expone los roces y los puntos de encuentros de esas no tan dulces, media naranjas de hoy.
Con mucha diversión y derroche de conflictividad, se exponen agudos celos, ilimitada competencia, anhelos de ser madre y secretos reproches. Las funciones son los miércoles a las 20hs, en el nuevo Teatro del Pueblo, Lavalle 3636, CABA.
El comienzo es algo prometedor, ya que Marcelo y Florencia preparan una velada entre parejas amigas. Su primer recreo a solas luego de dos años criando su primer hijo. Un poco de libertad en una relación que se vislumbra algo desarmada y con cierto desencuentro. Una cita de sábado por la noche, que además encierra un halo de misterio, ya que sospechan que los invitados ocultan alguna noticia reveladora.
Desde esa premisa la pieza no solo profundiza en los conflictos clásicos de pareja, sino que deja a luz ciertas personalidades representativas de la sociedad de hoy. Además de traer sobre la mesa temas como la donación de óvulos y el armado de una familia sin convivencia.
La dramaturgia es intensa, aunque quizás peque de demasiados momentos de conflicto de pareja. Eso sí, bastante democrática en el lucimiento de los personajes. Cada uno tiene su momento de protagonismo. Y eso equilibra la balanza de emociones.
Más allá de qué haya de seguro una rápida empatía, tanto drama puedo llegar a agobiar un poco a la platea. Por suerte presenta ciertos giros que van dándole soltura y relax a la tensión reinante en toda la pieza. Además de un sorpresivo final que cerrara un poco la imaginación de les espectadores.
Un cuarteto de actores de esencial entrega
La correcta dirección corre por Silvana Ángela Sabetta, quien maneja muy bien los tiempos y dinámica en la moderna puesta. Los cuatro protagonistas están muy bien y denota buena química en escena. Victoria Sarchi, es una grata sorpresa como artista, ya que no solo es la escritora de la obra sino que también se compromete con su historia y es una de las protagonistas.
En total simpatía, su interpretación de reciente madre, más de profesión de periodismo farandulero, es muy natural y sabe administrar muy bien la energía tanto para el drama como la comedia. Matías Broglia, en el rol de su marido, un escritor bastante orgulloso y hasta cierta cualidad de chapado a la antigua.
Es uno de los personajes que suma más momentos de comicidad a la pieza. Pero también sorprende en los arrebatos, donde su papel guarda un poco de prepotencia y autoridad, de esos que casi no se da cuenta que puedo herir al otro con dos simples palabras. Lourdes Invierno, como la hermana mayor de la dueña de casa, se luce comprometida. Un papel que tiene la cuota de más emoción, con sus anhelos de ser madre.
Y Fausto Guerra completa este cuarteto actoral, como el exitoso director de cine, amigo del anfitrión. De chispeante personalidad se maneja como pez en el agua en su interpretación de ese clásico hombre canchero, encerrado en su propio universo creativo.
Una puesta funcional y sencilla
La obra presenta elementos muy básicos, más la ayuda de la imaginación del espectador, una verdadera terraza de una casa barrial. El diseño de Facundo Veiras es muy original reciclando elementos que transforma en columnas, sillas y mesas. La cálida y cuidada iluminación de Agustín De Martini colabora con la creación de esta atmósfera intimista.
Así, los nuevos modelos de familia, el nacimiento de un hijo, la maternidad romantizada, y los nuevos caminos para formar una familia son tópicos muy actuales, que ensalzan la pieza. Y de seguro invitan a reflexionar, y más de uno se verá identificado. Una buena manera de tomarse un recreo a mitad de semana, con buen teatro para una noche de miércoles.