Charlotte De Ridder nació en Bélgica y hace 9 años que se encuentra viviendo en Argentina, lugar en el que inició su carrera como luchadora profesional en kick boxing. Hace ya 8 años, se dedica a entrenar todos los días en el dojo Picante Fight Club, ubicado en Av. Córdoba 2354, en el barrio porteño de Recoleta. Su pasión por el deporte se combina con la pastelería, actividad que le proporciona sustento por fuera del ring. En marco de su iniciativa en el club del cual es parte, NAP charló sobre su despertar en el deporte, cómo ve la escena en Buenos Aires y qué la impulsó a impartir las clases destinadas a mujeres.
¿Cómo te acercaste al deporte?
Desde chiquita siempre quise hacer Muay Thai, por entonces tenía 9 o 10 años. Mi interés surgió por un documental que ví, pero en esa época no era muy bien visto ser una chica y practicar un deporte de contacto. La gente tenía el pensamiento que es peligroso. En ese momento lo dejé pasar, pero cuando me mudé a Argentina, un día estaba pasando frente a un gimnasio y entré. Al principio iba una vez a la semana, luego dos y ahora voy todos los días.
¿Cuándo fue que decidiste ejercer de manera profesional?
Inicié hace poco, tengo dos peleas. Debuté antes de la pandemia, pero debido a eso se complicó y tuve que dejar de entrenar. Cerró todo y no hubo eventos. Después de la cuarentena, cuando se tranquilizó todo un poco, se realizó un evento streaming en el que participé. Siempre quise competir, nunca se me pasó por la cabeza entrenar por entrenar, mi objetivo desde el día uno fue ese. Ahora en marzo hay un nuevo evento en el que voy a estar
¿Cómo considerás que está actualmente la escena en Bélgica? ¿Hay alguna diferencia con Buenos Aires?
La verdad que no volví a Europa, no se mucho de la escena deportiva de allá pero hablando con mi familia, con amigos y conocidos que tengo viviendo allí, todavía se sorprenden por mi dedicación al deporte y ni hablar de mis abuelos, es algo que los asusta.
Hasta el día de hoy no es muy aceptable que las mujeres se dediquen al deporte de contacto…
Sí, me parece que en mi país todavía la mentalidad es bastante machista al respecto. No se abrió tanto el deporte allá como sí acá. Estos últimos años ví que la cantidad de chicas entrenando y compitiendo aumentó muchísimo en Argentina.
Si bien notás que hay un crecimiento de participación femenina, ¿por qué surgió la idea de una clase solo para mujeres?
El aumento de competidoras lo noté más a nivel nacional, en mi gimnasio también hubo un aumento de chicas y es por lo que inicié con las clases. A mí me gusta llamarlo una juntada de pibas, en el que se reúnan todas las chicas de todas las clases, de todos los niveles y pasar un rato lindo, entrenar y compartir experiencias. La clase es de una hora y una vez a la semana. La idea no es hacer una clase en la que tengamos que estar separadas de los hombres, sino que es para ayudar a que las chicas se sientan más cómodas. Hay varios temas al respecto relacionados con la inseguridad del cuerpo que no queremos que alguien nos mire cuando entrenamos. Temas que pueden pasar en la cabeza de una, o que haya tenido una mala experiencia, también para las chicas que recién empiezan, que no se animan y se sienten incómodas al entrenar con chicos porque no están acostumbradas. La juntada es para brindar más confianza con el deporte.
¿Cómo es la dinámica de la juntada?
Es una clase normal pero más relajada, hacemos físico y técnica. Las chicas que quieran guantear, lo hacen y las que no, realizan ejercicios y practican las técnicas. Yo voy hablando con ellas y les pregunto qué les interesa, qué quieren aprender, y las cosas que les gustan hacer. Entrenamos el guanteo y bajamos la intensidad y la velocidad para practicar la técnica, y corregir defectos. Además, enseño a controlar la fuerza, la paciencia porque cualquier día puede tocar entrenar con una persona que tiene un nivel más bajo, entonces hay que tener paciencia porque todos empezamos de cero.
¿Considerás el deporte como algo importante y que ayudaría si otras personas se acercan?
En mi vida me ayudó un montón. En todos los sentidos, siendo extranjera no tengo a mi familia acá y todos los alumnos, toda la gente del gimnasio, me abrió las puertas. Hay gente que solo la conozco por saludarnos, pero se que si necesito una mano me van a ayudar y viceversa. El club es como una familia, donde hay discusiones como en todas, pero siempre que tengas un problema podés llamar a tus compañeros. La verdad que sí, para mí es importante. Es algo que no sólo se da en mi club, sino en todos. Son familias grandes que ayudan a crecer mentalmente, porque entrenando nos superamos día a día. No es un deporte que puedas hacerlo solo, los compañeros están en las buenas y en las malas, y no sólo en las peleas, porque también tenemos una vida por fuera.
Para ir cerrando Charlotte, ¿qué opinás sobre la incorporación de mujeres trans a los deportes de contacto?
No conocí a ninguna y no sé bien lo que viven. Hace poco leí un artículo al respecto y me imagino que no es fácil, en la vida laboral y social, están luchando día a día. Así que es una pelea más. Me parece perfecto que entrenen, todos deberían poder entrenar libremente.