La semana pasada, el Papa Francisco (Jorge Mario Bergoglio) participó de la discusión política instalada por estos días en Italia y se mostró públicamente en contra de la eutanasia. La sociedad italiana está en pleno debate debido al caso de un camionero de 43 años que se encuentra tetrapléjico, luego de sufrir un accidente diez años atrás. Y, tras 15 meses de solicitarlo, finalmente fue autorizado por un tribunal constitucional a terminar con su vida a través de una inyección letal. Desde Nota al Pie convocamos a dos profesionales de la salud con posturas contrapuestas para saber qué opinan.
En su tradicional catequesis de cada miércoles desde el Vaticano, Bergoglio reconoció que es “inmoral” el ensañamiento terapéutico. Esto dado que: “La muerte no es un derecho. No podemos programarla, pero tampoco evitarla”. Al mismo tiempo, expresó que “toda persona tiene derecho a la vida, a los cuidados médicos y a los cuidados paliativos, especialmente los ancianos, para afrontar la muerte de la manera más humana posible”.
Sin embargo, y a pesar de mencionar que se debe estar agradecido a la medicina por toda la ayuda que brinda, subrayó que no debe confundirse esa ayuda con prácticas inaceptables que llevan a matar. “Debemos acompañar a la muerte, pero no provocarla o ayudar cualquier forma de suicidio”, indicó. Además, precisó que la muerte debe ser acogida, no suministrada. “Y este principio ético concierne a todos, no solo a los cristianos o a los creyentes”, concluyó.
“La ley de la humanidad es no matar”
Desde este medio, dialogamos con el Dr. Fernando Secin, Cirujano General además de Urólogo y Oncólogo. Consultado por las expresiones de Francisco, mencionó estar “100 por ciento de acuerdo” con el Papa. “Si uno se mantiene en lo que hemos jurado como médicos, que es respetar la vida desde su concepción hasta la muerte natural, entonces no se tienen problemas con estas cosas”, comenzó su relato. Aunque también reconoció: “Yo de leyes o legislaciones no se nada, yo te hablo de medicina”.
Durante su exposición mencionó que de aprobarse una ley en ese sentido cualquier persona podría potencialmente ir “aplicando muerte digna” según piense si el resto tiene o no calidad de vida. De esta manera quienes viven en situaciones muy precarias en barrios emergentes podrían ser “víctimas” de esta ley, según el mismo ejemplifico. También planteó que: “Quienes piden interrumpir su vida habitualmente no están en su sano juicio como para tomar semejante determinación. Además nadie se puede arrogar el derecho de decidir quién debe vivir o morir”.
“Una ley de estas caracteristicas, al igual que con el aborto, te está obligando en alguna medida a terminar con la vida de una persona estés de acuerdo o no estés de acuerdo”, expresó dejando en claro su postura contraria. E incluso fue más allá: “Salvo rarísimas excepciones, quienes toman la decisión de desconectar el respirador a un paciente son sus familiares. Y ahí se genera otro conflicto, porque no se sabe si los familiares quieren desconectarlo para cobrar una herencia”, concluyó su punto de vista el Dr. Fernando Secin.
“No hay muerte digna sin vida digna”
Nota al Pie también contactó al Dr. Santiago Levin, psiquiatra y expresidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos, quien tiene otro punto de vista. “El papa Bergoglio es una persona muy inteligente y no hace declaraciones sin pensarlas en detalle. Es muy difícil distinguir cuánto es de su postura personal y cuánto de la posición obligada de un Vaticano vetusto, que intenta con poco éxito modernizarse”, inició su relato Santiago.
“Francisco se confunde: afirma que morir no es un derecho, cuestión que nunca estuvo en discusión. Lo que sí es un derecho es la muerte digna, no la muerte a secas”, precisó el psiquiatra. Aunque también dijo estar de acuerdo con el representante del Vaticano: “Comparto las afirmaciones relativas al derecho a la mejor atención médica posible, al derecho a la vida y al pronunciamiento en contra del encarnizamiento terapéutico”.
En relación a la llamada “muerte digna”, Levin tiene un concepto más amplio: “Es importante señalar que no existe muerte digna si no hay, primero, vida digna”. Razón por la cual, a su criterio, “cualquier defensor o defensora de la dignidad del buen morir es, ante todo, un militante por un mundo mejor en el que nadie quede al márgen y en el que todos y todas tengamos un lugar digno y la posibilidad de soñar un futuro y de construirlo”.
También reconoció que la discusión sobre muerte digna es “reciente” en la cultura occidental y, que sin dudas, constituye: “Un lujo de las clases pudientes en las grandes metrópolis”. Para el psiquiatra el debate público es indispensable, pero se dificulta por un motivo principal: “El sesgo anti muerte de nuestra sociedad contemporánea, que coloca al proceso de morir bajo el imperio del tabú cultural”. Aunque también se ve muy dificultado debido a que “la gran mayoría de las personas mueren en el anonimato, víctimas de la anomia y el abandono. No hay muerte digna sin vida digna, y esta última es imposible de concebir sin equidad social”, finalizó su opinión el Dr. Santiago Levin.
“Ley Alfonso”, el proyecto de ley para la eutanasia en Argentina
Actualmente, solo en siete países en todo el mundo está regulada este tipo de prácticas: Suiza, Holanda, Nueva Zelanda (aprobado por un referéndum), Bélgica, Luxemburgo, Canadá y España la más reciente, aprobada el año pasado. En Colombia se aprobó a través de la decisión de un Tribunal Constitucional pero el Parlamento aún no la reguló.
En nuestro país contamos con una ley de “muerte digna”, sancionada en 2012, que permite suspender un tratamiento (por ejemplo, retirar un respirador que mantiene vivo a alguien en estado vegetativo irreversible). Y hay varios proyectos de ley para una Eutanasia, que implicaría la acción activa de inyectarle una sustancia a la persona para provocarle la muerte.
El caso más reconocido lleva el nombre de Alfonso Oliva, un cordobés que a sus 31 años de vida recibió el diagnóstico de E.L.A (Esclerosis Lateral Amiotrófica), una enfermedad neurodegenerativa progresiva que ataca el sistema nervioso central. Alfonso finalmente murió en 2019, luego de seis años de extremo sufrimiento. Fue un ferviente militante para legalizar estas prácticas y poder tener un desenlace en paz. El proyecto de ley que lleva su nombre fue presentado formalmente en la Cámara de Diputados en diciembre del año pasado por la diputada Gabriela Estevez del Frente para la Victoria.