Cada 24 de enero se realiza, en La Paz, en el Estado Plurinacional de Bolivia, la Fiesta de la Alasita, o Fiesta de la abundancia, y se prolonga por unas tres semanas. Está dedicada al “Ekeko”, el Dios de la abundancia, según la creencia aymara, un pueblo indígena ancestral de la región del altiplano. Si bien se trata de un ritual prehispánico, fue adoptado por les españoles durante la conquista; por lo que pasó a ser una mezcla de ritos indígenas y cristianos. Fue declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en el año 2017.
En la Ciudad de Buenos Aires los festejos se llevan a cabo durante la jornada de hoy en Villa Soldati, en las calles Castañares y Av. Escalada de 11 a 19hs, organizado por el gobierno porteño. Nota al Pie conversó con Verta Soto, integrante de la colectividad boliviana local para conocer más sobre esta ancestral celebración.
El ritual de la abundancia
Para dar inicio al festejo, cada persona debe comprar una miniatura de aquello que le gustaría conseguir durante el año. Puede ser una casa, un auto, dinero, o lo que se desee. Los toros, los más pedidos, representan la fertilidad, la fuerza y la prosperidad. No se tratan de simples miniaturas, ya que son muy detallistas. Existen diferentes puestos de artesanos para poder adquirirlas.
“Las alasitas son como maquetas en miniatura. Representan lo que quisiéramos tener en la vida real”, explicó Soto. Por ejemplo, “si uno quiere llegar a tener una casa a futuro, se compra una alasita de casa que es una maqueta chiquita de una casa”. También contó que se pueden adquirir miniaturas de un certificado de matrimonio o de un título universitario. “El Ekeko está cargado de todo eso, por eso representa a la abundancia”. Todas las alasitas compradas se van guardando en un tari, que es un pequeño aguayo cuadrado.
A continuación, se lleva a cabo el rito andino de la ch´alla, a cargo de un yatiri, que puede ser hombre o mujer. A través de un rociado con alcohol o vino, junto con pétalos de rosas, adornos y papel picado, se bendicen las miniaturas mientras se rezan oraciones que mezclan lo prehispánico y lo católico. También pueden ser bendecidas por el ritual cristiano del agua bendita, realizado por un sacerdote.
Luego de la bendición, todos aquellos bienes, materiales o no, se encomiendan al Ekeko para que, en el futuro, se conviertan en realidad. Una vez finalizado el ritual de la ch’alla, y de la bendición con agua bendita si también se desea, las alasitas son llevadas a las casas de cada uno. Allí, sus dueñes deben continuar ofreciéndoles alcohol a las miniaturas y un cigarro para fumar al Ekeko, cada martes y viernes.
En La Paz, Bolivia, durante la celebración al “Ekeko”, se instalan puestos de venta de miniaturas en distintos puntos de la ciudad. Aunque Soto señaló que también se festeja en todo el país. “Ya cruzó fronteras porque también se hace acá en Buenos Aires”, aseguró.
Las alasitas más pedidas
Como todo ritual, se va modificando a lo largo de los años. En los comienzos, los pedidos giraban en torno a los cultivos, para pedir por más o menos lluvias, y para que las cosechas sean abundantes. Luego comenzaron a pedirse alasitas de otros rubros, como el textil o negocios de verdulería, almacenes, mercados, como muestra de la diversidad laboral que se pretendía alcanzar.
Más tarde, los bienes como una casa, o los materiales para construirla, fueron ganando más compradores, al igual que los certificados de DNI. Las casas y los negocios fueron ampliándose con el tiempo, con más pisos y más locales. Pero en los últimos años lo que se busca es alcanzar la profesionalización, comprando alasitas de títulos terciarios y universitarios.
Origen de la festividad
El culto al Ekeko proviene de tiempos prehispánicos en la región del altiplano boliviano-peruano, y fue heredado por el pueblo aymara. Pero con la llegada de les españoles la festividad comenzó a tomar forma. En 1781, el gobernador de La Paz, José de Segurola, ordenó que se realice una fiesta anual en honor al Ekeko, por lo que a partir de entonces se celebra cada año. Esto lo hizo en agradecimiento ya que la ciudad se había salvado de un “levantamiento indígena” liderado por Túpac Katari, que la había cercado.