En nuestro país se vienen sucediendo conflictos entre actividades productivas diversas y el cuidado del medio ambiente. El mas reciente, por el anuncio del gobierno nacional de iniciar la explotación de petróleo y gas offshore a 300 km de las costas marplatenses.
Voy a desarrollar en estas líneas nuestra visión de cómo se debe resolver dicha contradicción, en el contexto concreto que vive nuestra nación.
El país, en este 2022 que comienza, está surcado de significativos problemas de todo tipo: la economía con su correlato de enorme pobreza, extendida falta de vivienda y gravísimas dificultades de empleo, la destrucción de la educación y del sistema sanitario, la inseguridad y el narcotráfico, la corrupción, la emigración de profesionales y, también, como no, situaciones de afectación del medio ambiente.
De todos ellos el mas grave, claramente y por lejos, es el estancamiento económico, que lleva ya décadas y que se ha agravado a ojos vista los últimos 10 años. El que, a su vez y en medida significativa, es causa de gran parte del resto de los dramas que tenemos.
¿Cómo se puede ir saliendo de esta crisis que ha arrojado ya al 40% de las y los argentinos a la pobreza y al 10% a la indigencia? El único camino es invirtiendo para generar producción y empleo.
¿De dónde sacar los recursos para esa recuperación productiva del país, que permita volver a nuestra sociedad a una cierta normalidad y a nuestros jóvenes tener futuro? Hoy por hoy, en lo fundamental, tenemos nuestros recursos naturales: el campo, el petróleo y el gas, la minería incluyendo el litio, las economías regionales.
Nuestra industria, sometida a destrucción durante los gobiernos neoliberales de 1976 para acá, en estos momentos, salvo la vinculada al agro y en cierta medida al acero y el aluminio, no puede proveer hoy el capital suficiente para salir adelante. Por el contrario, lo requiere para reconstruirse. Los servicios, incluyendo los del conocimiento, no tienen el desarrollo necesario todavía y el turismo ayuda, pero limitadamente.
Pero sucede que la explotación de los recursos naturales, indispensable como decimos para poder poner de nuevo en pie el país, genera, en ocasiones, algunos perjuicios ambientales.
En función de esto sectores defensores del medio ambiente, muchas veces con intenciones genuinas y valederas de cuidar la vida, le plantean a la sociedad que no se debe llevar adelante actividad productiva alguna que pueda poner en riesgo la naturaleza y al ser humano. En ciertos casos incluso, justo es decirlo, lo expresan exagerando visiblemente el daño que supuestamente se puede producir; como sucedió hace un tiempo con las pasteras en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos.
El problema con algunos de esos planteos, es no solo la exageración para justificarlos, sino que, además, no van acompañados de explicaciones serias respecto cuál es la alternativa si se dejan de llevar adelante determinadas producciones y actividades, para poder resolver los gravísimos problemas económicos que afectan a nuestro país y, particularmente, a las grandes mayorías populares. Solo se explicita, a veces hasta con cierto fundamentalismo y falta de objetividad, que es lo que no se debe hacer en función de cuidar el medio ambiente.
Sostienen que no hay que usar plaguicidas ni semillas modificadas genéticamente en la producción agropecuaria, tampoco extraer petróleo y gas a través del fracking ni en el mar, no permitir la mega minería en las provincias cordilleranas ni la explotación del litio en el norte, menos construir represas en Misiones o en Santa Cruz, no avanzar con la energía nuclear y así sucesivamente.
Preguntamos entonces nosotros: ¿y de dónde salen los recursos para volver al país productivo, logrando así generar empleo e ir saliendo de la infame pobreza?
No es correcto el camino que nos señalan desde ese ambientalismo. La Argentina debe apostar a desplegar todas sus posibilidades, generando inversiones en nuestros recursos naturales y en todas las formas de energía que hagan viable la reindustrialización del país. Por ahí va la cosa.
Poniéndole fichas y plata también, por cierto, a las energías alternativas, limpias y renovables como la solar, la eólica, de hidrógeno verde. Que son obviamente la apuesta principal al mediano y largo plazo. Pero que hoy todavía son caras y no pueden reemplazar ni de cerca a las tradicionales.
Cuidando por supuesto, a pleno, el medio ambiente en todas esas actividades que señalamos mas arriba; como se hace en los principales países del mundo, esencialmente con estricto control sobre las grandes empresas que participan. Como ha hecho Uruguay con las pasteras, Francia con su energía nuclear, Brasil, Gran Bretaña y Noruega con las explotaciones petrolíferas en el mar, Canadá y Finlandia con la minería, EEUU con las grandes represas y el fracking, como la Comunidad Europea con su agro. Algo que no han hecho en general los gobiernos que hemos tenido en nuestro país en las últimas décadas. Basta para demostrar eso las denuncias y los excelentes documentales que hizo en su momento Pino Solanas.
Decimos entonces: cuidar nuestro medio ambiente, pero llevando adelante con empuje y decisión todas aquellas producciones y actividades. Porque allí reside la posibilidad cierta de recuperarnos de este desastre actual.
A lo que debemos agregar una cuestión que está por fuera de lo medioambiental en toda esa explotación de nuestros recursos naturales, pero que hace también a la esencia de la defensa del interés nacional: que los dividendos que de allí se obtengan no vayan en su mayor parte a las multinacionales ni al enriquecimiento de las minorías pudientes autóctonas. Deben estar, por, sobre todo, al servicio de la recuperación de la patria y de las mayorías populares, hoy tan agredidas.
También en este terreno hay ejemplos dignos de emular, como el de Evo Morales en Bolivia al ponerle límites a la renta de las multinacionales, que permitió luego 14 años de crecimiento económico en dicho país. Teniendo en cuenta, además, experiencias extendidas aquí en sentido inverso, de gobiernos que han aceptado abierta o encubiertamente el saqueo llevado a cabo por aquellas empresas.
Por último, debemos señalar que tan importante como todo lo anterior es el papel del Estado Argentino en la explotación, la rentabilidad, el cuidado y el uso que se les da a nuestros recursos naturales, que constituyen la riqueza de la patria. Debe ser parte activa, rompiendo la cantinela neoliberal de que “el mercado” nos va a resolver los problemas. El Estado debe intervenir no solo a través del control para garantizar que no se afecten los intereses nacionales por la voracidad de las grandes empresas privadas, sino también por vía de la participación directa en dichas producciones, como hace hoy YPF en el mercado del petróleo y el gas, generando rentas directas para el país.
Presidente de Libres del Sur