Este al que nos lleva Alberto, no sirve. Mas allá de la responsabilidad de Macri en la herencia que dejó y de la pandemia luego, lo cierto es que no se diferencia mucho en su rumbo al fracasado segundo gobierno de Cristina Kirchner.
En el terreno económico porque mas allá del “relato” lo cierto es que, al igual que aquella expresidenta, siempre en cuestiones trascendentes terminan negociando con los factores de poder nacionales y extranjeros. Producto de ello, en definitiva, no son ni chicha ni limonada; mientras tanto, el país sigue su rumbo de decadencia. Así sucedió desde el 2011 hasta el 2015 y también desde el 2019 a la fecha.
Ni que hablar de otros aspectos que, antes y ahora, le enajenaron fuertemente el apoyo de amplios sectores de clase media; indispensables para tener la suficiente espalda política, si se quieren aquí cambios en serio. Podemos señalar en el gobierno de hace unos años atrás la agresividad hacia cualquier opositor, fuera de derecha o izquierda. Recordemos la acusación de “narcosocialismo” hacia excelentes gobernadores de Santa Fe como Hermes Binner y Antonio Bonfatti; o programas repudiables como 6,7,8, entre muchos otros ejemplos. Pero que se reiteran ahora en cuestiones como el vacunatorio VIP o la fiesta de Olivos, donde le dicen a la población una cosa y hacen otra que está en las antípodas.
A ello debemos sumarle, como conducta muy problemática para administraciones que se dicen progresistas, el enorme problema de la corrupción. La materialización de la misma en forma extendida, de arriba abajo, cuando gobernaba CFK y la búsqueda de impunidad explícita hacia esos delitos, desde que llegó el actual presidente hasta ahora.
La experiencia indica que, llevando a la nación por ese rumbo, terminamos con el regreso de la derecha al gobierno. Sucedió en el 2015 y, ahora, sentaron las bases para que vuelva a pasar el 2023. Como demostraron las recientes elecciones legislativas donde ganó Juntos por el Cambio, los mismos que hace dos años se fueron por la puerta de atrás.
Una derecha que de larga data vende una solución mentirosa para el país: que llenemos la copa de los ricos que luego estos van a invertir, generar producción y empleo, en un círculo virtuoso que nos va a sacar del desastre en que estamos. Por supuesto, ocultando que son ellos y esas interesadas recetas los principales responsables de que estemos donde estamos.
Hacen creer, los reaccionarios vernáculos, que sus propuestas son nuevas y que ellos mismos salieron de un repollo. Pero no, estuvieron en el gobierno, desde mediados de los setenta, 7 años con la Dictadura, 10 con Carlitos Menem, 2 con Chupete de la Rúa y finalmente 4 con Mauricio. Veintitrés años de cuarenta y seis. En ellos concentraron la riqueza, extranjerizaron la economía, achicaron la industria, nos endeudaron, incrementaron al infinito la pobreza y el desempleo, precarizaron el mercado laboral, destruyeron la educación y fugaron afuera del país dólares por el valor de un PBI, que salieron del esfuerzo de los argentinos y argentinas de a pie.
Ahora, aprovechándose de un gobierno sin coraje ni soluciones reales, estos dinosaurios autóctonos, como hicieron con el de Cristina en el 2015, venden soluciones neoliberales otra vez. Y van…..
Por tanto, ni lo que ofrecen Alberto, Cristina, Massa, Kicillof, Máximo y compañía. Ni los embustes de los defensores del capital, la sacrosanta propiedad privada y la mano dura: los Macri, Bullrich, Larreta, Vidal y Morales. Hay que ir por otro camino, bien distinto a estos dos que nos han conducido a la debacle que hoy vivimos. Si o si hay que rumbear hacia otro lado para salir, aunque sea lentamente, de la crisis.
Tenemos que invertir para incrementar la producción, aumentar las exportaciones, sustituir importaciones, reconstruir el mercado interno y generar trabajo; que es la forma genuina de salir de la pobreza.
Esos recursos para generar inversión deben salir de nuestros recursos naturales en primer lugar; del campo, el petróleo y el gas, la minería. También de los sectores concentrados, extranjeros y nacionales, de otras áreas, cuyas ganancias deben ser razonables, no exorbitantes como hasta ahora. De los ricos que pagan pocos impuestos y, fundamentalmente, de menores desembolsos de deuda externa.
Por eso no hay que abonar al FMI el fraudulento préstamo a Macri, que nos atará por años una piedra al cuello de la nación.
Con esos recursos tenemos que reindustrializar el país, no hay futuro sin industria manufacturera. Desarrollando también las economías regionales, energías renovables, la industria del conocimiento y el turismo, entre otros muchos sectores que generen empleo y nos saquen del atraso a que nos han conducido estos gobiernos.
Las grandes empresas, nacionales y extranjeras, deben tener su lugar, como no, en la reconstrucción de nuestra economía; en tanto y en cuanto no busquen tamaños beneficios a costa del país y la mayoría de sus ciudadanos. Es bueno en este sentido mirarse en el espejo de Evo Morales, cuyas políticas hacia las multinacionales, sin que estas abandonaran Bolivia, permitieron 14 años seguidos de crecimiento del PBI con justa distribución de la riqueza.
Pero la atención principal para un nuevo proyecto de país debe estar en las Pymes y los emprendimientos de la economía popular. Ahí se generan el 80% de los empleos en la Argentina. Y, como bien dice Agustín Salvia, el trabajo es la salida genuina de la pobreza. Las ayudas sociales deben ser solo un paliativo para tiempos duros como los actuales.
Hay que reconstruir la nación con un sentido federal. La sistemática concentración de la población en el área metropolitana de Buenos Aires es un pesado lastre que arrastramos de décadas, una bomba de tiempo que hay que desactivar. No hace falta decir que al día de hoy los peores índices nacionales en pobreza, desempleo, educación, salud y seguridad ya están allí.
Reconstruir la educación primaria, secundaria, terciaria y universitaria, para poder estar a la altura de los nuevos tiempos, es tal vez el principal reto que tiene nuestra sociedad. Invertir en desarrollar la ciencia y la tecnología es comprar soberanía.
No obstante, nada de todo lo antedicho, respecto de sacar nuestra nación del pozo a que la han llevado, es posible sin un Estado fuerte. Eficiente y transparente también, pero por sobre todo fuerte.
Ningún país como el nuestro, de mitad de tabla, con un capitalismo dependiente, deformado, a mitad de camino, con una burguesía sin proyecto de país y/o débil, sale adelante sin un Estado vigoroso; con capacidad de orientar e intervenir en la economía, particularmente en los sectores estratégicos para la recuperación de décadas de crisis. Es falso, mentiroso, que el mercado puede resolver el problema, como pregonan desde el establishment. Tenemos 23 años de gobiernos neoliberales desde 1976 que lo desmienten.
También nos marca el camino, adecuándonos a esta época, la industrialización nacional con justicia social que llevó adelante el general Perón desde 1946 a 1955; dirigida y apoyada desde un Estado soberano y fuerte. Para terminar, digamos que solo un gobierno progresista en serio, audaz y firme, armado de un verdadero proyecto nacional para estos tiempos, con fuerte base y organización política en las mayorías populares, de una dirigencia renovada de raíz, podrá cambiar en serio el rumbo de nuestra patria. Sacarla de la decadencia y ponerla en dirección a volver a tener futuro para todos, no solo para los poderosos y los ricos.