El 26 de abril de 1986, a la 01.26 de la madrugada, el reactor número 4 de la central de Chernobyl, Ucrania explotó durante una prueba de seguridad. La explosión liberó toneladas de residuos radiactivos en la atmósfera que causó, y sigue causando, miles de muertes.
Durante 10 días el combustible nuclear ardió y desprendió gases, contaminando una gran porción del territorio europeo. Especialmente, repúblicas soviéticas de Ucrania, Bielorrusia y Rusia. El accidente se generó a raíz de fallas en la construcción, errores humanos, desidia, negligencia e, inclusive, mala suerte.
Tras la explosión Viktor Bryukhanov y Nikolai Fomin, ingenieros jefes de la planta, eligieron creer que se trataba de un incidente menor. Versión que sostuvieron hasta que la muerte y el destrozo los obligó a aceptar la realidad.
Del mismo modo, las autoridades gubernamentales intentaron esconder el accidente. El líder soviético, Mijaíl Gorvachov, no habló públicamente hasta 18 días después, el 14 de mayo de ese año.
La cantidad de víctimas.
Durante 1986, 116.000 personas fueron evacuadas en los alrededores de la central. Posteriormente, otres 230.000 habitantes tuvieron que abandonar las zonas aledañas. Hoy, las inmediaciones de la central siguen estando deshabitadas.
El Comité Científico de las Naciones Unidas para el Estudio de los Efectos de las Radiaciones Atómicas (UNSCEAR, por sus siglas en inglés) solo reconoce las 30 muertes de los operarios y bomberos que fallecieron por la radiación. En 2006 Greenpeace estimó un saldo de 100.000 muertos a causa de los efectos radioactivos. Los accidentes nucleares, como es el caso de Chernobyl y de Fukushima, constituyen un peligro a largo plazo.
“Son accidentes que continúan provocando efectos ambientales y sanitarios negativos aún hoy, y lo seguirán haciendo. Por ejemplo las alteraciones genéticas en personas expuestas que se transmiten intergeneracionalmente, como ocurre con Chernobyl, y descarga de grandes masas de agua contaminada radiactivamente como sucede actualmente en Fukushima”, explica Raúl Montenegro, biólogo y Presidente de Fundación para la Defensa del Medio Ambiente (FUNAM).
A pesar del peligro que representaba para la salud humana, la central de Chernobyl se mantuvo activa hasta el 2000. Fue recién en ese año que, a causa de la presión occidental, el gobierno aceptó clausurarla.
Aunque se estima que la zona no podrá ser habitada de forma segura hasta dentro de 24.000 años, Chernobyl cada vez recibe más turistas. De hecho, Ucrania desea que se incluya en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.
Acorde con Montenegro, este tipo de actitudes son típicas de las sociedades capitalistas. “Hasta la tragedia se convierte en fuente de recursos. El problema es que la zona del accidente sigue estando contaminada, y lo que no se dice a las personas es que a nivel de radiación ionizante no hay ningún umbral de seguridad”, explicó.
Argentina no está exenta del peligro nuclear.
En el país existen tres reactores nucleares: Atucha I y II, ubicados sobre el margen derecho del río Paraná de las Palmas en Buenos Aires y la central de Embalse en la Provincia de Córdoba. Montenegro advierte que “toda central nuclear de potencia y experimental puede sufrir un accidente, o un evento de origen externo”.
Y, en ese sentido, recuerda que “Argentina es el único país de América Latina que sufrió un accidente nuclear grave”. El hecho ocurrió en el Centro Atómico Constituyentes, un reactor nuclear de investigación.
“Aunque no hubo liberación de material radiactivo al ambiente, 17 personas sufrieron allí altas dosis de radiación ionizante”, explicó. Este incidente nos dejó la primera víctima fatal a causa de un accidente nuclear en el país.