
La inteligencia artificial generativa nos permite hacer magia con palabras e imágenes. En segundos, un prompt se transforma en una escena estilo Studio Ghibli, un retrato surrealista o una portada de disco imaginaria. Pero esa aparente inmediatez tiene un costo: crear una sola imagen con IA puede consumir el equivalente a medio litro de agua.
El dato no es un capricho ni un invento para asustar. Según el profesor Shaolei Ren, de la Universidad de California en Riverside, 10 a 50 prompts de IA generativa consumen alrededor de 500 mililitros de agua, principalmente debido a los sistemas de refrigeración de los centros de datos que procesan estas consultas.
Es decir, mientras nosotros pedimos “una escena estilo Totoro en el bosque”, los servidores —en silencio— se recalientan y necesitan agua para seguir funcionando. Y no, no es una metáfora poética: hablamos de un proceso físico, tangible, cotidiano.
Es importante aclarar que estos datos no son definitivos y obtuvieron críticas. En la comunidad científica se toma tiempo en determinar la validez de los resultados. Usualmente, las y los pares realizan testeos hasta testear los mismos experimentos. Ahora bien, en concreto no hubo simposios ni parece haber, por ahora, un esfuerzo por conocer el impacto medioambiental de la IA.
¿Solo agua? También electricidad (y bastante)
A eso hay que sumarle la energía. Según el mismo estudio, una sola respuesta generada con GPT-4 puede consumir hasta 0,14 kilovatios-hora. Es lo que necesitarían 14 bombillas LED prendidas durante una hora. Y eso, multiplicado por millones de consultas diarias, empieza a escalar.
¿Es sostenible esta forma de consumir tecnología? La discusión está abierta. Muchas empresas, incluida OpenAI, aseguran que trabajan para ser “agua-positivas” hacia 2030, lo que implica devolver más agua al ambiente de la que utilizan, ya sea mediante recolección de lluvia, mejoras en el caudal de ríos o compensaciones hídricas. Pero, mientras tanto, seguimos consumiendo sin cuestionar demasiado.
Studio Ghibli, memes y derecho de autor
La conversación estalló con fuerza cuando OpenAI lanzó la opción de generar imágenes en ChatGPT. La posibilidad de crear “una imagen al estilo Studio Ghibli” se volvió viral, pero también encendió alertas. ¿Por qué? Porque no solo se habló de gasto de agua, sino también de apropiación de estilos artísticos sin permiso.
¿Es ético usar una estética reconocible sin autorización? OpenAI respondió que sus políticas prohíben imitar directamente a artistas vivos y que respetan los derechos de autor. Sin embargo, el botón “crear imagen” sigue ahí, esperando nuestros prompts inspirados en Quino, Miyazaki o cualquier otra referencia.
En su newsletter Ladob, la periodista especializada en tecnología Irina Sternik citó al director de operaciones de OpenAI, Brad Lightcap: “Respetamos los derechos de los artistas en cuanto a cómo realizamos el trabajo”. Pero lo cierto es que los usuarios no siempre entienden (ni les explican) dónde están los límites.
No se trata de algo nuevo
La IA generativa no inventó el consumo intensivo de recursos. Desde hace años, los centros de datos enfrían servidores con agua. Lo vimos con el auge del streaming, los videojuegos online y, sobre todo, con las criptomonedas. ¿Por qué ahora nos preocupa?
Quizás porque, como dice Irina Sternik, “nos estamos indignando por haber gastado agua en crear memes”. Y es cierto: nos horrorizamos por el medio litro que consume una imagen de ChatGPT, pero no pestañeamos ante las apps que nos transforman en elfos, avatares o personajes de Pixar.
Entonces, ¿somos hipócritas? Tal vez. Pero también estamos empezando a ver lo que no queríamos mirar: que lo digital tiene peso, impacto y consecuencias materiales.
Pensar el futuro más allá del prompt
La creatividad automática no es mágica. Requiere energía, agua, infraestructura y decisiones políticas. Si queremos que la IA sea parte de un futuro sostenible, es momento de exigir transparencia y regulaciones. Porque sí, podemos seguir generando imágenes encantadoras, pero también debemos preguntarnos: ¿a qué costo real?