Cada 8 de enero se celebra el Día del Gauchito Gil, uno de los santos paganos más populares de la Argentina. Durante la jornada, miles de fieles le rinden culto con ofrendas que incluyen comida, dinero, cigarrillos y vino.
Los devotos le rezan al popularmente llamado santo de los pobres pidiéndole, entre otras cosas, protección. En ese sentido, la ciudad correntina de Mercedes se convierte, cada año, en el epicentro de la fe. Es que Antonio Mamerto Gil Núñez, el hombre detrás de la leyenda, falleció en 1878 a pocos kilómetros de la ciudad.
El máximo santuario al santo se encuentra en la Ruta 123, que recibe a los miles de creyentes que se acercan en caravana. Los devotos visitan el espacio para cumplir promesas, pedir favores o agradecer por los recibidos.
En Mercedes, las celebraciones empezaron este miércoles con la Velada de la Cruz Peregrina de las Catacumbas. A las 20 se dio paso a la oración, seguida de una actuación de la Orquesta Folclórica Municipal y el Ballet local a las 20:30. Luego, a las 21, comenzó la vigilia para esperar la llegada del 8 de enero.
No obstante, el Gauchito es homenajeado a lo largo y ancho del país con santuarios en zonas rurales y rutas. Es habitual encontrar casillas construidas por los fieles, en donde se dejan cintas rojas, velas encendidas y quienes pasan cerca con vehículos hacen sonar su bocina para venerar al santo.
¿Quién fue el Gauchito Gil?
Según el Ministerio de Cultura de la Nación, Antonio Mamerto Gil Núñez nació el 12 de agosto de aproximadamente 1847, en Mercedes. Trabajaba como peón rural hasta que fue reclutado para servir en la Guerra de la Triple Alianza y las milicias que se oponían a los federales.
Si bien no hay registros claros acerca de su historia, la leyenda cuenta que Ñandeyara, el dios guaraní, se le apareció en un sueño. La divinidad le advirtió: “No quieras derramar sangre de tus semejantes”. Por estas palabras, Gil Núñez abandonó las fuerzas militares para transformarse en una especie de justiciero que robaba a los ricos para ayudar a los más necesitados. Se dice también que curó a enfermos y vengó a quienes sufrieron desigualdades.
El Gauchito fue captura por la policía mientras dormía una siesta. Sus dos amigos fueron asesinados al segundo, pero a él no lo entraron las balas. Lo salvó un amuleto de San La Muerte que colgaba de su cuello.
Las versiones son diversas, pero los relatos orales cuentan que aquel 8 de enero de 1874 o 1878 para otros, decidieron trasladarlo a la ciudad de Goya para juzgarlo. Sin embargo, en el camino, a 8 kilómetros de Mercedes, los miembros de la tropa lo colgaron boca abajo en un árbol de la zona. Fue el coronel Velázquez quien, contra su voluntad y siguiendo órdenes de un superior, lo degolló. Dicen que su sangre cayó como una catarata que la tierra se bebió de un sorbo. En ese mismo instante nació el mito y su asesino se convirtió en su primer devoto.
Antes de morir, el gaucho le dijo a su verdugo: “Con la sangre de un inocente se curará a otro inocente”. El coronel, tras entregar a las autoridades la cabeza de Antonio Gil, se fue a su casa, donde encontró moribundo a su hijo. En la desesperación recordó las palabras del gaucho y cabalgó hacia donde lo habían enterrado. Juntó los restos de la tierra todavía húmeda por la sangre, untó a su hijo con ella y ocurrió el milagro.