En tiempos donde la amnesia colectiva parece ser la moneda corriente, una obra que honra la memoria como ejercicio de lucha, se ha vuelto un éxito de temporada. «600 gramos de olvido«, con texto de Daniel Dalmaroni y dirección de Marcelo Moncarz, funciona como nexo entre ayer y hoy, donde recordar se vuelve un acto rebelde.
Sobre el escenario, Nelson Rueda y Alexia Moyano, con naturalidad absoluta, entregan actuaciones versátiles y potentes, adaptándose a cada giro que propone la historia. Las funciones son los lunes a las 20, en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636, CABA).
La obra, que transita su segunda temporada este 2024, sumerge a la platea en la vida de dos adolescentes platenses durante los convulsionados años 70. Pablo y Claudia, ambos de 18 años y estudiantes de colegios religiosos, son los protagonistas de esta historia que oscila magistralmente entre el drama y sutiles pinceladas de comedia.
Lo que comienza como una típica historia de amor adolescente se transforma gradualmente en un retrato descarnado de una época donde la juventud se vio forzada a madurar entre bombas molotov y centros clandestinos.
La dramaturgia de Dalmaroni, inspirada parcialmente en su propia experiencia y en relatos de jóvenes platenses de la época, construye un entramado narrativo donde los fragmentos de memoria se entrelazan con una precisión quirúrgica.
Sus diálogos, concisos y punzantes, evitan el panfleto fácil para centrarse en la humanidad de sus personajes. La estructura fragmentada de la obra, narrada desde un presente indefinido, potencia el carácter testimonial sin perder la tensión dramática.
Una historia que atrapa, con emocionales actuaciones
La dirección de Moncarz es un ejercicio de equilibrio notable. Su puesta en escena, austera pero efectiva, permite que el texto respire y que los actores brillen. La decisión de mantener a los personajes en un constante juego entre presente y pasado requiere una precisión que la dirección resuelve con maestría, ayudada por una iluminación de Claudio del Blanco que acompaña los cambios temporales con sutileza.
Nelson Rueda y Alexia Moyano entregan interpretaciones memorables. Como Pablo y Claudia respectivamente, logran transitar el arco que va desde la inocencia adolescente hasta el compromiso político con una naturalidad pasmosa.
Sus cambios de registro son fluidos, y la química entre ambos hace creíble tanto los momentos de complicidad juvenil como aquellos donde el peso de la historia argentina recae sobre sus hombros.
El diseño escenográfico y de vestuario de Alejandro Mateo, junto a la música original de Tom CL, completan un marco técnico que potencia la propuesta sin sobrecargarla. La banda sonora, en particular, funciona como un personaje más, marcando el pulso emocional de la pieza.
El título de la obra -cuyo significado es preferible descubrir en la sala- funciona como una metáfora perfecta de estos tiempos donde algunos pretenden medir el dolor y cuantificar la memoria. Dalmaroni y compañía nos recuerdan que cada gramo de olvido pesa como plomo en la conciencia colectiva, y que el teatro, más que nunca, debe ser el espacio donde la memoria se mantiene viva y la historia se resiste a ser borrada.
«600 gramos de olvido», en resumen
En un momento histórico donde ciertos sectores buscan relativizar el pasado reciente y desmantelar conquistas sociales duramente conseguidas, «600 gramos de olvido» adquiere una relevancia incómoda pero necesaria.
Esta pieza teatral interpela al espectador sobre el peso de la memoria en una Argentina 2024 donde el actual gobierno parece empeñado en borrar derechos más que en sumarlos, donde la palabra «libertad» se usa como escudo para justificar retrocesos sociales, y donde el negacionismo histórico intenta instalarse en el discurso público.
Una obra imprescindible que demuestra que el teatro político más efectivo es aquel que no olvida que, antes que todo, debe ser buen teatro. Muy recomendable.