En el corazón del barrio de Caballito, una sala teatral se convierte en una máquina del tiempo que transporta al visitante a uno de los momentos más turbulentos de la historia reciente argentina.
«Nación Alambre«, la obra de Guadalupe Pita Monzón, regresa a escena por tercera temporada para recordarnos, entre carcajadas y reflexiones profundas, que la realidad puede superar cualquier ficción, sobre todo cuando se trata de la política nacional.
Las funciones son los viernes desde las 21:30 en el Teatro El Astrolabio (Terrero 1456, CABA). Las entradas se pueden conseguir por Alternativa Teatral o en la boletería del teatro.
Desde el momento en que se abre el telón, nos sumergimos en el caos del 21 de diciembre de 2001, apenas un día después de la renuncia del entonces presidente. La escenografía, dominada por un imponente árbol y papeles desparramados por doquier, nos sitúa en una oficina de la Casa Rosada en pleno desarme.
Es en este microcosmos donde Pita Monzón, también protagonista, despliega una comedia delirante que logra lo imposible, hacer reír con el dolor ajeno, que es también el propio.
La trama sigue a María, una joven secretaria interpretada con brillantez, que llega del Senado con la misión de recibir al próximo presidente. Su ingenuidad y entusiasmo chocan de frente con la realidad absurda que se vive dentro de las paredes rosadas.
Mientras afuera resuenan bombos, cacerolas y el himno nacional cantado por gargantas enardecidas, adentro las trituradoras de papel trabajan a toda máquina para borrar evidencias. La pregunta flota en el aire: ¿Quién gobierna realmente?
Una dinámica dirección comanda a un surtido elenco
La dirección de Sergio Falcón merece un aplauso aparte. Lejos de caer en la tentación del realismo crudo, Falcón opta por el camino del absurdo, llevando cada situación al límite de lo creíble. Al contrario, es en esta exageración donde la obra encuentra su verdad más profunda.
Como bien señala el director: «Cuanto más nos íbamos, más se acercaba a la realidad». El elenco, compuesto por Yan Androszczuk, Diego Enrique, José Luis Ferrer, Brenda Pisanu, la propia Guadalupe Pita Monzón, Matias Pugliese, Gabriela Sanchez y Gabriel Scanga, funciona como un reloj suizo.
Cada actor aporta matices únicos a sus personajes, evitando caer en estereotipos fáciles. Mención especial merece el personaje de Ángel, el mozo que «las vio todas», cuya interpretación es muy emocional.
Pero esta pieza va más allá de ser una simple comedia sobre la crisis del 2001. Es un espejo que refleja las crisis cíclicas de nuestro sistema político y la desesperación por mantener a flote un barco que hace agua por todos lados.
La metáfora del alambre, ese elemento precario con el que intentamos atar nuestra historia para comprenderla, atraviesa toda la obra y nos interpela como sociedad. Es en el clímax de la obra donde Pita Monzón nos golpea con la verdad más dura.
En medio de una pérdida de gas que convierte el despacho en un infierno, María grita: «No se dan cuenta, estamos acá intentando atar todo con alambre y allá afuera hay seres humanos». Es imposible no sentir un escalofrío al reconocer que, más de dos décadas después, seguimos en la misma situación.
La genialidad de esta propuesta teatral radica en su capacidad de trascender el momento histórico que retrata. Nos obliga a reflexionar sobre la actualidad política argentina, donde la figura presidencial ha perdido todo valor social y los gobiernos parecen una burla constante a la sociedad.
La obra nos recuerda que, a pesar de los cambios de nombres y partidos, seguimos atando todo con alambre, esperando que el próximo salvador nos saque del pozo.
“Nación Alambre”, en resumen
En tiempos donde el teatro independiente lucha por sobrevivir, “Nación Alambre” se erige como un faro de creatividad y compromiso. Su éxito, reflejado en esta tercera temporada, demuestra que el público argentino está hambriento de propuestas que, sin perder el humor, nos hagan pensar en quiénes somos y hacia dónde vamos como nación.
Al salir de la sala, es imposible no sentirse conmovido y, al mismo tiempo, energizado. Una original trama que nos recuerda que, a pesar de todo, seguimos aquí, intentando comprender nuestra historia y, quizás, cambiar nuestro destino. Una obra imprescindible para entender la Argentina de ayer, de hoy y, lamentablemente, la de mañana.