En el campo, la primavera germina lentamente, resistiendo el clima tardío de agosto, que trajo tormentas y bajas temperaturas. Entre las ovejas que pastan sin prisa, Facundo Balquinta se sienta tranquilo a contar la historia detrás de los chorizos de cordero más famosos de Tapalqué, una delicia que nació de la tradición y el ingenio.
La Salamanca, el emprendimiento que lleva el nombre de su tía Elvira, conocida cariñosamente como Tía Salamanca, es más que un negocio familiar. «Mi tía fue como una madre y abuela para nosotros», recuerda Facundo. Su espíritu aún vive en cada rincón del campo y en cada producto que sale de la pequeña fábrica de salames que la familia ha construido con esfuerzo y dedicación.
La historia de La Salamanca comenzó en 2014, cuando Facundo regresó al campo tras estudiar en La Plata. «Nací y me crié en el campo La Esperanza, y al volver, mi papá me propuso iniciar la actividad ovina con la raza pampinta», relata. Junto a su familia, Facundo transformó un proyecto modesto en un emprendimiento próspero, produciendo corderos de alta calidad que, con el tiempo, dieron lugar a algo más especial: los chorizos de cordero.
La innovación vino de la mano de la tradición y el amor por el campo. Tras el éxito inicial, la familia decidió explorar nuevas formas de agregar valor a su producción. Con el apoyo de un socio y bajo la Ley Ovina, Facundo se aventuró en la creación de chorizos de cordero, un producto casi inédito en Argentina. «Probamos diferentes recetas y descubrimos que el romero combinaba a la perfección con la carne de cordero. Así nacieron nuestros chorizos, y hoy son uno de los pocos salames de cordero en el país», cuenta orgulloso.
El éxito de La Salamanca no solo se debe al sabor único de sus productos, sino también al compromiso familiar. Toda la familia participa en el proceso, el papá Daniel Balquinta, la madre, Josefa San Martín, los tíos –Fabián Balquinta y Marta Lafuente– que son los que comercializan en La Plata los productos, las hermanas que apoyan y la novia, María Emilia Alvarez, desde la crianza de las ovejas hasta la comercialización de los productos. «El aire es distinto en el campo», dice Facundo, reflejando el amor por la vida rural que ha heredado de sus abuelos y que ahora comparte con sus padres y hermanos.
Termas Tapalqué: ruralismo y relax
Las historias de los pequeños productores que viven en Tapalqué son un imán para los amantes del turismo rural, quienes en este destino encuentran un doble incentivo: extensos campos y un complejo termal de primer nivel, donde la vista se llena de verde y no hay rastro de edificios.
La ciudad, con poco más de 9,000 habitantes, está ubicada a unos 270 km de la Capital Federal. Su trazado cuadricular alrededor de la Avenida Principal, la 9 de Julio, ofrece todo lo necesario para un fin de semana espectacular. Disfrutar de una buena comida, explorar el impecable predio de Termas Tapalqué, respirar aire libre en el balneario sobre el arroyo y conocer la cultura ancestral bonaerense, son solo algunos de los atractivos que hacen de Tapalqué mucho más que un simple pueblo de totorales, como lo llamaban los pueblos originarios araucanos antes de la llegada de los españoles.
En invierno, nos ponemos el traje de baño para relajarnos en las aguas cálidas de una de las termas más cercanas y accesibles dentro de la provincia de Buenos Aires.
Las piscinas de aguas termales del Complejo Termas Tapalqué, con diferentes grados de temperatura, están en un moderno edificio sin barreras arquitectónicas y con todas las comodidades necesarias para un descanso pleno.
Además, el edificio se integra perfectamente con el entorno natural que rodea al complejo, lo que nos da la sensación de estar en contacto permanente con la naturaleza.
En las termas, se encuentra todo lo necesario para un merecido descanso de fin de semana sin preocupaciones: desde alquiler de batas y toallones, hasta una rica comida o la posibilidad de relajarse con una amplia variedad de servicios como reflexología, tratamientos dermocosméticos, reiki, apertura de registros akáshicos, armonización de chakras o sanación angelical.
En cada visita a Tapalqué, la promesa es la misma: un regreso inevitable a este pueblo que combina la vitalidad del campo con el relax de las termas, y donde cada producto tiene una historia que contar.