Por Mariángeles Guerrero
«Cátedra Abierta Movimiento Nacional Campesino Indígena -Somos Tierra» es el nombre del espacio educativo de la organización rural y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Consta de cuatro clases virtuales y asincrónicas brindadas por integrantes del MNCI-ST. A lo largo de estos encuentros, las y los protagonistas de las luchas campesinas relatan sus experiencias y brindan sus perspectivas de formación acerca del derecho a la tierra y el agua, la producción, la soberanía alimentaria, la agroecología y el derecho a la educación en el campo..
El curso llamado «Semillas de resistencia en América Latina y el Caribe» permite ser autoadministrado, a partir de una serie de sesiones grabadas por el movimiento campesino a las que ya se puede acceder a través de la plataforma educativa de Clacso, cargadas en el canal de YouTube de la institución. “Los objetivos de este espacio están relacionados con comprender la vigencia de la cuestión agraria y de la defensa de la tierra en la perspectiva indígena y del campesinado latinoamericano, a partir del estudio empírico de los derechos campesinos”, indican desde la entidad.
Desde Clacso resaltan la necesidad de “incorporar un genuino diálogo de saberes y una recuperación de la voz de los territorios en disputa de nuestra región, particularmente en Argentina, enmarcado en una lucha internacional por los derechos campesinos”. El perfil pensado no es el de una clase magistral donde algún docente brinda una clase y, por lo general, quienes la toman son estudiantes de posgrado, sino una cátedra donde los movimientos sociales y sus militantes puedan dar una explicación y contar las experiencias de trabajo.
Que las clases estén a cargo de las y los integrantes del movimiento es, sin dudas, una apuesta política. Así lo marca desde Mendoza Oscar Soto, integrante del MNCI-Somos Tierra y del Centro de Educación, Formación e Investigación Campesina (Cefic). Destaca que esta propuesta incorpora la palabra de personas, mujeres sobre todo, que cotidianamente defienden la tierra ante el avance del extractivismo y que, por primera vez, participarán de un espacio de este tipo. “Nos parecía interesante visibilizar lo que estamos haciendo y lo que venimos construyendo, pero hacerlo desde el reverso más profundo de la lucha, que son esas mujeres que vienen sosteniendo los territorios. Creo que eso es lo más novedoso que la cátedra aporta”, explica.
Las mujeres a las que alude Soto viven y trabajan la tierra en Salta, Jujuy, Mendoza y Córdoba. Y participan del MNCI-Somos Tierra desde sus orígenes. «Son la memoria viva del movimiento, y que sean ellas las que ‘den cátedra’ es disputar lo académico, pero también lo político. Significa que nosotros como movimiento tenemos algo para decir», puntualiza.
Señala que las voces y experiencias campesinas e indígenas muchas veces están invisibilizadas. «Que tengamos una plataforma internacional como la de Clacso nos parece una buena instancia para mostrar que el campesinado tiene resistencia, tiene lucha y tiene mucho para aportar en la crisis ecológica y civilizatoria en la que estamos», considera.
«Para lo económico, para la inflación y para lo ecológico, el campesinado tiene una propuesta, que es la agroecología, la soberanía alimentaria y los derechos campesinos. Hay toda una semántica que el movimiento campesino ha desarrollado y hay que prestarle atención, hay que estudiarla y sobre todo militarla más. Porque ese es el fuerte de estas organizaciones: tener respuestas más que reclamos a este sistema», sostiene.
Soto cita a Paulo Freire y recuerda que “todos tenemos algo para enseñar y todos tenemos algo para aprender”. Esa fue una de las enseñanzas que dejó el pedagogo brasileño, a partir de su trabajo como educador preocupado por generar herramientas educativas para la emancipación de sectores como el campesinado latinoamericano de los años 60. En esa clave, el integrante del MNCI Somos Tierra afirma que «el movimiento campesino, y en general las organizaciones populares de Argentina y de América Latina, hoy también aportan la necesidad de volver a pensar la horizontalidad».
La reivindicación de la memoria y de la historia colectiva implica reconocerse parte de las luchas de las Ligas Agrarias de los 70, de los movimientos de desocupados de los años 90 y de la emergencia de nuevas experiencias políticas a partir de la crisis de 2001. «En esa época se armaron organizaciones en conjunto con puesteros, crianceros y comunidades indígenas que venían sufriendo la crisis. Y hubo algo muy fuerte en los comienzos, que fue la autonomía, la lógica asamblearia y horizontal. En términos formativos, eso es algo a recuperar en estos contextos en que estamos tan desorientados por la crisis de los proyectos políticos y por las crisis económicas. Me parece importante volver a pensar esos espacios de acumulación política de resistencia», indica.
Si bien la cátedra está dictada por el MNCI-Somos Tierra, el objetivo es que sea un espacio para la reflexión, no solamente en Argentina sino en otros países y en América Latina, ya que es el alcance que tiene la plataforma de Clacso.
Preguntas colectivas para pensar el movimiento campesino
“El autoritarismo que quiebra nuestras experiencias educativas, inhibe, cuando no reprime, la capacidad para preguntar. La naturaleza desafiante de la pregunta tiende a ser considerada, en la atmósfera autoritaria, como provocación a la autoridad”. La frase fue dicha por Freire, en sus conversaciones con el educador chileno Antonio Faúndez, editadas con el título «La pedagogía de la pregunta».
Son, justamente, preguntas pensadas colectivamente las que dan forma al contenido del curso. Dos de ellas, disparadoras, vertebran las cuatro clases: «¿Tiene el campesinado y los pueblos indígenas latinoamericanos aportes para la actual crisis ecológica y civilizatoria global? ¿Cuáles son las agendas urgentes que debemos construir los territorios rurales organizados junto con los espacios de investigación, con las ciencias sociales y con la academia en general?«.
Dichos interrogantes fueron generados a través del intercambio al interior del MNCI-Somos Tierra, cruzando reflexiones desde Mendoza a Jujuy, pasando por Córdoba. “Lo primero que nos preguntamos es qué podíamos aportar desde la organización, en un contexto en el que no sólo las organizaciones sino también las ciencias sociales vienen siendo atacadas a nivel nacional. Pensamos qué preguntas podíamos hacernos desde la organización, que les sirvieran también a quienes podían ver la cátedra: no sólo miembros de organizaciones, sino también académicos y estudiantes”, afirma Soto.
Pero las preguntas que, en clave de educación popular, plantean reflexiones actuales e invitan al diálogo se replican en cada clase. Por ejemplo: ¿Cómo se organizan el campesinado y los sujetos que habitan nuestras zonas rurales hoy? ¿Qué vale más: el derecho a la propiedad privada o el acceso a agua potable, la vivienda digna, las vías de acceso a una mejor vida? ¿Cuáles son los desafíos actuales de la soberanía alimentaria? ¿Cuánto ha avanzado la agroecología en los últimos años? ¿Cuáles son las articulaciones necesarias entre el saber popular y nuestras universidades?
Cuatro encuentros para enseñar y aprender sobre las luchas campesinas
Soto subraya que cada clase se grabó «con el esfuerzo de las y los campesinos e indígenas yendo a distintas partes de Mendoza o de Córdoba, a grabar en las fincas y en los espacios de producción de los compañeros del movimiento».
En la primera clase el eje es el itinerario de la lucha campesina en América Latina, haciendo énfasis en los procesos de politización que se dieron en Argentina desde fines del siglo XX y comienzos del XXI. En la segunda, se aborda la problemática del actual modelo de producción, en el que menos del tres por ciento de los productores controlan la mitad de la producción. También pone sobre la mesa la falta de políticas públicas para proteger a la agricultura familiar, campesina e indígena y cómo eso socava los modos de vida en la ruralidad y la soberanía alimentaria de la población.
La tercera clase es sobre soberanía alimentaria y agroecología. En ella se aborda la vida campesina indígena como una cultura ancestral, inseparable del territorio. En el cuarto encuentro se focaliza en la concepción de educación como proyecto político en el marco de la lucha de los movimientos campesinos de América Latina. Y se detallan experiencias formativas generadas desde las organizaciones y los diferentes problemas que enfrentan.
Soto detalla: “Aprovechamos que veníamos de una coyuntura en Mendoza de lucha por nuestro espacio de formación político pedagógico, que era la Escuela Campesina de Agroecología, y que en 2022 el gobierno de Mendoza decidió finalizar el convenio por el cual nuestros compañeros tenían un título reconocido por la Dirección General de Escuelas”. La pregunta orientadora es «¿qué acciones debemos tomar para construir una educación popular campesina en nuestros territorios?».
Los orígenes de la creación de la cátedra abierta se remontan a 2019, cuando se inauguró en Mendoza el Centro de Educación, Formación e Investigación Campesina, de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra (UST) y del MNCI-Somos Tierra, que actualmente también forma parte de Clacso. Antes de ese año, ya articulaban con Clacso en seminarios en los que participaban integrantes de la organización en calidad de invitados.