Es complicado esbozar unas líneas claras y precisas con las emociones a flor de piel. Sacar conclusiones desde lo periodístico, en medio de un Obelisco plagado de banderas argentinas y en plena celebración, resulta una tarea difícil: la algarabía no permite poner los pies sobre la tierra.
Sin embargo, luego de atravesar media Buenos Aires a pie, conseguir un transporte bendito y llegar finalmente hasta casa, me permito refrescar mis ideas por unos minutos, procesar conceptos y sacar algunas conclusiones que logren matizar esta final.
Como primera definición, ha quedado más que clara la desorganización por parte de Estados Unidos para un evento de esta magnitud, principalmente en este encuentro definitorio. Y faltan menos de dos años para el próximo Mundial, que ellos mismos organizarán.
A los campos de juego en deplorable estado, ya denunciados con anterioridad por varios protagonistas, hay que sumarle la gente amotinada sin garantías para ingresar a ver esta final (y que encima inició casi una hora y media después de su horario fijado).
En fin, se podría estar toda la madrugada mencionando un sinfín de detalles que intentaron empañar esta fiesta del fútbol. O Soccer, según algunos ignorantes de la materia.
Pero lo ocurrido en el campo de juego, ya con el resultado puesto, permite desviar el foco de lo relevante hacia lo sanguíneo, como lo fue esta nueva victoria argentina en Miami.
El partido más difícil de la Copa América
El encuentro fue complejo, con una Colombia dirigida por nuestro compatriota Néstor Lorenzo que apostó a la tenencia constante y una salida pausada, que por momentos se volvía un dolor de cabeza de la mano de un James Rodríguez sublime.
Con pases filtrados de su capitán y varias definiciones deficientes de los atacantes colombianos, transcurrieron los primeros 25 minutos del cotejo, sin demasiados brillos y con una precaución constante para el conjunto de Scaloni.
Argentina, viéndose superada por el conjunto cafetero, busco sacar provecho de un Lionel Messi diezmado físicamente, que ni siquiera disputó los 30 minutos suplementarios. Ángel Di María, quién disputó su último partido en el seleccionado, apenas lograba desequilibrar a una sólida defensa colombiana.
Con algunos esbozos de su calidad individual, la Albiceleste apenas pudo generar peligro serio en la primera etapa. Julián Álvarez, con su presión insistente, fue quién logró lucirse en la faceta ofensiva. En lo defensivo, el seleccionado encontró sus mejores valores en esos primeros 45 minutos de juego.
En la segunda mitad, con una Colombia ya dispuesta a todo por el todo, se evidenció una mejoría para nuestro seleccionado. La posesión, más repartida, era aprovechada con mayor lucidez por Argentina, quién se encontró en medio de su crecimiento colectivo con dos potenciales penales, obviados por el VAR y Raphael Claus.
Di María, en conjunto con el mediocampo argentino casi en su plenitud, se encontró con una mayor variedad de armado colectivo y ocasiones de peligro, aunque sin las circunstancias idóneas para sacar ventaja en el marcador.
Las lesiones de Messi y Gonzalo Montiel, golpes anímicos innecesarios para ese crecimiento del conjunto Albiceleste (además de ser posibles ejecutantes en una definición por penales), fueron gratamente opacadas por las entradas de Molina y Nicolás González, quién sufrió la anulación de un gol por un offside previo.
Ya en tiempo suplementario, lejos de verse un cansancio en el planteamiento táctico, Argentina continuó cediendo la posesión pero con la seguridad de tener el compromiso dominado en todo momento.
Colombia, por su parte, evidenció el desgaste y sus variantes ofensivas dieron muestra de una idea que ya no era contundente: el todo por el todo ya había quedado en el pasado. Apenas Juanfer Quintero, quién ingresó por James, ofreció un aire fresco a las intenciones cafeteras.
En paralelo, los ingresos del Toro Lautaro Martínez, Leandro Paredes y Giovanni Lo Celso cambiaron una vez más la ecuación del encuentro. Con la idea de ceder el balón, las salidas rápidas, un arma usada por Colombia en gran parte del compromiso, pasaba a ser la mejor alternativa Argentina para romper el cero.
Y cuando el encuentro parecía no vaticinar un camino distinto que no sea el de los penales, un quite de Paredes en el mediocampo, con una rápida salida entre Martínez, Leandro nuevamente y Lo Celso, le permitió al Toro sacar provecho de un pase magistral de Gio para estampar el 1 a 0.
El tanto liquidó las ilusiones colombianas, quienes no ofrecieron resistencia ni alternativas en los minutos finales para cambiar el rumbo del cotejo. El pitazo final de Claus hizo estallar la algarabía de los jugadores y de nosotros, hinchas presentes y seguros de ser parte de este nuevo éxito.
Los datos de la final
Los números fríos dirán que Argentina apenas tuvo el 44% de posesión; generó 11 situaciones de gol contra 19 de su rival y jugó la mitad del partido sin su máxima estrella.
Los números reales marcarán que obtuvimos nuestra 16° conquista en la Copa, posicionandonos en lo más alto de la cita.
Otros datos dirán que Argentina cortó una racha de 28 partidos que tenía Colombia sin conocer la derrota. Justamente, desde que Argentina le ganó al comienzo de esa serie invicta.
También que se aseguró un lugar en la Finalissima 2025 ante España, campeón de la Eurocopa, que venció a Inglaterra por 2 a 1, en la final de ese torneo que se disputó en Alemania y terminó apenas una horas antes del partido en Miami.
Sin embargo, lo que más genera sensibilidad a la hora de celebrar esa importante victoria, la cuarta de manera consecutiva (Copa América 2021, Finalissima 2022, Mundial 2022 y Copa América 2024), sea el cierre de una etapa para muchos de los protagonistas de esta marea de éxitos para la Argentina.
Este domingo fue la despedida de Di María y Franco Armani del seleccionado nacional. Nicolás Otamendi, Germán Pezzella, Guido Rodriguez y quizás Messi son algunos de los próximos futbolistas que le dirán adiós a nuestra Selección, con vistas al próximo Mundial 2026.
Con todo lo anterior mencionado, dejo las reflexiones de lado y vuelvo a reflejar las emociones del logro conseguido.
Apago la compu y renuevo mis pensamientos con la almohada. Ya habrá espacio para una mirada más fría y equilibrada de los hechos que acontecieron en la noche del domingo y madrugada del lunes.
Aún me permito explotar de emoción, porque en tiempos donde los sinsabores pueblan nuestras calles y los hogares se destiñen por el peso de los fracasos de otros, la bandera Albiceleste vuelve a flamear en lo más alto del continente.
Salud campeón.