Israel, a pesar de una destacable pero impotente presión diplomatica de la «Comunidad Internacional», continúa adelante con lo que a esta altura nadie puede negar, a menos que sea cómplice de ello o se deje engañar por la narrativa del sionismo, como un verdadero genocidio en la Franja de Gaza.
Este lunes, después de semanas de amenazas, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han llamado a los palestinos que se encuentran en el este de Rafah a una evacuación hacia una zona humanitaria frente a lo que podría ser el comienzo de una masiva ofensiva terrestre en el sur del enclave.
En otras palabras, mientras más de 100.000 personas están siendo movilizadas en la parte oriental de la localidad, todo parece indicar que estamos en la antesala de una gran catástrofe humanitaria. Con la excusa de eliminar a Hamas, la vida de 1.5 millones de palestinos hacinados en Rafah – gran parte de ellos desplazados por la agresión israeli – se encuentra en grave peligro.
Las cifras del genocidio
Sin entrar en detalle en todo lo que precede al comienzo de la agresión de Israel, es decir un evidente sistema de apartheid contra la población palestina, es necesario tomar dimensión del accionar genocida del gobierno hebreo. Veamos, entonces, un balance no definitivo realizado por las autoridades al 28 de abril.
En la Franja de Gaza, como resultado de los ataques de Israel, más de 34.380 seres humanos fueron asesinados y al menos 77.400 resultaron heridos. En Cisjordania, incluida Jerusalén, el número asciende a 491 asesinados y más de 4.900 heridos. Entre la cifra total de muertes se cuentan 14.000 niños, 9.100 mujeres y al menos 1.049 adultos mayores.
Existen aproximadamente 8.100 personas desaparecidas bajo los escombros, con o sin vida. Entre ellos al menos 4.000 niños. En la misma línea, 491 miembros del personal de salud y 67 miembros del personal de Defensa Civil y Rescate han sido asesinados.
Del mismo modo, 252 trabajadores humanitarios fallecieron a causa de los ataques: 183 de la ONU, 27 de la Media Luna Roja Palestina y 42 de otros organismos. También fueron víctimas 141 periodistas y miembros del personal de prensa.
En el enclave palestino, 1.93 millones de personas fueron desplazadas por la fuerza, lo que equivale a más del 83% de la población de la Franja. La agresión israelí, además, causó la destrucción de 50 instalaciones de la UNRWA (ONU) y el 60% de las unidades de vivienda. En cuanto al sistema sanitario, tan solo 10 de 36 hospitales de la Franja están parcialmente operativos.
Por otra parte, según el Servicio de Acción contra las Minas de las Naciones Unidas (UNMAS), en el territorio existen 37 millones de toneladas de escombros, entre las que se encuentran más de 800.000 toneladas de asbesto. El UNMAS, asimismo, calculó que podría haber unas 7.500 toneladas de artefactos explosivos sin detonar por todo el enclave, algo podría llevar hasta 14 años limpiar.
Crímenes de guerra
La Corte Penal Internacional (CPI), según medios israelíes, se encuentra sopesando desde hace semanas una orden de captura internacional contra el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, su ministro de Defensa, Joav Galant, y el jefe del Estado Mayor, Herzi Halevi.
El tribunal internacional, ubicado en Paises Bajos, tiene como facultad juzgar a personas acusadas de cometer genocidio, guerras de agresión, crímenes de guerra o delitos de lesa humanidad. Y como hemos visto, en este caso, motivos no faltan.
Más allá de que es poco probable que una decisión de tales características frene la agresión de Israel en la Franja de Gaza (no lo hizo la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que exigía un alto el fuego), un eventual pedido de captura de la CPI demostraría que el blindaje internacional a Israel se encuentra en su fase terminal.
Por ello, según el medio israelí Maariv, el premier del gobierno hebreo está «extremadamente alarmado» y realizando «un maratón de llamadas telefónicas» con el objetivo de presionar a la CPI a que se abstenga de dicha medida. Sus declaraciones, durante la última semana, lo han evidenciado.
Netanyahu llamó a «los líderes del mundo libre» a evitar que el tribunal internacional dicte posibles órdenes de detención, argumentó que tal decisión sería un «escándalo de proporciones históricas» e incluso se animó a calificarla como un «crimen de odio antisemita sin precedentes».
El pasado domingo, asimismo, sostuvo que una acción así podría socavar «el derecho más básico» de Israel a defenderse e implicaría «una grave mancha en el mero concepto de justicia internacional»
Mientras tanto, la censura
En los primeros días de abril, el Parlamento de Israel aprobó una normativa que le otorga al gobierno la facultad de impedir que las cadenas de noticias extranjeras puedan operar en el país si los servicios de seguridad la consideran un peligro para la nación.
Finalmente, este domingo, cuando todo indica que la operación terrestre en Rafah será realizada en los próximos días, el gobierno ordenó el cierre del canal catarí Al Jazeera. «El gobierno encabezado por mí decidió por unanimidad: el canal de incitación Al Jazeera será cerrado en Israel», declaró el premier en sus redes sociales.
Del mismo modo, el ministro de Comunicaciones, Shlomo Karhi, afirmó que «nuestras órdenes entrarán en vigor inmediatamente. Ha pasado demasiado tiempo y ha habido demasiados obstáculos legales innecesarios para detener de una vez la bien engrasada maquinaria de incitación de Al Jazeera, que perjudica la seguridad del Estado».
La complicidad norteamericana
Más allá de que Estados Unidos busca desacoplarse de Israel para reforzar su giro geoestratégico hacia el Indo-Pacifico, la complicidad norteamericana en lo que sucede en la Franja de Gaza es inocultable.
Mientras discursivamente rechaza la operación en Rafah, por abajo, envía armamento a Israel para ser utilizado en el enclave, niega la creación del Estado Palestino en la ONU, amenaza a la CPI con sanciones en caso de emitir una orden de arresto y reprime a los estudiantes universitarios que se manifiestan en contra del genocidio.
Según la Associated Press, desde el inicio de las protestas estudiantes en las universidades estadounidenses, la Policía ha arrestado a 2.200 manifestantes en 43 establecimientos educativos repartidos a lo largo de todo el país. Cuestionar a Israel, en el país que se auto declara como el bastión de la democracia en el mundo, puede ser un peligro.
El miércoles, la Cámara de Representantes aprobó la «Ley de Concientización sobre Antisemismo», que busca ampliar su definición la línea que establece la Alianza Internacional para la Rememoración del Holocausto. En caso de aprobarse en el Senado, comparar las políticas contemporáneas de Israel con las llevadas adelante por el nazismo será, bajo la normativa estadounidense, un acto antisemita.
Sin embargo, las palabras de Hala Rharrit, ex portavoz de lengua árabe del Departamento de Estado e importante diplomática de carrera norteamericana, quien dimitió de su cargo por la postura de la administración Biden en el conflicto, retratan mejor la complicidad norteamericana.
«Fue devastador saber que eran nuestras bombas las que estaban matando a esos niños, con toda probabilidad. Y fue más devastador aún saber que, a pesar de todas sus muertes, seguimos enviando más armas porque de alguna manera pensamos que esa es la solución. Es una locura. Lo que necesitamos es diplomacia, no armas», sostuvo Rharrit en una entrevista con el Washington Post.
Israel cada vez más aislada
Sin contar al gobierno de Estados Unidos, donde el lobby israelí persiste y mantiene una estrecha relación con su política exterior, lo cierto es que Tel Aviv se encuentra cada vez más aislada y repudiada por una Mayoría Mundial que rechaza el genocidio en la Franja de Gaza. Muestra de ello, impensable en otros tiempos, fue la decisión de Colombia, oficializada la semana pasada, de romper los lazos diplomáticos con Israel.
El presidente colombiano, Gustavo Petro, sostuvo el viernes que su país «no puede estar al lado de un genocidio» y llamó a respetar el derecho internacional para «detener la barbarie». El mandatario, asimismo, expresó que en la actualidad «la diplomacia es la expresión del poder económico y militar» e indicó que, en cambio, debe ser «razón de los pueblos, y su objetivo no debe ser otro que la paz y la vida de la humanidad en toda su diversidad».
De esta manera, el país latinoamericano se ha sumado a una importante lista de países que, por distintos motivos, no mantienen relaciones diplomáticas con Israel: Argelia, Arabia Saudita, Afganistán, Bolivia, Bangladesh, Bután, Brunei, Corea del Norte, Chad, Comoras, Cuba, Catar, Irán, Irak, Indonesia, Kuwait, Líbano, Mali, Marruecos, Mauritania, Malasia, Omán, Pakistán, Siria, Somalia, Sudán, Túnez, Venezuela, Yibuti y Yemen.
En la misma línea, en los últimos días, El Ministerio de Comercio de Turquía anunció la suspensión de las relaciones comerciales con Israel hasta que se permita el ingreso de asistencia humanitaria a la Franja de Gaza y precisó que «ha comenzado la segunda fase de las medidas tomadas a nivel estatal y se han detenido las transacciones de exportación e importación relacionadas con Israel, que abarcan todos los productos». La impunidad, dicho de otro modo, tarde o temprano trae costos.