El malintencionado clip publicado por el sitio oficial de la Casa Rosada el último 24 de marzo sigue despertando polémicas y controversias. Los testimonios de la cinta vuelven sobre la teoría de los dos demonios, relativizando la política de sangre y terrorismo de Estado que impuso el gobierno militar para modificar la estructura económica del país.
Ramiro Ortega Peña, hijo del abogado y exdiputado Rodolfo Ortega Peña, inició una querella contra el gobierno de Javier Milei y contra Juan Bautista “Tata” Yofre, quien fue director de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) durante el menemismo.
Yofre participó en el material difundido por el Gobierno, donde rinden honor al Día por la Memoria, la Verdad y la Justicia “Completa”, y por eso ahora están acusados de “injurias”. En él, sugirió que la política de reparación a las víctimas del terrorismo de Estado “se hizo por plata”, y mencionó a Ortega Peña como responsable.
“El relato es cruel y mentiroso”, dice Ortega Peña hijo, y exige que desde el Gobierno se retracten y “modifiquen el contenido del video”. Además, remarcó que el motivo de la querella es la búsqueda del derecho a la verdad en relación al asesinato de su padre, cometido el 31 de julio de 1974, por la Triple A.
¿Por qué y para qué miente?
Yofre es presentado como “escritor”, evitando mencionar sus otros trabajos y sus vínculos con el círculo militar. Una de las primeras cosas que menciona en el material audiovisual son sus quince libros sobre “lo que vivió mi generación”.
“El secretario de Derechos Humanos era Eduardo Luis Duhalde, que junto con su socio en el estudio Rodolfo Ortega Peña, eran los abogados del ERP. Y se hizo por plata, porque hubo un reconocimiento a quienes habían destrozado a la Argentina y se quedaron con mucho dinero (…) estamos hablando de 200 mil dólares para cada uno”, dice.
¿Puede Yofre desconocer que Ortega Peña había sido asesinado en julio del 74? El crimen estuvo en las tapas de todos los diarios, porque la víctima, quien antes había sido abogado de obreros, sindicatos, defensor de presos políticos en la dictadura de Lanusse, editor de libros, historiador y militante peronista, era diputado nacional.
Ortega Peña era parte de la generación sobre la que Yofre escribió sus quince libros. El hijo del diputado y abogado habla también sobre la anacronía del planteo respecto a la figura de su padre.
Las leyes reparatorias existentes, y por las cuales se pagan las indemnizaciones que el ex director de la SIDE critica, fueron proclamadas por el gobierno de Carlos Menem, que él mismo integraba, 15 años después del asesinato del diputado.
Ramiro se pregunta “¿por qué o para qué mienten?”. Cabe pensar que los dichos se suman al objetivo presidencial de desprestigiar a los organismos de derechos humanos, deslegitimar los juicios de Lesa Humanidad y relativizar los crímenes cometidos por la dictadura.
Entre otras cosas, parece buscar herir la idea colectiva que sostiene a la figura de Ortega Peña como abogado laboralista e intelectual referente del peronismo revolucionario de la década del 70.
Fusilado en pleno centro
El 31 de julio de 1974, Rodolfo Ortega Peña fue consultado por teléfono por un supuesto periodista de El Cronista Comercial. Quería saber hasta qué hora permanecería en el Congreso, para ir a hacerle una entrevista.
Ortega Peña le contestó que lo esperaba hasta las ocho de la noche. Pasada esa hora, y ante la ausencia del periodista, el diputado abandonó la Cámara con su compañera, Helena Villagra, y caminaron desprevenidos por Callao, hasta Santa Fe. Sabía que estaba condenado a muerte, pero no sabía cuándo sería.
El abogado laboralista se rehusaba a ser custodiado, optando por mostrarse en lugares abiertos y concurridos. No sabía que la maquinaria del crimen, que se posicionaba en una fina línea que separaba las instituciones democráticas del terror, se proponía debutar en público con su primer magnicidio esa misma noche.
Subieron a un taxi que enfiló hacia Carlos Pellegrini y Arenales, donde se detuvo para que los pasajeros bajasen. Pero mientras Rodolfo sacaba el dinero para pagar el viaje, un Ford Fairlane verde oscuro avanzó y frenó bruscamente frente al taxi. De él, descendieron tres hombres con los rasgos desfigurados por medias de mujer y armados con metralletas.
Uno de ellos puso rodilla en tierra y apuntó al diputado. Los tres abrieron fuego de forma fría y sincronizada. En segundos, una primera bala perforó la mejilla de Helena, saliendo por el otro lado. La mujer gritó y escuchó la respuesta de su marido, antes de ser alcanzado por una lluvia de balas.
Cuando levantaron el cuerpo, encontraron ocho balazos en la cabeza, uno en la muñeca, otro en el antebrazo y varios en el cuerpo. Eran las 22:15 y el crimen fue cometido a cien metros de la Comisaría 15ª de la Policía Federal.
Treinta días antes había muerto Juan Domingo Perón, dejando la presidencia en manos de su esposa María Estela Martínez, quien era asistida por su secretario privado, José López Rega, ex cabo de policía, brujo del culto Umbanda y vinculado con la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Autor intelectual de la fundación Triple A.
Compañeros de Ortega Peña acudieron a la Comisaría donde se encontraron con el jefe de la Policía Federal, Alberto Villar, quien con risas lo que los amigos del difunto ya sabían, que por la noche era quien conducía la Alianza Anticomunista Argentina.
La Triple A firmaría el crimen con puño y letra como una demostración de lo que se gestaba para los tiempos cercanos.
El presidente de la Cámara de Diputados, Raúl Lastiri, quien también era yerno de López Rega, sostén político de Villar, ofreció a la viuda el edificio del Congreso para velar a la víctima. Villagra, por supuesto, se negó y dispuso que el velatorio se realizara en la sede de la Federación Gráfica Bonaerense.
El ataúd estaba cubierto por una bandera de la guerra, con un crespón negro. Detrás, sobre una tela extendida, inscripta con pintura roja, la leyenda: “La sangre derramada no será negociada”.
“Esta muerte es una muerte clara. Se sabe de dónde viene. No ha muerto simplemente un diputado, sino un militante del peronismo revolucionario que tenía una vieja y consecuente lucha al servicio de la clase obrera y el pueblo”, afirmó Eduardo Duhalde.
“No nos cabe la menor duda que son precisamente los enemigos de esa patria socialista por la que luchó Ortega quienes lo asesinaron. No interesa demasiado la mano que empuñó el arma, sino de dónde proviene la orden de matar”, concluyó después del velorio.
Ortega Peña hijo reivindicó la figura de su padre y denunció que el Gobierno busca deslegitimar las luchas populares, destacando la necesidad de evitar que el discurso de Milei y Victoria Villarruel se expanda en la sociedad.
El querellante detalló las instancias procesales de la presentación realizada en sede judicial, cuyo paso inicial fue el envío de cartas documento, tanto a la Secretaría General de la Presidencia, como a Yofre, hace más de diez días. “No han dado respuesta desde ninguna de las partes ni han suspendido el video, por lo tanto, consideramos que al no responder están validando aquello que publicaron”, aseguró. “De no rectificarse, iremos a un juicio por el derecho a la verdad”.