“Hacemos lo que podemos con el cuerpo que tenemos”.
En Habitación Macbeth, Pompeyo Audivert engendra voces, tiempos y mundos en uno solo. La obra, que se presenta actualmente en el Teatro Metropolitan, ubicado en Av. Corrientes 1343 (CABA), lleva su cuarto año fundiendo los límites entre el teatro y otros órdenes.
Un espejo, una carta, luces y sombras que desdoblan a un mismo hombre y disuelven las fronteras donde el mundo se separa de lo fantasmagórico, lo sobrenatural, lo sagrado.
La tragedia de Shakespeare, en la que un noble y su esposa planean el asesinato del buen rey, es recreada para “compartir el peso de esta corona de sangre”. Un clásico que renace como unipersonal para evidenciar un mundo de cuerpos partidos que “le darán de comer a los buitres”.
Se trata de un arte que invita a “todos los muertos de Macbeth” para la denuncia: “¿Nadie lleva puesta su cabeza en este maldito país?”. Iniciada en pandemia, en el aislamiento de Mar del Sur, la obra de Audivert sigue implosionando en cada función hasta el presente. Cuando el mundo había quedado sin teatros, el artista encontró en su cuerpo el espacio para recrearlos.
Macbeth liminal
“-¡No soporto más estas resurrecciones! -Es teatro, mi amor, hay que perder el norte y equivocar la ruta”.
En un presente de cuerpos fragmentados, late el pulso de otros mundos y brotan en un mismo cuerpo que lo abarca todo. La habitación-Audivert repudia y vaticina y vive y muere y exhibe y acontece. En una entrega absoluta, muestra todo lo que un cuerpo puede cuando el arte sucede y lo que expulsa en su resistencia para revivir.
Se hace posible un cuerpo-instrumento, en un teatro-máquina sagrada, para sondear lo metafísico del mundo y encontrarle otra identidad. Porque, cuando la realidad estalla, los materiales encuentran otras combinaciones. “Macbeth, sonríe, estamos haciendo política”: entre traiciones y asesinatos, el arte transforma el mundo cuando lo permite ver.
Entonces, el teatro se vuelve a encontrar como único lugar posible para el acontecimiento, para lo vital. Reconociendo disputas y enmascaramientos, sospechando de sus límites, se ve lo sustancial de la realidad. Una de las voces recuerda: “A mí me gusta actuar, prefiero estar arriba y no allá abajo, entre los huesos”.
El artista se mueve en un espacio negro, con unos pocos objetos, y encuentra el modo de habitarlo. Allí, donde se mata el tiempo para desalienarlo, para que las encarnaciones sucedan.
Habitar en la repetición
Ediciones Atuel publicó Habitación Macbeth. Versión libre para un actor de Pompeyo Audivert sobre el original Macbeth de William Shakespeare. En la tapa, una xilografía del abuelo de Pompeyo (1900-1977), de la serie “Los reyes”, recuerda un arte donde cada copia es un original.
Al público, el actor-médium afirma: “Estamos haciendo lo mismo hace milenios. Ustedes allí, en la sombra, y yo aquí, haciendo lo que nadie se atreve a hacer: la cosecha”. Es en la repetición, de función a función, donde se revela que nada es idéntico.
Todos los personajes/fantasmas actúan yuxtapuestos en un nuevo tiempo y espacio, con morales, destinos e historias entremezcladas. El mundo es de cadáveres y solo el escenario es siempre inventivo. “-Momento… esta escena ya la vivimos -No, mi amor, esto está pasando ahora”.
Es así que el arte puede encontrar otras formas posibles. Suspende lo dado y encuentra nuevos modos, nuevas habitaciones: “Nada existe para mí, sino lo que no existe todavía”.
La disputa por un cuerpo y una voz. “Siempre es igual, llega este momento y tu maldita lengua me arrebata el poder que otra maldita lengua me otorgara”. El teatro es una maquinaria que se arma para revelarnos como seres de otredad, ficcionales, un cuerpo que no para de resurgir.
Y el movimiento es infatigable, frente al fin del mundo, de la especie, de los teatros… “Aunque no lo puedas creer, siempre vuelves a nacer”.