En Medio Oriente, a pesar de la resolución de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la que se exigió un cese al fuego, Israel continúa con su brutal agresión contra la Franja de Gaza. Y más allá del discurso crítico contra el accionar del Estado hebreo, en Washington, continúan con el constante flujo de asistencia militar a Tel Aviv.
En Rusia, por otra parte, siguen las repercusiones del atentado terrorista ocurrido en el Oblast de Moscú. Esta semana nuevas pruebas dieron cuenta de la huella ucraniana que, a pesar de la negación de Occidente, se hace cada día más evidente. Mientras tanto, Europa profundiza su discurso belicista, diagnosticando una situación prebélica.
La hipocresía de Estados Unidos
Esta semana, según reportó el Washington Post, la administración de Joe Biden aprobó «discretamente» una nueva e importante transferencia de equipo militar a Israel valuada en «miles de millones de dólares». El hecho se produjo tan solo algunos días después de que el Consejo de Seguridad de la ONU, con abstención de Estados Unidos mediante, votase a favor de una resolución en la que se exigía un alto el fuego al país hebreo en la Franja de Gaza.
Según funcionarios del Pentágono citados por el diario norteamericano en condición de anonimato, el nuevo paquete de asistencia militar contiene 1800 bombas MK84 de 2000 libras como así también 500 MK82 de 500 libras. Las primeras, que son conocidas por capacidad de destruir manzanas enteras de ciudades, han estado relacionadas con masacres de civiles al ser utilizadas por Israel durante la ofensiva en el sur del enclave palestino.
De esta manera, para la administración Biden, el peso de los grupos de interés pro-Israel en Washington parece ser mucho más grande que los costos que le trae mantener el respaldo a una de las campañas militares más agresivas en la historia moderna. Tanto la fractura interna que produce el conflicto en el Partido Demócrata como el desprestigio internacional son parte del precio a asumir.
Todos los caminos conducen a Ucrania
Como detallamos en Nota al Pie, tras el brutal ataque terrorista ocurrido en el Oblast de Moscú el pasado 17 de marzo, la Federación de Rusia se encuentra investigando la arquitectura completa del peor atentado en suelo ruso en las últimas dos décadas. En ese sentido, a pesar de que el andamiaje mediático vinculado a los intereses atlantistas se encuentren empecinado en desligar a Ucrania del ataque, día tras día surgen nuevos indicios de que Kiev estuvo involucrada.
El jueves, el Comité de Investigación de Rusia aseguró que «como resultado del trabajo con los terroristas detenidos, del examen de los dispositivos técnicos que se les incautaron e información sobre sus transacciones financieras, se obtuvieron pruebas de sus vínculos con los nacionalistas ucranianos».
En esa línea, el organismo reveló que los islamistas radicales que resultaron los autores materiales del atentado terrorista «recibieron importantes cantidades de dinero en efectivo como en criptodivisas de Ucrania, que se utilizaron en la preparación del crimen».
Del mismo modo, el viernes, el Comité confirmó que «siguiendo instrucciones del coordinador, tras cometer el delito, los terroristas se desplazaron en coche hacia la frontera ruso-ucraniana para cruzar, llegar a Kiev y recibir la recompensa que les habían prometido».
Europa en situación prebélica
Desde el día que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, sostuvo que no descartaba enviar tropas occidentales a Ucrania, los discursos belicistas de muchos de los gobiernos europeos -especialmente de aquellos que más cercanos a la Federación de Rusia se encuentran- se han profundizado. Sea una estrategia para justificar una carrera armamentista o sea un mensaje planificado para preparar a la población, la realidad es que las advertencias de un futuro conflicto bélico a gran escala ocupan cada vez más lugar en la narrativa de las élites europeas.
El viernes, por medio de una entrevista con El País, el primer ministro de Polonia, Donald Tusk, fue quien hizo un diagnóstico en esa dirección. Según el premier polaco, Europa transita «una época de preguerra» en donde «cualquier escenario es posible». En esa línea, sostuvo Tusk, el viejo continente «no había vivido una situación así desde 1945».
«Sé que suena devastador, sobre todo para la gente de la generación más joven, pero tenemos que acostumbrarnos mentalmente a una nueva era. Estamos en una época de preguerra. No exagero. Cada día es más evidente», aseguró Tusk, quien es uno de los dirigentes europeos que mantiene las posiciones más duras contra el gigante euroasiático.
En ese sentido, la máxima autoridad polaca instó a los gobiernos europeos a aumentar la inversión en materia de Defensa e indicó que «no existe ninguna razón para que los europeos no respeten el principio fundamental de la OTAN de gastar mínimo del 2% del PBI en Defensa».