Estados Unidos, desde hace tiempo, ha definido a China como un rival sistémico.
Su declive como hegemónico en el sistema internacional contrasta de manera inequívoca con el ascenso de Pekín como potencia emergente, generando como consecuencia una confrontación que resulta evidente en múltiples dimensiones, siendo la región del Indo-Pacifico uno de esos escenarios.
En ese sentido, la alianza militar AUKUS, conformada por la triada Australia-Reino Unido-Estados Unidos, representa uno de los elementos importantes a la hora de analizar el giro geoestratégico de Washington en el marco de la confrontación con China. Y su posible expansión, asimismo, un síntoma de la profundización de la belicosidad norteamericana en ese frente.
La ampliación del AUKUS
El pasado 19 de marzo, el portal de noticias estadounidense Político publicó un artículo en el que detalló la pretensión del eje Washington-Londres de ampliar la alianza AUKUS con la incorporación parcial tanto de Japón como de Canadá para fines del 2024.
Según el medio norteamericano, citando diplomáticos de alto rango involucrados en las conversaciones, el apresurado deseo de ampliación se corresponde con un temor compartido: una eventual victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de EEUU.
La justificación que por estas horas manejan en la triada Washington- Londres-Canberra es que si Trump es capaz de amenazar con la salida de Estados Unidos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), una alianza militar con mucha más envergadura política e histórica, nada le impediría desechar el AUKUS. En consecuencia, una ampliación del pacto con socios como Japón o Canadá, por lo menos en lo que corresponde a la colaboración en tecnología militar, podría complicar al magnate tal decisión.
Lo cierto, sin embargo, es que Trump no ha hecho hasta el momento ninguna declaración pública respecto al AUKUS. Si bien es real que, bajo la lógica transaccional del «Estados Unidos primero», en una presidencia de Trump existen ciertos aspectos del pacto que podrían entrar en evaluación, desde China sostienen que atar la ampliación de la alianza militar al resultado electoral norteamericano es, de mínima, ingenuo.
Por el contrario, independientemente de quien se encuentre en la Casa Blanca, la presión sobre el gigante asiático parece ser un consenso, más allá de los importantes matices en relación a la intensidad, que es transversal al conjunto de la dirigencia política norteamericana. Y, en ese sentido, la militarización del Indo-Pacifico representa una de las principales estrategias vertidas desde Washington.
Un giro geoestratégico
La posible ampliación del AUKUS, así como numerosos acuerdos en materia de seguridad que se han anunciado desde su creación, no hace más que confirmar la decisión de Estados Unidos de poner a la región del Indo-Pacifico como el centro de gravedad de su esfuerzo geoestratégico. Un esfuerzo que se ha visto con claridad en otros mecanismos, alianzas e instancias que tienen un objetivo «anti-China» como el QUAD (Diálogo de Seguridad Cuadrilateral) o el ANZUS (Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos), entre muchos otros.
La peligrosa militarización del Indo-Pacifico, en ese sentido, es uno de los elementos que ponen de relieve la estrategia de Washington para crear una nueva arquitectura de seguridad regional con el fin de contener a China en ese vital espacio geopolítico.
Del mismo modo, más allá de la dimensión militar, consolida el objetivo de reducir las aspiraciones de autonomía estratégica de los diferentes países de la región que, por intereses compartidos, mantienen lazos o relaciones con Pekín.
En ese marco es donde la cuestión Taiwán, algo que representa una línea roja para China, resulta imprescindible para Estados Unidos. Si el Occidente angloamericano logra mantener la influencia estratégica sobre la isla evitará que el país gobernado por Xi Jinping no solo logre la tan deseada reunificación sino, que asimismo, impedirá que se convierta en una gran potencia marítima.