En 2004, Diego y Federico Duarte viajaron desde Formosa a Buenos Aires para estudiar y vivir junto a su hermana Alicia. El 15 de marzo, los mellizos ingresaron en el basural de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE), en José León Suárez.
Allí buscaban zapatillas o algo de valor que pudieran vendar y les permitiera comprar calzado para asistir al colegio. Esa noche, Diego, de tan solo quince años, ojos marrones y un peso no superior a los 60 kilos, se aventuró en la montaña de basura.
El terreno, al estar prohibido, se encontraba vigilado por la policía. Poco después, comenzaron a ser perseguidos por un móvil policial que solía ahuyentar a les jóvenes del basural. Los hermanos temían ser hostigados y golpeados, por lo que decidieron esconderse entre los desperdicios.
Federico logró escapar, pero Diego murió sepultado por los residuos que le arrojaron las topadoras. Un mes después de su fallecimiento, su hermano y único testigo declaró que “uno de los policías le decía al chofer del camión que les tirara la basura encima”.
Su familia, junto con las organizaciones de la Mesa Reconquista, denunció en reiteradas ocasiones el hecho y realizó movilizaciones para visibilizarlo. Sin embargo, 20 años después continúan exigiendo justicia.
Por esta razón, este viernes se llevará a cabo un acto en homenaje a Diego en Casa Elena y Salvador, ubicada en Gorriti 4301, en el barrio de José León Suárez. Nota al Pie conversó con Alicia, hermana del joven, quien dio detalles sobre la causa.
Diego, un símbolo para exigir justicia
Aunque su familia se presentó ante la Justicia para exigir avances en la causa, la misma continúa archivada pese a las declaraciones de Federico y otras personas que conocían lo que sucedía en el basural.
Además, los familiares de la víctima aseguran que la fiscalía no tomó medidas al respecto, por lo que no hay ni un solo imputado por la muerte de Diego. “No hay voluntad para imputar, ni siquiera a los policías que estuvieron esa noche”, aseveró Alicia.
Con los años, y a través de una asociación civil que lleva el nombre del adolescente, lograron convertir el lugar de hecho en una fuente de empleo. A partir de la obtención de terrenos del CEAMSE, crearon plantas de reciclaje que hoy brindan trabajo a numerosos vecines. Ocho de ellas son manejadas por mujeres.
Además, Alicia fundó un centro cultural que lleva el nombre de su hermano en Costa Esperanza, un barrio de José León Suárez, con el objetivo de mantener vivo el recuerdo de Diego. El mismo sirve como un espacio de actividades para ayudar a les jóvenes que revuelven la basura.
El lema que figura en los flyers de la asociación reza “Que brille la justicia”. En ese sentido, Alicia expresó: “Nosotros creemos que la justicia social ha brillado por su ausencia en estos 20 años”. Sin embargo, afirmó que están con “más fuerza que nunca, recordando a Dieguito y manteniendo viva su memoria”.
El municipio de San Martín decretó al 15 de marzo como el Día del Reciclador, en homenaje a Diego y su causa. “Él pasó a ser una bandera de todos los cirujas del territorio, eso es muy importante para nosotros. La lucha no ha sido en vano”, aseguró su hermana.
Una justicia que brilla por su ausencia
Mientras tanto, el cuerpo de Diego sigue desaparecido y su crimen impune. Hace 20 años, en un día como hoy, murió aplastado y quemado entre la basura que la policía custodiaba. ¿De quién es la basura? ¿Por qué es más importante que la vida de chicos como Diego?
Debido a que el caso no recibió demasiada atención por parte de los medios hegemónicos, fue clave que Federico sobreviviera, algo similar a los fusilamientos de 1956 narrados por Rodolfo Walsh en Operación Masacre (…Hay un fusilado que vive”), ya que solo gracias a su testimonio pudo reconstruirse lo que pasó con su hermano.
Alicia comentó que siempre le creyó a Federico porque, en sus palabras, la policía juega con la necesidad de los pobres que buscan entre los desechos que generan “quienes viven mejor que nosotros”.
Otro ejemplo de justicia lenta
Durante estas dos décadas, el avance de la justicia fue lento, terminando con el archivo de la causa en algún cajón de un despacho judicial. La desaparición de Diego generó tensiones entre el CEAMSE y la comunidad de los barrios, que buscaban trabajar sin ser afectados por las quemas.
Para aliviar el conflicto, se crearon plantas sociales para la recuperación de residuos, pero la policía aún custodia la basura que se quema. “Eso resolvió, en parte, la situación económica de muchos cirujas, pero no alcanza”, dijo Alicia.
En el predio también hay una comisaría, perros y armas de fuego para protegerla de la gente. Allí, la basura tiene un precio, y es más alto que el de la vida de las personas.
“La basura es un negocio redondo y muchos empresarios lucran con eso”, explicó Alicia, y añadió que “por eso no hay apoyo político para que los proyectos de reciclaje crezcan”.
Los basurales son un negocio para pocos y un medio de vida para muchos. Estas zonas se convierten así en territorios disputados que muches vecines defienden como modo de vida, enfrentando la violencia policial.