Este 5 de marzo se cumplen 68 años del decreto con el que la autodenominada Revolución Libertadora se propuso “eliminar” al peronismo, tras el derrocamiento del presidente Juan Domingo Perón en 1955.
El decreto 4161/1956 fue sancionado el 5 de marzo de 1956 y llevó las firmas del entonces presidente Pedro Aramburu, el vicepresidente Isaac Rojas y todos los ministros que integraban el gobierno de facto. Publicado el 9 de marzo en el Boletín Oficial, a través de él se dispuso la prohibición de “el uso de elementos y nombres que lesionaban la democracia argentina”.
De esta manera, quedaba prohibido pronunciar los nombres de Perón y de Evita o hacer referencia a cuestiones vinculadas al peronismo. También se impedía el uso de “imágenes, símbolos, signos y expresiones significativas; doctrinas, artículos y obras artísticas” que estuvieran vinculadas a ese partido político.
Sin embargo, los años y la historia son spoiler de la política impulsada por la dictadura que encabezó Aramburu y con la que se pretendió «desperonizar» a la población. Una práctica que la derecha argentina intenta desde hace tiempo y que, a vista de todes, sólo tiene efectos contraproducentes.
Los antecedentes de la proscripción
Previo a la proscripción, las Fuerzas Armadas habían atentado contra el gobierno peronista con el propósito de ponerle fin a una fuerza que, hasta entonces, ponía el foco en los sectores más vulnerables. “Sepan ustedes que la Revolución Libertadora se hizo para que en este bendito país el hijo del barrendero muera barrendero”, había expresado por aquel entonces el contraalmirante Arturo Rial.
El golpe que derrocó a Perón tuvo lugar el 16 de septiembre de 1955, cuando fracciones de las Fuerzas Armadas llevaron adelante un operativo para instalar la dictadura que obligó el exilio del presidente por 17 años. Antes de ser destituido, el 16 de junio de ese mismo año, la Armada Argentina, con apoyo de la Fuerza Aérea, había intentado asesinarlo a él y a todo su gabinete bombardeando la Plaza de Mayo.
El atentado fracasó ya que Perón no se encontraba en la Casa Rosada. No obstante, el ataque dejó más de 300 personas fallecidas como saldo. El hecho se trató de una de las pocas veces en la historia mundial en que las Fuerzas Armadas asesinaron a civiles de su propio país.
Tiempo después del bombardeo, el golpe finalmente se concretó y contó con el respaldo de la Iglesia y partidos políticos mayoritarios contrarios al peronismo. Encabezada por Eduardo Lonardi, la Revolución Libertadora (o Revolución Fusiladora, como la denominaron quienes se oponían) se propuso excluir a Perón de la vida política, aunque mantuvo algunas de sus medidas. “Ni vencedores, ni vencidos”, había exclamado en aquel entonces. No obstante, a pocos meses de asumir y tras acusaciones de “moderado”, Lonardi fue desplazado del poder a partir de un golpe palaciego.
La resistencia del peronismo
Con Pedro Aramburu a la cabeza, la campaña por “desperonizar” a la sociedad tomó mayor impulso y en marzo del 56 se oficializó la proscripción del partido. De esta manera, el intento por desmontar el aparato que lideraba Perón requirió de la intervención de sindicatos, como también de la CGT. De hecho, fue del edificio de la confederación que los militares robaron el cadáver de Evita.
Por otra parte, también se le prohibió al Partido Justicialista (PJ) presentarse a elecciones y hasta se condenó la mención del peronismo en los medios de comunicación. Desde entonces, Perón empezó a ser denominado por sus detractores como el “tirano prófugo”.
Sin embargo, la intención de borrar a una fuerza política de tal envergadura sólo potenció su crecimiento y hasta logró reorganizar a un grupo heterogéneo de la militancia peronista. En un contexto donde la violencia estatal crecía a pasos agigantados -un ejemplo de esto son los fusilamientos de José León Suarez– la Resistencia Peronista tomó mayor relevancia y logró mantenerse hasta el regreso de su conductor.
El General Perón, en tanto, desde el exilio seguía siendo determinante en la política argentina y se encargó de hacerle llegar a la militancia las instrucciones para mantener el proceso de resistencia. De hecho, poco después del atentado que lo desplazó del poder, había redactado las “Directivas Generales para todos los Peronistas” a partir de las cuales quienes lo esperaban sentaron las bases de lucha.
“Las masas en ningún momento fueron vencidas. Los incapaces y traidores hicieron posible la derrota de las fuerzas del orden y la ley. Los dirigentes no estuvimos en muchos casos a la altura de nuestra misión. Siendo esta hora de decisiones, los dirigentes deben surgir espontáneamente de las masas y su autoridad se afirmará en los hechos”, escribió Perón.