Luego de que la propia cuenta oficial de X del BRICS anunciara el ingreso al bloque comercial, la Secretaría de Relaciones Exteriores de México (SRE) afirmó que la información es falsa. Sin embargo, recalcó que “sigue con interés” el desarrollo del espacio.
En este marco, Nota al Pie analiza la evolución del vínculo sino-mexicano a la luz de la posición geoestratégica de México como vecino del gigante norteamericano, el proyecto político que expresa Andrés Manuel López Obrador y el desarrollo de la crisis internacional.
Beijing-México D.F: una aproximación sin prisa, pero sin pausa
El rumor circuló por redes sociales y medios de comunicación a días de que se revelaran nuevas inversiones chinas en la nación latinoamericana para sortear la política de altos aranceles que Estados Unidos profundizó contra Beijing. No obstante, la última y única reunión bilateral que mantuvieron Andres Manuel López Obrador y Xi Jinping fue el 16 de noviembre de 2023 en ocasión del Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico (APEC).
En aquel entonces AMLO reconoció a su homólogo los altos niveles de coordinación en el plano sanitario durante la pandemia de Covid-19 y advirtieron los riesgos del tráfico ilícito de precursores químicos provenientes de Asia.
La República Popular China representa, por debajo del gigante norteamericano, el segundo socio comercial de México en el mundo y el primero en el Asia-Pacífico. Desde enero de 1999 a diciembre de 2022, la nación latinoamericana recibió más de 2.000 millones de dólares en inversión extranjera directa de China. No obstante, la SRE desestimó el rumor aclarando que “carece de fundamento”. A propósito, explicó que la cancillería no solicitó su ingreso al grupo de los BRICS y señaló que “sigue con interés el desarrollo del bloque por el peso económico de las naciones que lo conforman y de los intercambios bilaterales que nuestro país mantiene con sus miembros”.
La plataforma china para sortear los aranceles
México se convirtió a principios de 2023 en el principal socio comercial de Estados Unidos con un comercio bilateral entre ambos que ascendió a 263 mil millones de dólares los primeros cuatro meses del año pasado. La emergencia mexicana no puede explicarse al margen de la política comercial que Washington rediseñó con respecto a Beijing desde 2018.
En 2014 China superó a Canadá como principal socio, pero cuatro años más tarde impuso altos aranceles a sus productos y la dinámica se alteró aún más con las posteriores interrupciones de la cadena de suministro durante la pandemia. Durante el primer cuatrimestre de 2023 el comercio México-Estados Unidos representó el 15,4% de todos los bienes exportados e importados por el gigante norteamericana, por encima de la participación conjunta con Canadá y seguida por China. El intercambio de bienes manufacturados es el rubro que experimentó un mayor aumento, lo cual explica las crecientes ganancias de las empresas mexicanas.
Pese a ello, ese vínculo se ha robustecido, en parte, por un efecto “bumerang”. Es decir, debido a la baja competitividad de los productos chinos por la política arancelaria estadounidense, China optó por enviar sus bienes a México, triangulando sus operaciones.
En los primeros nueve meses de 2023 China le envió 881.000 contenedores, con un aumento de más del 25% con respecto a 2022. Un ejemplo claro es el intento de SEV, la automotriz china, de construir una fábrica de baterías para autos eléctricos en la localidad mexicana de Durango, una estrategia que planea emplear JAC en el estado de Hidalgo. Los autos que Estados Unidos importa de México sufren un impuesto del 2,5%, pero la tarifa aumenta hasta el 25% si provienen de China, con lo cual la brecha de ganancia para el gigante asiático se vuelve favorable de nuevo.
Tan lejos de Dios, tan cerca de Estados Unidos
La frase corresponde a Porfirio Díaz, quien gobernó México en varias ocasiones entre el final del siglo XIX y la antesala de la Revolución Mexicana que se produjo en la segunda década del siglo pasado. La posición geoestratégica de la nación latinoamericana compartiendo frontera con Estados Unidos le genera un nivel de dependencia en diversos niveles, como el comercial pero también el de seguridad, fuente de habituales conflictos.
Dicha situación expresa cómo, al margen de los diferentes ciclos políticos que se sucedieron desde su independencia en adelante, México intentó mantener una relación fluida con la potencia norteamericana, que lo subordinó a sus propios intereses dado su gravitación a nivel internacional.
En agosto del año pasado, el Presidente López Obrador afirmó que el interés de su Gobierno pasa por “fortalecer el tratado con Estados Unidos y Canadá, consolidarnos como región” en lo que respecta a la fuerza laboral, las inversiones, la ciencia y la tecnología y la complementariedad económica. “Eso es lo primero”, reforzó al ser consultado sobre un eventual ingreso mexicano al bloque BRICS en la antesala de la XV Cumbre en la que fueron admitidas las solicitudes de seis nuevos miembros.
De acuerdo al interés manifiesto de la Cancillería mexicana por el bloque económico, el empresario y activista germano-finlandés, Kim Dotcom, expresó que “sería interesante ver qué haría el Gobierno de EE.UU”. En efecto, la alianza compuesta por Rusia y China, dos de los países que el Departamento de Estado calificó como “desafíos estratégicos”, le podría proporcionar respaldo militar a México, una situación análoga a la que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) le impuso a Moscú en Ucrania. “¿Participaría EE.UU en una invasión ‘no provocada’?” aventuró Dotcom en relación al rumor.
AMLO: un proyecto nacional
Cuando López Obrador se consagró como presidente el 1 de enero de 2018, diversos analistas y variados actores de poder asumieron que impulsaría un gobierno confrontativo con Estados Unidos. No obstante, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) adoptó desde su inicio un vínculo no sólo formal, sino dinámico con su vecino del norte, tanto con la administración del republicano Donald Trump como con el demócrata Joe Biden en la actualidad. La asociación estratégica entre México D.F. y Washington parece ser una política de Estado mexicana estructural que trasciende las fronteras político-ideológicas, sobre todo después de un largo ciclo neoliberal.
En esa línea se inscriben acuerdos como el T-MEC, un tratado de libre comercio entre los tres países de América del Norte que promueven el intercambio pero viene siendo cuestionado por las partes. No obstante, su postura integracionista con Estados Unidos y Canadá, AMLO ensayó una geopolítica de aproximación a los países de ingresos medios y potencias emergentes de América del Sur, Oriente Medio y el Asia-Pacífico. En marzo de 2023, el aún canciller Marcelo Ebrard destacó que México compartía la visión y valores de los BRICS y se esperanzaba con profundizar esa cooperación en campos como la medicina y el comercio.
Reconociendo que un eventual ingreso al bloque económico representaría una asociación estratégica con un espacio que promueve la desdolarización del comercio y las finanzas a nivel internacional, el Gobierno de AMLO debate a su interior el perfil de su política exterior. Por un lado, la articulación ineludible y la profunda dependencia con la -aún- máxima potencia mundial. Por otro, la asociación con un esquema multipolar en franco ascenso con capacidad de discutir el sistema de gobernanza global y que no para de expandir sus espacios de planificación y cooperación en el plano internacional.