La fantasía es un reflejo del tiempo y el lugar en el que se crea. Si consideramos que El Señor de los Anillos aborda el ascenso del fascismo y el trauma de la Segunda Guerra Mundial, y que Juego de Tronos, con su realpolitik es una representación del fairy tales del neoliberalismo, entonces Dune es una alegoría de la lucha por el control de recursos naturales en nuestro propio mundo, con paralelismos de sus conflictos geopolíticos y económicos. Sus temas, como el estrés climático, el potencial humano, los estados alterados de conciencia y la lucha de los países en desarrollo contra el imperialismo, se entrelazan en una visión de transformación personal y cósmica que caracteriza esta época.
Después de su publicación en 1965, Dune de Frank Herbert experimentó un lento pero masivo e inesperado éxito durante las siguientes décadas. La novela vendió millones de copias y fue adaptada tanto por David Lynch como por Denis Villeneuve. Sin embargo, la controversia en torno a la postura de la novela es interminable.
Las visiones contrapuestas de Dune: colonialismo, ecología y género
Aunque algunos académicos profundizaron sobre la problemática narrativa colonialista de la obra, otros elogiaron su crítica progresista sobre la historia colonial. Sin embargo, la mayoría de los análisis se centran en los temas ambientales y el interés de Herbert por la ecología, con algunas incursiones en la interpretación de los roles de género. De manera sorprendente, el papel del imperialismo fue ampliamente pasado por alto, incluso en el contexto de las intersecciones entre ecología, género y colonialismo durante la Guerra Fría.
La aparente contradicción de leer la novela como una crítica profética y en simultáneo como una defensa dañina del colonialismo se debe a la descripción específica que hace Herbert de este fenómeno. En lugar de retratar una lucha entre colonizadores y oprimidos, el autor presenta una visión del colonialismo en los Estados Unidos durante la Guerra Fría: una confrontación entre el colonialismo “benéfico” estadounidense y el “malévolo” de Rusia. Su perspectiva ecológica y su tratamiento del género están intrínsecamente vinculados a esta representación, y muchos han considerado un error separarlos.
Dune está ambientada en un futuro distante, en el que la humanidad colonizó el universo y formó un imperio interplanetario. La trama sigue a Paul Atreides, hijo de un Duque cuya familia es asignada para gobernar el árido planeta Arrakis, rico en una droga altamente valiosa llamada especia. Los Harkonen, una familia rival, buscan arrebatar el control de Arrakis a los Atreides, forzando a Paul y su madre Jessica a refugiarse entre los Fremen, la población nativa del planeta. Allí, ambos aprenden sus costumbres y eventualmente ascienden al poder dentro de su comunidad.
La contradicción de Dune se apoya en su autor
Para comprender plenamente la novela y sus temas, resulta fundamental conocer en primer lugar al autor y su propia relación con el imperialismo estadounidense. Frank Herbert, nacido en 1920 en Tacoma, Washington, se revela en muchos aspectos tan complejo y contradictorio como su obra literaria. Durante la década de 1950, antes de iniciar su carrera como escritor, trabajó para el senador republicano Guy Cordon. Acompañó a Cordon en numerosos viajes a los territorios de ultramar de Estados Unidos, presenciando pruebas atómicas en el atolón Bikini y supervisando la explotación estadounidense de recursos como petróleo, gas natural y minerales submarinos en Hawái y Samoa Americana.
Y, sin embargo, a pesar de haber trabajado para el imperialismo, sus experiencias con los pueblos nativos lo impactaron profundamente. Durante su infancia, Herbert vivió cerca de una reserva Quileute. En la biografía que escribió sobre su padre, Brian Herbert menciona a dos hombres Quileute con los que tenía una estrecha amistad: Henry Martin, quien al parecer se hizo amigo de Herbert cuando era joven y le enseñó «las costumbres de su pueblo»; y Howard Hansen, autor de Crepúsculo en el Thunderbird, un libro que describe los cambios destructivos que presenció en la tierra Quileute a lo largo de su vida.
Esta influencia en el autor se hace evidente en su única obra que se aleja de la ciencia ficción, Soul Catcher, donde relata la historia de un hombre Quileute llamado Katsuk. Este personaje secuestra a un joven blanco y le enseña cómo sobrevivir en la naturaleza. En la novela, la profunda ira de Katsuk hacia los blancos y la sociedad estadounidense se manifiesta al relatar cómo su hermana fue brutalmente violada y cómo les arrebataron sus tierras.
Aunque la descripción y la relación de Herbert con los pueblos originarios distan de ser perfectas, reflejan un auténtico interés en comprender su perspectiva y sus luchas. Esta comprensión del dolor y su representación no eran habituales en aquel momento.
Colonizadores buenos y colonizadores tiranos: paralelismos con la política de la Guerra Fría
La vida personal de Herbert y sus contradicciones filosóficas muestran un interesante paralelo con el contexto político de su país durante las décadas de los 50 y 60. Aunque Dune fue publicada en 1965, Herbert trabajó en ella durante muchos años. A pesar de que se establecieron conexiones entre la novela y la guerra de Vietnam, esta se publicó años antes del conflicto y estuvo notablemente influenciada por un sentido de imperialismo estadounidense previo, manifestando una visión mayormente positiva de la política exterior de Estados Unidos.
Esta perspectiva refleja ampliamente el esquema del colonizador benevolente frente al colonizador tiránico, una idea central que se plasma en la novela. En la sociedad estadounidense, la Unión Soviética era representada como la potencia tiránica, mientras que Estados Unidos era vista como la potencia benevolente que protegía a los desamparados de la opresión y les ofrecía libertad.
Esta representación alcanza su culminación cuando el presidente Harry S. Truman (1945-1953) abordó la presencia rusa en Grecia y Turquía, así como el aparente papel de Estados Unidos en el conflicto.
En su famoso discurso sobre la Doctrina Truman, una política de contención del comunismo promulgada por su administración en 1947 al finalizar la Segunda Guerra Mundial, expresó que «las semillas de los regímenes totalitarios se nutren de la miseria y prosperan en el suelo infértil de la pobreza y la lucha. Alcanzan su pleno crecimiento cuando la esperanza de un pueblo por una vida mejor ha perecido». No obstante, destacó que era responsabilidad de Estados Unidos «mantener viva esa esperanza» y que «los pueblos libres del mundo buscaban en nosotros apoyo para salvaguardar sus libertades».
Perspectivas coloniales en ‘Dune’: Casa Atreides y Casa Harkonnen
No podría haber un mejor ejemplo de buen colonizador/mal colonizador que la representación de la Casa Atreides y la Casa Harkonnen. En la novela, los Harkonnen son la potencia colonial original en Arrakis y son suplantados por la Casa Atreides, cuando el Emperador del Universo Conocido toma la decisión de cambiar el liderazgo. Sin embargo, poco después de que la Casa Atreides toma el planeta, son atacados y aplastados por los Harkonen, lo que hace que Arrakis vuelva a estar bajo su poder.
Todo lo relacionado con los Harkonnen está impregnado de maldad. Son sádicos, calculadores y lujuriosos, dispuestos a «eliminar a los nativos» de Arrakis para asegurar un acceso fácil a las especias y están comprometidos en «someterlos por completo» sin mostrar clemencia.
Por el contrario, los Atreides son retratados como líderes benevolentes y astutos. El duque Leto, padre de Paul, busca establecer una alianza con los Fremen, a quienes considera valerosos guerreros y posibles aliados para mejorar la extracción de la especia. Durante su primera visita a Arrakis, Leto supervisa personalmente la producción de especia y rescata a un grupo de trabajadores de un ataque de gusanos de arena cuando su vehículo de rescate falla. Este acto gana el respeto de Liet Keynes, un extranjero que se integró a la cultura local y anhela transformar Arrakis en un oasis rebosante de vida.
Keynes nota que Leto manejó la pérdida de un rastreador de especias con determinación, lo que lo impresiona. Además, es relevante mencionar que el emperador le otorga el control de Arrakis a Leto, quien inicialmente se muestra renuente a aceptarlo. Sin embargo, asume la responsabilidad de administrar el planeta y forjar una alianza con los Fremen. Esto refleja la noción de que los colonizadores considerados buenos, como Estados Unidos, a menudo se ven envueltos «por accidente» en conflictos, ligados a la idea de que actúan de manera benevolente y que la guerra es algo que les ocurre, en lugar de ser buscada activamente.
Sin embargo, el duque Leto es asesinado por los Harkonnen al principio de la novela. Le sucede Paul Atreides. Mientras que Leto y Keynes deseaban utilizar Arrakis por caminos políticos y científicos, Paul sigue un camino espiritual. Su madre Jessica es miembro de la Bene Gesserit, una secta de mujeres con poderes psíquicos que manipulan la política, la cultura y la religión del Imperio para lograr sus objetivos. Su objetivo final es la creación del Kwisatz Haderach, un Mesías que es un hombre todopoderoso con poderes Bene Gesserit.
Para hacer esto, implantaron profecías religiosas en múltiples planetas, incluido Arrakis, que hablan de un mesías fuera del mundo y su madre Bene Gesserit. En la novela queda claro que Paul es el Kwisatz Haderach y utiliza su estatus para ganarse la confianza de los Fremen, integrándose en su cultura y cumpliendo el papel de su Mesías.
Persecución y simbolismo comunista en ‘Dune’: Los Harkonnen y la Guerra Fría
Con elementos evocadores de la dinámica de la Guerra Fría, los Harkonnen poseen nombres de origen ruso, como Vladimir, mientras que los Atreides tienen nombres de raíces occidentales. Por otro lado, los Fremen están influenciados por la cultura del Medio Oriente. Gran parte de su lenguaje está inspirado en el árabe y el nombre de su planeta, Arrakis, proviene de Irak. Durante la Guerra Fría, Medio Oriente fue un escenario central de lucha colonial, ya que tras la retirada de potencias como Inglaterra y Francia, Estados Unidos y la Unión Soviética buscaban ganar influencia en el vacío de poder resultante.
Además, se sugiere que el barón Vladimir Harkonnen tiene una inclinación sexual hacia los niños. Esta asociación puede no ser evidente de inmediato, pero durante las décadas de 1940 y 1950, la «tríada de comunismo, enfermedad y perversión sexual» era comúnmente vinculada en el discurso público sobre seguridad nacional.
Para los estadounidenses, los comunistas, con su ateísmo e ideales de igualdad entre hombres y mujeres, eran a menudo percibidos como amenazas para la tradicional familia blanca estadounidense, al igual que las minorías LGTB. A medida que la política exterior adoptaba una postura firme contra el comunismo, los departamentos de justicia, las fuerzas armadas y los cuerpos policiales imponían cada vez más restricciones y censuras a las personas homosexuales, etiquetándolas como «pervertidas» y «psicópatas» sexuales. En contraste, la unidad familiar representada por el Duque Leto, Paul y Jessica es venerada y valorada profundamente.
El arquetipo del Salvador Blanco: la figura mesiánica de Paul Atreides
Otro aspecto relevante del tema imperial se centra específicamente en los ideales de política exterior de John F. Kennedy. Durante su campaña y presidencia, Kennedy propuso que Estados Unidos adoptara un papel de liderazgo en el mundo en proceso de descolonización, acelerando el proceso natural mediante el cual las sociedades «tradicionales» avanzarían hacia la «modernidad» ilustrada, representada de manera más clara por Estados Unidos.
Dio ejemplos de esto en el Medio Oriente, como el desarrollo de tierras cultivables, proyectos de irrigación y la construcción de un centro nuclear en la región, que según él podría aportar beneficios incalculables en el uso de la energía en antiguos desiertos.
A pesar de las aparentes motivaciones filantrópicas de Kennedy, la idea misma de que las sociedades «tradicionales» del Medio Oriente deberían aspirar a las sociedades «ilustradas» de Occidente están impregnadas de colonialismo y racismo.
Desde Liet Keynes hasta Paul, en Dune se observa un firme propósito de transformar Arrakis de un desierto inhóspito a una tierra fértil y exuberante, adornada con agua y oasis verdes que fluyan bajo un cielo abierto. Ambos personajes provienen de mundos más acuosos y biodiversos, donde los océanos, lagos y ríos son comunes, lo que influencia su visión de lo que constituye un entorno habitable. Aunque muestran un profundo respeto por Arrakis, su deseo de convertirla en un reflejo de sus propios mundos natales revela una falta de apreciación por la singularidad y la belleza del desierto, así como por la cultura arraigada de los Fremen, que aprendieron a prosperar en este entorno desafiante.
Además, aunque Paul sueña con transformar Arrakis en su visión del paraíso, su consideración por el beneficio imperial sigue siendo evidente. Expresa: «Pero también debemos tener en cuenta la especia. Por lo tanto, siempre habrá desierto en Arrakis». Esta declaración refleja la realidad de que, incluso en su deseo de cambio, los intereses imperiales siguen siendo una parte integral de la ecuación para Paul.
Este hecho subraya que, a pesar de la apariencia benévola de los Atreides, continúan siendo colonizadores. Aunque Paul se integra a la cultura Fremen, todavía se considera superior a ellos. El rol mismo de un mesías personifica el arquetipo del salvador blanco por excelencia. Herbert deja claro que los Fremen son un pueblo extremadamente competente y autosuficiente.
Se podría argumentar que los Fremen no necesitarían la guía de un extranjero, especialmente uno cuya familia invadió su planeta y desató una devastadora guerra por el control del mismo. Sin embargo, sí la necesitan. Paul termina utilizando a los Fremen para alcanzar sus propios objetivos: los unifica en una fuerza de combate que finalmente lo coloca en el Trono Imperial, sin permitirles gobernar Arrakis como desean. Mientras los reúne, declara: «¡Yo gobierno aquí! ¡Yo gobierno cada centímetro cuadrado de Arrakis!… Reclamo esos derechos imperiales que son míos». Esto subraya la noción de que, a pesar de su adaptación a la cultura local, Paul sigue siendo un agente del poder imperial que perpetúa el dominio sobre Arrakis.
Una escena crucial que ilustra la violencia colonial de Paul y la Casa Atreides es su duelo con un Fremen llamado Jamis. Después de escapar de los Harkonnen, Paul y Jessica encuentran por primera vez a los Fremen y buscan persuadirlos de que ellos son los sujetos de la profecía. Aunque algunos Fremen están convencidos por las habilidades demostradas por Jessica como miembro de la orden Bene Gesserit, Jamis cuestiona su autenticidad y los acusa de impostores.
Para poner a prueba las afirmaciones de Jessica, desafía a Paul a un duelo para demostrar su supuesta conexión con la leyenda. A pesar de su renuencia como buen colonizador, Paul finalmente accede al duelo. Después de someter a Jamis inicialmente, Paul le pregunta si desea rendirse, pero al recibir una negativa, se ve obligado a acabar con él. La muerte de Jamis lleva a Paul a ser aceptado en el clan con honores. Stilgar, el líder de los Fremen, reconoce su madurez al otorgarle el nombre Usul, que significa «la base del pilar».
El hecho de que la iniciación de Paul en los Fremen implique matar a uno de sus miembros refleja una glorificación de la violencia colonial. La implicación de que un personaje blanco, representante de una potencia colonial, mate a un personaje perteneciente a una nación colonizada, sin enfrentar consecuencias y, de hecho, siendo recompensado, plantea profundas preocupaciones sobre la representación y la ética.
Colonialismo y género en Dune, las dinámicas de poder en las relaciones con las mujeres Fremen
La preferencia de Herbert por los personajes blancos sobre los Fremen se refleja en la misma escritura de la novela. Aunque la narrativa es omnisciente en tercera persona y cambia entre los puntos de vista de varios personajes, pero los personajes Fremen esenciales, como Stilgar y Chani, reciben muy poca atención narrativa, a pesar de su presencia prolongada en la trama.
Esta falta de perspectiva desde el punto de vista Fremen conduce a la representación de estos personajes de manera unidimensional, dejándolos a menudo como meros accesorios en la historia, lo que perpetúa una narrativa orientalista. Los Fremen, que provienen de una sociedad claramente influenciada por el Medio Oriente, son retratados a través de una lente estereotipada y colonialista, lo que refuerza los prejuicios y la marginalización de estos personajes en la trama.
Otro aspecto de Dune que recibió escasa atención es la conexión entre los temas imperialistas de la novela y los roles de género. A pesar de que fue escrito por un hombre en la década de 1960, la obra presenta representaciones sorprendentemente positivas de personajes femeninos. Sin embargo, el entrelazamiento entre género y colonialismo es evidente, y refleja una larga tradición en la que hombres occidentales utilizan encuentros sexuales con mujeres de países extranjeros como parte de la conquista de sus tierras.
En Dune, Paul desarrolla relaciones con dos mujeres Fremen: Harrah, a quien «gana» en un duelo en el que mata a su esposo Jamis, y Chani, cuyo papel en la novela se centra en ser la amante devota y leal de Paul. Esta dinámica refleja la intersección entre el poder colonial y las relaciones de género, donde el protagonista masculino ejerce su dominio sobre mujeres de una cultura colonizada, utilizando sus relaciones para consolidar su posición de poder y control.
Cuando Paul regresa a la aldea Fremen, Stilgar le informa que, tras derrotar a Jamis, los hijos, el alojamiento y la esposa de este último ahora son su responsabilidad. Una vez más, el personaje del «buen colonizador» Paul no quiere aceptar esta responsabilidad, pero finalmente lo hace. Aunque el personaje de Harrah no se presenta en una luz negativa y Paul no tiene ningún encuentro sexual con ella, el simbolismo de Paul matando a un hombre y luego asumiendo control sobre su esposa evoca una larga y brutal historia de colonizadores que abusaron de las mujeres en las tierras que conquistaron. Este episodio resalta la compleja dinámica de poder y género dentro del contexto colonial de la novela.
La relación entre Paul y Chani se presenta como orgánica y genuinamente amorosa. Chani es una guerrera hábil y fuerte, lejos del estereotipo de la mujer frágil y dependiente que necesita ser rescatada. A pesar de esto, su papel en la historia se limita principalmente a ser la compañera de Paul. Aunque su amor es evidente, Paul es retratado como el mesías de su pueblo, lo que establece una clara disparidad de poder y sirve como recordatorio de que el pueblo de Chani no puede resistir a los Harkonnen sin la liderazgo de un extranjero.
Las influencias políticas y sociales de la obra de Frank Herbert
No obstante, antes de emitir un juicio, es esencial reconocer que Frank Herbert no respaldaba muchas de las acciones representadas en sus novelas. A pesar de que las políticas y los objetivos de la Casa Atreides parecen reflejar de cerca los de John F. Kennedy, Herbert tenía una abierta aversión hacia Kennedy, al considerarlo «uno de los presidentes más peligrosos que este país haya tenido» debido a su percepción de que «la gente no lo cuestionaba».
De hecho, Herbert afirmó que la lección principal de Dune es «no confiar ciegamente en que los líderes siempre estarán en lo correcto». Explicó que inicialmente presentó a Paul como un líder genuinamente «atractivo y carismático, por todas las buenas razones», pero que, al asumir el poder, Paul toma decisiones que «no resultan tan efectivas«. Sin embargo, las verdaderas consecuencias de las acciones de liderazgo de Paul solo se hacen evidentes en novelas posteriores, muchas de las cuales afectan a los Fremen.
La evolución de las creencias y opiniones de Herbert a lo largo de su carrera como escritor es evidente en su obra. Es posible que inicialmente presentara a Paul como un verdadero héroe, pero con el tiempo, su perspectiva pudo haber cambiado tras desilusionarse con la política imperial de Estados Unidos.
Al indagar sobre las intenciones o creencias reales de Herbert al escribir Dune, nos encontramos con una compleja y multifacética obra que refleja las influencias culturales y políticas de su época. La novela fue sin duda moldeada por el contexto histórico y social en el que fue concebida.
Es imperativo reconocer el trabajo de Herbert para explorar la brutalidad y corrupción del imperio, así como su esfuerzo por dar voz a las luchas de los pueblos colonizados. Sin embargo, también es esencial criticar los elementos de racismo, orientalismo y la persistente narrativa del salvador blanco que, aunque denunciada, aún persiste en ciertos aspectos de la obra y en la sociedad en general.