Javier Milei lo hizo. Hacía falta desplegar una política de acciones regresivas y, al mismo tiempo, el retiro del Estado de los conflictos realmente existentes en la sociedad para conseguir que todas las organizaciones sociales, políticas y comunitarias se unifiquen bajo la consigna de “El hambre no puede esperar”.
Son cerca de 45 mil los comedores que no reciben la asistencia que figura en el Presupuesto 2023, que a falta de uno nuevo, es el que rige para este año. Aún si se considera la inflación de arrastre y la agregada de manera descomunal desde diciembre, al menos hubiera sido algo. Pero la novela de la semana la puso a Sandra Pettovello, la ministra de Capital Humano, llorando porque Luis Caputo, su par de Economía, tiene los fondos pisados.
Esta historia no es nueva. Si uno revisa los últimos años se encuentra que Daniel Arroyo, Juan Zabaleta y Victoria Tolosa Paz, desde sus cargos en Desarrollo Social, se encontraban con que Martín Guzmán, la fugaz Silvina Batakis y Sergio Massa, hacían lo mismo que Caputo. Pero a pesar del ajuste, evidenciado en las decenas de acciones de protesta en reclamo de garantizar los alimentos, la cosa fluía.
“Eppur si muove” (y sin embargo se mueve), es una frase que suele ser atribuida al científico italiano Galileo Galilei, quien la habría dicho luego de ser obligado a retractarse del modelo heliocéntrico del universo que proponía, en contradicción con la visión del mundo aceptada por la Iglesia católica.
Pese a las contradicciones del Gobierno anterior y su aceptación edulcorada de los condicionamientos del Fondo Monetario Internacional (FMI), la cosa se movía.
Hoy, es la vuelta a la Edad Media, la inacción de los expedientes o la paz de los cementerios. Sírvanse, lectores, de la metáfora favorita. Lo concreto es que la plata está y la comida no aparece. Pese al llanto en off de Pettovello.
En ese contexto se suman las respuestas de diferentes sectores de la Argentina. El miércoles hubo un paro nacional de los trabajadores de trenes.
El jueves fue el sector de Sanidad, también con el reclamo puesto en el foco salarial. Desde los movimientos sociales, descripto más arriba, el viernes realizaron centenares de actividades en todo el país. Para este lunes es el turno de los estatales y de los docentes.
El marzo que se viene
El viernes 1° de marzo Javier Milei debe dirigir su mensaje a la Asamblea Legislativa. Es el escenario frente al que juró su cargo en ese lejano 10 de diciembre, para luego hablar de espaldas ante las Cámaras en su primer discurso presidencial.
Pero el tercer mes del año llegará con más novedades. Al calendario ya fijado de la marcha del 8M, Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, es posible que se le sume un nuevo paro general y movilización. Desde la CGT están en etapa de definición y la presión, de las bases, de las otras centrales (las CTA), y de los gremios no alineados con las conducciones es un elemento que cada día se siente más.
Era necesario un despliegue reaccionario y conservador, negador de la historia y justificador del Terrorismo de Estado, combinado con las modernas prácticas de esa lógica en forma de trolleo constante, para que el próximo 24 de marzo, a 48 años del último golpe cívico-militar, se vaya a producir la movilización hacia Plaza de Mayo de manera unificada, luego de 18 años de marchas divididas.
Eso también es el gobierno de Javier Milei y de su vicepresidenta Victoria Villarruel, que lejos de limitarse a tocar la campana del Senado, tuvo hasta el momento la tarea de bloquear en la Cámara Alta los intentos por debatir y eventualmente rechazar el DNU 70/2023, del que hemos hablado in extenso en ediciones anteriores de Nota al Pie.
Es la economía, Milei
No hay sector, salvo las cúpulas de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) y la Unión Industrial Argentina (UIA), que haya manifestado un apoyo abierto a alguna acción concreta.
Es notable la brutal transferencia del trabajo al capital, que no tiene antecedentes en la historia de haberse hecho de manera tan rápida. Ni la dictadura, el menemismo o el macrismo, habían logrado semejante récord. Acaso Milei haya olvidado las acusaciones que le hizo a Patricia Bullrich en campaña y haya tomado de la ministra su frase de spot: “es todo, o no es nada”.
El FMI advirtió sobre el riesgo social de un estallido ante la crisis, hizo mención a los costos de estabilización a corto plazo y le pidió al gobierno que trabaje en la búsqueda de algún consenso para que las transformaciones sean estables y duraderas.
El llamado de atención del Fondo, que en estos días envió a nuestro país a la representante del socio mayoritario del organismo a supervisar la marcha del plan. Gita Gopinath, que defiende los intereses de Estados Unidos, pero centralmente de sus corporaciones, estuvo con Luis Caputo y con el propio Milei.
El Presidente también fue anfitrión de Anthony Blinken, el secretario de Estado que en gira sudamericana pasó por Brasilia, donde se entrevistó con Lula da Silva, por Río de Janeiro en el marco de la reunión de cancilleres del G20 y finalmente por Buenos Aires.
La agenda de Blinken, expresada en un comunicado que difundió la Embajada de Estados Unidos el 16 de febrero, era más que elocuente: “dialogar sobre asuntos bilaterales y globales, incluyendo el crecimiento económico sostenible, nuestro compromiso compartido con los derechos humanos y la gobernabilidad democrática, los minerales críticos, y la mejora del comercio y la inversión en beneficio de ambos países”.
Los mismos ejes que tuvieron las dos visitas anteriores de la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur, que el año pasado se reunió con Cristina Fernández de Kirchner y, en otro viaje, con el entonces ministro de Defensa, Jorge Taiana. De hecho, se conoció hace pocos días, Richardson volverá en apenas unas semanas a nuestro país.
Tres viajes en dos años consecutivos, para un militar de ese rango, hablan más de las preocupaciones hemisféricas, que del gusto por los bifes de chorizo y shows de tango para turistas.
Los minerales críticos, léase litio, son la nueva obsesión de la Casa Blanca. Es una línea que une a Elon Musk, festejando el golpe de Estado en Bolivia en 2019, con la mención del magnate en el DNU de Milei del 20 de diciembre.
Son los golpes de efecto simbólicos y las acciones en concreto del poder de fuego de la potencia del Norte, que despliega su batalla contra China en cualquier escenario del mundo.
Son los condicionantes reales que enfrenta un país, cuyo Presidente se alegra cuando lo mencionan en algún medio extranjero con la frase “fenómeno barrial”, que pasa horas con el celular en la mano, gobernando a través de posteos, likes y reposteos y que da entrevistas íntimas a medios amigos para emocionarse con la foto de un perro parecido a Conan.
Mientras tanto, en el país cotidiano, ese que no se explica en 140 caractéres, millones hacen equilibrio para sobrevivir mal, con apenas un par de certezas: por un lado, que mañana puede ser peor.
Por el otro, aunque no se diga, que cada día que pasa crece la masa madre de la historia y, desordenada, tumultuosa, sin formas anticipables, algo se cocina en la tensión constante de las pujas. El silencio del palacio y el rumor, cada vez más potente, de la calle, son la prueba de los tiempos que se vienen.