En el juicio son procesados 18 genocidas y se investigan distintos crímenes contra más de 442 víctimas entre los que se enumeran privaciones ilegales de la libertad, homicidios, delitos contra la integridad sexual, sustracción, retención y ocultamiento de niñes nacides en cautiverio.
Nota al Pie dialogó con Marta Ungaro, hermana de Horacio, quien fue detenido y asesinado en “La Noche de los Lápices”. Ella relató que se trata de una causa “que hace doce años que se elevó a juicio y, por estas cosas de la justicia, de la «injusticia», recién a finales del año pasado comenzó el juicio primero al Pozo de Banfield y después se fue unificando, Pozo de Banfield, Quilmes y el Infierno.”
“Hay tantos testigos para citar y al paso que va en realidad es para tres años de juicio, son alrededor de cuatrocientos. Por eso, para nosotros, los familiares, es muy doloroso que se tarde tanto tiempo, y cuando la justicia no llega, ya no es justicia”, se lamentó la querellante.
Marta recordó que en 1998 se abrió en La Plata un juicio histórico, donde declararon casi dos mil personas, se juntaron pruebas, las fichas de Braselli, los testimonios de ex detenidos que nunca habían declarado; se señalaron otros centros de detención clandestinos, se descubrió El Infierno. “Encontramos al responsable del Pozo de Banfield que fue Miguel Wolk, haciéndose pasar por muerto casi 30 años y ahora está sentado ahí, en el banquillo.”
De la décimo octava audiencia realizada el 16 de marzo de 2021, participaron y prestaron declaración testimonial les ex detenides-desaparecides Alejandro Reinhold, María Esther Alonso y les familiares Eduardo Nachman y Alejandrina Barry.
La audiencia comenzó con el testimonio de Nachman, hijo de Gregorio Nachman quien fue teatrista, actor, director de teatro, productor de arte y militante de la cultura, así como él lo describió y consideró que su padre sufrió múltiples persecuciones hasta que fue secuestrado y desaparecido el 19 de junio de 1976 en Mar del Plata a sus 46 años.
“¿Buscan a Gregorio Nachman, el artista, puto, que además es judío y zurdo, para qué lo buscan?”, fueron las palabras que utilizó el oficial que los atendió en la comisaría, recordó Nachman hijo.
En 2003, un testigo, Raúl Codesal, que declaró en un juicio de La Plata afirmó haber visto a Gregorio Nachman en un lugar que no supo si era la División Cuatrerismo de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, “Casa de Muñecas” o “Pozo del Diablo”. Allí estuvo junto otres detenides que habrían sido secuestrades el mismo día en el mismo operativo, junto a un director de teatro de Mar del Plata que tenía signos de demencia fruto de las torturas recibidas.
Eduardo describió que su vida después del secuestro de su padre transcurrió con “mucha desesperación” porque “la amenaza permanente de que hagamos silencio nos impedía vivir”.
El juicio continuó con las declaraciones de Alejandro Reinhold, ex detenido desaparecido, quien relató cómo fue su secuestro en Luján, el 24 de marzo de 1976. Ese mismo día fueron detenidos Oscar Pellejero y Héctor Pighin, los tres eran trabajadores de la Universidad de Luján.
Reinhold recordó los lugares en los que fue interrogado y sometido a castigos físicos: primero en la salida de Luján, luego lo trasladaron a una dependencia de la Policía de Buenos Aires identificada como Puente 12, Cuatrerismo, Brigada Güemes.
Luego fue trasladado a lo que pudo identificar posteriormente como el Pozo de Banfield. Rememoró que estuvo junto a otres detenides e identificó a un médico que pudo reconocer a partir de fotografías como Bergés. Finalmente fue liberado con un grupo de detenides en Luján.
La tercera declaración fue la de María Esther Alonso, secuestrada el 13 de noviembre de 1974 junto a la pareja Víctor Manuel Taboada y Nelfa Rufina Suarez, que estaba embarazada. Además, secuestraron a Delmiro Ismael Suarez y Delfina Morales quien también estaba embarazada de mellizas y a punto de parir.
María Esther contó que la llevaron a la comisaría de Bernal donde escuchó: “Yo soy coronel y vengo a reventar a cuatro subversivos que me molestan un fin de semana”. Posteriormente, los llevaron a un lugar que luego pudo saber que era el centro clandestino conocido como Protobanco, “Cuatrerismo Brigada Güemes” y describió terribles torturas y violaciones recibidas en ese lugar.
De ahí, la trasladaron al Pozo de Banfield, aunque no supo cómo llegó porque se encontraba en un estado de salud muy grave. Allí estuvo dos semanas y luego fueron llevados a un juzgado de la Plata; por último, al Penal de Olmos, donde la liberaron el 10 de marzo de 1975.
María Esther recordó que estando en Banfield recibió unas zapatillas con una tarjeta que decía “te queremos mucho” escrito con la que reconoció era la letra de su padre. Y señaló que eso “fue como volver a la vida. Cuatro palabras, la letra de mi viejo”.
La última testigo en declarar fue Alejandrina Barry, hija de les militantes desaparcides Susana Mata y Alejandro Barry y sobrina de Enrique Rodolfo Barry. Lo que pudo reconstruir de sus padres fue a través del relato de otras presas políticas que compartieron el cautiverio con su mamá. Se enteró que nació un 19 de marzo de 1975 y que su madre estaba encadenada a una camilla en el momento de su nacimiento. Susana Mata llegó muy debilitada desde el pozo de Banfield al penal de Olmos.
Respecto a su padre, supo que era estudiante de derecho y fue secuestrado el 14 de noviembre de 1974, detenido en una comisaría de Lomas de Zamora y luego trasladado a la brigada de Banfield y legalizado, posteriormente, en la Unidad 9 de La Plata.
Alejandrina señaló que sus padres fueron liberados en 1975, pero que la persecución continuó. En diciembre de 1977 fuerzas armadas argentinas y uruguayas llevaron adelante un operativo conjunto en el país vecino, en el que sus padres fueron asesinados y otras personas fueron secuestradas y trasladadas a la ESMA.
Alejandrina, quien por entonces permanecía secuestrada, fue tapa de revistas pertenecientes a la Editorial Atlántida, Gente y Para Ti, con publicaciones como ‘los hijos del terror’ o ‘Alejandrina está sola’; hacían campaña, “diciendo que yo había sido abandonada por mis padres y ocultando la verdad, cuando mis padres habían sido asesinados”, acotó.
“Hoy a 45 años los lápices siguen escribiendo, otras manos los empuñan, periodistas jóvenes, estudiantes, trabajadores cuando viven –ellos- en la memoria de este pueblo que no olvida y que no perdona”,
cerró Marta Ungaro.