Muches menores, cuando no poseen cuidados parentales o permanecen alejades de sus familias, llegan a un hogar cuando se toma una medida excepcional de protección de sus derechos establecida por organismos judiciales. Por esta razón, desde la Fundación Juguemos y Caminemos Juntos dan abrigo, cuidado y amor a niñes cuyos derechos fueron vulnerados.
La entidad, junto a las Familias Solidarias, que son referentes afectivos, buscan brindar la experiencia de compartir una familia, creando vínculos sanos y dejando huellas positivas en sus vidas.
En Argentina, 10.000 niñes viven en hogares y ésta cantidad crece año tras año. Si bien la ley establece un plazo máximo de 180 días para la medida de protección de derechos, la mayoría permanece cuatro años o más en los hogares. Debido a que resulta fundamental que el tiempo que allí pasen sea de calidad, la fundación promueve que más personas se sumen como familias acompañantes o de tránsito durante los fines de semana.
Desde la institución señalan que las medidas excepcionales de protección de derechos buscan preservar o restituir el “disfrute, goce y ejercicio de los derechos vulnerados y la reparación de sus consecuencias”. “Dura 180 días, con posibilidad de extensión, hasta tanto se evalúe la implementación de otras medidas tendientes a preservar o restituir los derechos”, agregan. Dicha restitución implica tanto la revinculación con familia de origen o ampliada, como la vinculación con les adoptantes.
Cabe mencionar que la protección es diferente a la adopción. Sobre la primera, la fundación explicó que es una medida que se toma para que los organismos intervinientes implementen estrategias para que el niñe pueda volver con su familia de origen o familia ampliada. En caso de no poder revertirse la situación de riesgo, y no tener un referente o familia ampliada que pueda cuidarlo, “se declara la situación de adoptabilidad, y luego se busca una familia adoptiva”.
Nota al Pie conversó con la fundadora de la Fundación Juguemos y Caminemos Juntos, Raquel Morales, para conocer cómo una familia acompañante o de tránsito puede transformar el futuro de niñes.
Al abrigo de una familia
Respecto a la fundación, la fundadora mencionó que la misma tiene 3 hogares de niñes judicializades que estuvieron expuestes a una vulneración de derechos y mediante una denuncia se toma una medida de abrigo. “La ley dice que son 180 días, pero por lo general no se respeta por varios factores. Por ejemplo, no se puede trabajar con la familia biológica en 6 meses, siempre se demora”, explicó Morales.
En referencia a la duración, detalló: “El promedio de tiempo que un niño se queda en la fundación es de año y medio, ya sea en cualquiera de los hogares o en los programas de las familias en tránsito”. “Además las Casitas tienen un programa de referentes afectivos que acompañan al niño que vive en un hogar para que tenga el mismo derecho que en tránsito de vivir en familia”, agregó.
Por otra parte, expresó que desde la entidad “creemos que los vínculos que se generan en un contexto familiar es lo que ayuda al niño a vencer todo este daño que se le hizo por diversas situaciones”.
Al ser judicializados, les menores son extraídos de su contexto familiar. Por eso, la fundación trabaja en la posibilidad de reinviculación; sin embargo, la fundadora comentó que “en 6 meses muchas veces no se logra y se extiende el tiempo”. “La niñez no tiene pausa, tiene que avanzar. Por eso tratamos de que el niño pueda, con su historia, cumplir sueños, como por ejemplo, practicar algún deporte. Los fines de semana buscamos referentes que los acompañen”, sostuvo.
El legado de Suceli
En las distintas Casitas que posee la fundación habitan desde bebés que necesitan ser acompañades las 24 horas hasta niñes que necesitan referentes y acompañantes afectivos los fines de semana. “Buscamos familias de tránsito que quieran dar el calor de una. Al final te dan mas de lo que podamos dar. Yo misma soy familia de tránsito”, comentó.
Hace un tiempo, Morales tuvo en tránsito a Suceli, una niña que tuvo cáncer. “Ella me dejó este legado. Hay muchas cosas que hoy se aplican en la Fundación que fueron por toda esa experiencia y aprendizaje, por vivencia propia”, expresó. “La tuve en tránsito desde los 4 años y falleció prácticamente en mis brazos a los 10 años”, añadió.
Morales resaltó que en esos 6 años aprendió cómo ser familia de tránsito mientras se acompaña a la familia biológica, cómo amar sin condición y acompañar una enfermedad. “Me dejó la experiencia pero aun así faltaba más, que eran los hogares. Ella tenía una hermanita que debió quedarse en Perú y si hubiéramos tenido un hogar, la hubiéramos traído”, reflexionó.
“Hoy los frutos se ven en los niños, el regalo más grande es ver a un niño con su familia. Creemos en las de tránsito, son algo que te hace más sensible a la realidad humana. Yo los puedo amar desde antes de conocerlos”, sostuvo. Pero para poder adoptar o transitar menores, es necesario entender que no se trata de cumplir el sueño de ser padres, sino de devolverle sus derechos.
“Muchas veces lo que los ataja a sumarse es el miedo a quererlos y que después se vayan. Lo único que les puedo decir es que por experiencia es mejor dar que recibir, ya que al final recibes mucho más de lo que uno da”, expresó Morales. “No hay que tener miedo, la fundación acompaña a las familias, siempre hay un niño esperando. Ojalá haya muchas familias que se quieran sumar como tránsito y generar un vínculo para toda la vida”, concluyó.