En plena disputa de la Fase Ascenso en la Primera B del fútbol femenino argentino, el plantel de Argentino de Rosario se cansó de los malos tratos y gritó basta. Las futbolistas comunicaron que no continuarán vistiendo la camiseta del conjunto rosarino, producto del abuso de poder que recibieron durante los últimos meses. Desde Nota al Pie dialogamos con María Paula Maragliano, hasta entonces arquera del equipo.
Esto ocurre en plena disputa del Mundial de Fútbol Femenino, y con palabras de Claudio “Chiqui” Tapia que se contraponen con la situación real. Luego de la eliminación de la selección argentina en la cita mundialista, el Presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) expresó a través de sus redes sociales: “No tengo dudas que estamos en el camino correcto y que seguiremos apostando a la inclusión y desarrollo del fútbol femenino”.
Asimismo, ante cada injusticia en el ascenso de la disciplina femenina resulta imposible no recordar a Juliana Gómez. Vestía la camiseta de Argentino de Merlo y falleció en un accidente que llamó a la inmediata reflexión. Sin embargo, mientras su madre lucha para crear conciencia, poco parece haber cambiado a nivel dirigencial en Argentina.
Una situación insostenible
El comunicado oficial del plantel de Argentino de Rosario apuntó a los motivos por los cuales se decidió no representar más al equipo en AFA, con promesas incumplidas, abuso de poder y ninguneo dirigencial. El club le dio la espalda al equipo, que estuvo muy cerca de ascender a la máxima categoría por dos temporadas seguidas.
Maragliano, guardameta que llevaba tres años en la institución, expresó en diálogo con Nota al Pie: “Nos reunimos y estuvimos las 25 jugadoras de acuerdo. Habla del grado de falta de respeto. Con lo terrible que es renunciar a nuestros sueños, lo hacemos para que no nos sigan maltratando ni pisoteando nuestros derechos”.
En este sentido, la dirigencia cuenta con el pase de cada futbolista, por lo que corren el riesgo de no ser fichadas por otros clubes. “Juegan con eso y nos lo hicieron saber, que dependemos de los dirigentes para obtener los pases. Es nuestra gran preocupación”, reflexionó la portera. Cabe destacar que es una práctica de extorsión en el ascenso argentino, y sucede de forma habitual producto del gris legal que atraviesa la disciplina.
Además, con respecto a los viajes, mencionó que los años anteriores fueron distintos ya que un gerenciador solventaba los gastos. “Viajábamos en colectivo o combi. Hay un convenio con la Universidad del Gran Rosario (UGR), que este año nos dio una combi. Además se le pagaba la nafta para un auto, y allí viajaba el cuerpo técnico”, recordó.
Detonantes por doquier
Al entrar en detalles, Maragliano destacó que la comisión directiva empezó a realizar muchos recortes en el presupuesto. Por ejemplo, la nafta para el auto. También les quitaron el estadio con el argumento de cuidar el campo de juego para el masculino, que compite en la Primera D y es televisado. Debido a esto, se vieron en la obligación de realizar rifas y vender pizza para alquilar otro espacio de entrenamiento.
“Me gusta y siempre me gustó mucho el fútbol femenino. Me acuerdo cuando Villa San Carlos tuvo que viajar para enfrentar a Rosario Central, y tuvieron que vender comida para viajar. Me pareció terrible, y ahora nos sucedió lo mismo”, confesó la arquera rosarina. Sin lugar a dudas, más allá de la apuesta puntual de algunas instituciones, los años transcurren y las jugadoras continúan como víctimas del sistema.
Por último, la guardameta hizo hincapié en las consecuencias de la decisión. “Nuestra intención nunca fue llegar a un escándalo. Me genera bronca que nos quieren hacer quedar como unas locas que no queremos seguir, cuando en realidad luchamos por nuestros derechos”, concluyó María Paula Maragliano.