Un 29 de julio, pero de 1966, el régimen cívico-militar de facto que encabezaba Juan Carlos Onganía decidió ponerle fin a la autonomía de la que contaban las universidades nacionales, al mismo tiempo que ocupó por la fuerza cinco facultades de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).
Tanto autoridades como docentes y estudiantes tomaron la decisión de resistir la medida del gobierno militar, lo que desencadenó en una brutal represión que hoy se conoce como “La Noche de los Bastones Largos”.
La antesala
Onganía había tomado el poder por la fuerza tan solo un mes atrás, el 28 de junio de 1966, cuando derrocó al presidente legítimo Arturo Umberto Illia. El régimen impuso la censura de prensa y la clausura del Congreso, y entendía a las universidades como espacios fuera de control que fomentaban la subversión del “orden natural de las cosas”.
Una de las apuntadas era la Universidad de Buenos Aires (UBA), la cual había repudiado oficialmente el golpe de Estado a través de un comunicado firmado por Hilario Fernández Long, rector por aquel entonces, y otros 250 profesores de la casa de estudios.
En la tarde del 29 de julio de ese año, Onganía promulgó la Ley 16.912, la cual ordenaba la intervención de todas las universidades nacionales, con el propósito de acabar con el sistema de gobierno tripartito entre docentes, alumnes y graduades, vigente desde la Reforma de 1918.
A través de esa ley, todas las universidades pasarían a depender del Ministerio de Educación de la Nación, y los rectores se convertirían en interventores de los establecimientos educativos. Quien no acatara la orden tenía 48 horas para renunciar a su cargo.
Las autoridades responsables de las universidades en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, el Litoral, La Plata y Tucumán renunciaron o fueron expulsadas. Por su parte, en las casas de estudios del Sur, Noreste y Cuyo del país, la adhesión fue mayor.
La represión
En la tarde de ese viernes 29 de julio de 1966, docentes, estudiantes y graduades de las sedes de las facultades de Ciencias Exactas, Filosofía y Letras, Medicina, Arquitectura e Ingeniería de la UBA decidieron resistir el decreto presidencial.
El epicentro de la resistencia se llevó a cabo en la Facultad de Ciencias Exactas, en la histórica “Manzana de las Luces” del microcentro porteño. El régimen de facto decidió reprimir a la masa de la comunidad educativa, con un operativo policial a cargo de Mario Fonseca, el infame “Operativo Escarmiento”.
En horas de la noche, efectivos de la Fuerzas Armadas ingresaron con violencia al edificio, y reprimieron a bastonazo limpio a la comunidad académica presente. Una vez tomado el control, los uniformados obligaron a desalojar el edificio. Les manifestantes tuvieron que atravesar una hilera de policías que los golpeaba con saña. El saldo final fue de 400 detenides.
“Los soldados nos ordenaron, a los gritos, pasar a una de las aulas grandes, donde se nos hizo permanecer de pie, con los brazos en alto, contra una pared. Nos agarraron a uno por uno y nos empujaron hacia la salida del edificio. Yo, como todos los demás, fui golpeado en la cabeza, en el cuerpo, y en donde pudieron alcanzarme”, narró el profesor Warren Ambrose, un académico estadounidense que se encontraba como invitado en la facultad.
Las consecuencias
Luego de la infame noche, el presidente de facto clausuró todas las universidades por tres semanas, y el período siguiente estuvo marcado por renuncias en masa. Más de 1.300 docentes e investigadores abandonaron la casa de estudios.
Otros 300 científiques abandonaron Argentina bajo la acusación de ser “comunistas”, al mismo tiempo que fueron recibidos en otras instituciones de prestigio del mundo occidental. De este manera, La Noche de los Bastones Largos tendría importantes consecuencias en el sector académico en los años venideros.