La Iglesia Católica es una institución milenaria, que trae consigo tradiciones de hace siglos. Para debatir sobre lo que está instituido, el próximo mes de octubre se realizará en Roma el “Sínodo de la Sinodalidad”.
El Papa Francisco convocó esta reunión de obispos de todo el mundo, con el fin de iniciar la discusión sobre la “sinodalidad”, es decir, el camino a seguir para promover la catolicidad de la Iglesia. Este 2023 se realizará la primera parte, mientras que la segunda tendrá lugar en octubre de 2024.
La congregación tiene en su temario tópicos como la aceptación en la Iglesia de “divorciados vueltos a casar” y personas del colectivo LGTBQ+. También se discutirá el acceso de la mujer al diaconado o el celibato opcional, el papel del primado de Pedro, cómo aprender de otras comunidades cristianas y lo que sucede con las víctimas de abusos por parte de ministres eclesiales.
Para comprender más sobre lo que conlleva este debate en la Iglesia Católica, Nota al Pie dialogará con diferentes referentes de comunidades que luchan por estos cambios. En esta ocasión, la entrevistada es Claudia Acosta, integrante de la organización Las Magdalenas, que lleva a cabo el proyecto Fe Sin Violencias.
Claudia también forma parte del Consejo de Mujeres Católicas (CWC por sus siglas en inglés). Es una asociación mundial de redes de la Iglesia Católica Romana que trabaja por el pleno reconocimiento de la dignidad y la igualdad de las mujeres en esa institución. Algunas de sus integrantes participarán del “Sínodo de la Sinodalidad”.
A continuación, la palabra de Claudia Acosta.
¿Cuál será la intervención del CWC en el Sínodo de la Sinodalidad de octubre y cómo se preparan para el mismo?
La participación de Catholic Women’s Council (CWC), sobre todo de las representantes de habla hispana, será hacer llegar lo trabajado. Esto se trató el año pasado a través de talleres, encuentros y reflexiones. También a partir de la elaboración de un documento final donde se expresaron las propuestas, que intentamos que el Sínodo tenga en cuenta.
Vimos la importancia de seguir mostrando la lucha de las mujeres dentro de la institución de la Iglesia Católica. Por eso, este año se repitieron los talleres a nivel de habla hispana, para España, para Latinoamérica y para el Caribe, de manera virtual.
¿Cuáles creen que son los puntos más urgentes a tratar al respecto de la participación de mujeres en la Iglesia?
Hay que hablar sobre la situación de las mujeres en la institución como primer punto; y el poder y su participación como segundo. Además, acerca de la transparencia en la rendición de cuentas, la participación de las mujeres dentro de la vida sacramental y todo lo que se relacione con resistencia y esperanza.
Estos son los temas que se vienen trabajando, sobre esto ya hay documentos que se presentaron y talleres para continuar el aporte. También se van a hacer actividades cercanas a octubre, donde se va a intentar visibilizar mucho más la discusión.
¿Cómo creen que sería una Iglesia en la que mujeres y diversidades sexuales tengan un rol más activo?
Nosotras tenemos mucha esperanza y confiamos en una Iglesia soñada por la divinidad, que refleje verdaderamente su amor y ternura. Capaz de mostrarse en la belleza del universo y desde ahí, ser aliento de vida para la humanidad. Estamos convencidas que los seres vivos sintientes son su manifestación más hermosa.
Desde esa experiencia de amor entendemos que una Iglesia que pueda abrazar la diversidad, la igualdad y la equidad es mucho más cercana al corazón de la divinidad. Este que abraza al total de la humanidad y no hace ningún tipo de diferencias.
¿Creen que se podrá realizar un avance significativo en el Sínodo de este año con respecto a esos temas?
La verdad es que nos cuesta muchas veces creerlo. Sobre todo ante una estructura tan patriarcal que se afianzó en esta institución eclesial, se mantuvo en ciertas posiciones (incluso vinculadas en la Edad Media) y muchas veces se resiste a los cambios profundos.
Pero entendemos, como mujeres de fe que somos, que el Espíritu va mostrando caminos de luz en esta línea. Sobre todo cuando el Sínodo se está abriendo con posibilidades de manifestar otra manera de ser cristianos y cristianas en el mundo, de ser personas de fe más allá de las religiones, de abrazar el pluralismo religioso y las diversidades.
Tenemos posibilidades de romper algunas estructuras y encontrar caminos donde gestar las nuevas… O quizás volver a las bases, a ese evangelio comunitario que refleja Jesús. Su reino de fraternidad, de solidaridad, que da lugar a quienes no tenían voz. Creemos que ese es el camino.
Nosotras como mujeres, como disidencias y diversidades, como personas que creemos en un cristianismo diferente, podemos aportar para que esta institución sea luz. Que haga un mundo más amable y amoroso.
¿Qué opinan con respecto a uno de los temas del debate: los abusos en la Iglesia?
Fueron años de mucho dolor y encubrimiento ante las situaciones de abuso. No solo sexuales, por parte de sacerdotes y líderes, sino también de poder, de conciencia y de manipulación de la fe. Están tan enquistados en nuestra institución que a veces no tenemos la suficiente esperanza; se nos caen las fuerzas para seguir luchando por un cambio y para conseguir justicia para las víctimas.
Pero se han dado pasos importantes, muchos por el Papa Francisco. Deben profundizarse, las denuncias se tienen que seguir realizando, no solo tienen que ser canónicas sino penales. Aunque también debe haber castigos en la institución, ya que no puede ser que un cura cuyo abuso se comprobó pueda continuar ejerciendo.
Es necesario que las comunidades se concienticen de las posibilidades de denuncia y de todos los tipos de abusos eclesiásticos que pueden realizarse. Hay diócesis que tienen protocolos de acción ante los abusos, pero las comunidades tienen mucho desconocimiento. Entonces, es ahí donde nosotras podemos aportar, desde las Magdalenas y el proyecto Fe sin Violencias.
¿Cuál es la tarea diaria de Las Magdalenas y de Fe sin Violencias?
Intentamos construir esas comunidades en las que creemos, más allá de las estructuras de poder que nos impuso el patriarcado. Tratamos que tengan vínculos de sororidad, donde la palabra pueda ser distribuida equitativamente, los lugares y los roles también.
Las Magdalenas buscamos encontrarnos con una espiritualidad liberadora, antirracista, antipatriarcal, que acepte las disidencias y sea una muestra del corazón amoroso de la divinidad.
Desde Fe Sin Violencias, como feministas cristianas, buscamos denunciar y visibilizar que no podemos naturalizar los abusos. Eso no significa negar nuestra fe, sino que es necesario mostrar que los abusos existieron y existen, muchas veces encubiertos por las estructuras, hasta por las mismas comunidades.
Nos parece importante como mujeres de fe poder mostrar este tipo de violencia, que las comunidades sepan cuáles son estas situaciones y qué acciones son necesarias llevar a cabo.