El principal cultivo de la Argentina, la soja, es un elemento clave en la economía nacional. Su importancia se debe a que la mayor parte de la producción está dirigida a la exportación, por lo que tiene un importante efecto de captación de divisas. De hecho, durante décadas, nuestro país fue el principal exportador mundial de harina de esta oleaginosa.
Sin embargo, en la actualidad, la soja argentina quedó relegada en el mercado mundial, al ser superada por Estados Unidos y Brasil, los principales productores a nivel internacional. “Brasil suma todos los años 10 millones de toneladas. El mercado argentino está perdiendo competitividad”, explicó Francisco García Mansilla, gerente de Originación de la comercializadora de granos Viterra.
Según García Mansilla, esto se debe al estancamiento de la producción, causado por el atraso de los sistemas logísticos, las normas ambientales y las medidas fiscales. Además, la histórica sequía de la campaña 2022/2023 provocó que la cosecha cayera más de un 50%.
El estancamiento de Argentina se ve reflejado en el mercado internacional de harina de soja, donde el market share (porcentaje de ventas totales de la industria generados por las empresas argentinas) pasó de un 58% a un 35% en los últimos 15 años.
El proceso de expansión de la soja
El cultivo de soja llegó a Argentina a mediados de la década de 1970. Sin embargo, fue a partir de 1990 que la producción de la oleaginosa se multiplicó, lo que llevó al país a los primeros puestos de la producción mundial.
Mediante un decreto del Poder Ejecutivo encabezado por el entonces presidente Carlos Saúl Ménem, se produjo un proceso de desregulación de la actividad agraria a partir de la eliminación de institutos nacionales y de cupos de siembra y comercialización de cultivos. La producción agraria se orientó hacia la rentabilidad, dejando de lado las necesidades de consumo local.
En consecuencia, se expandió la frontera agrícola y se introdujeron equipamientos de alto desarrollo tecnológico y nuevos métodos de siembra y cosecha. Además, la desregulación permitió el avance de las semillas transgénicas, resistentes al glifosato.
El precio internacional de los commodities propició el crecimiento del cultivo, ya que entre los años 1990 y 2013 el aceite, los pellets y las semillas de soja fueron tres de los commodities más caros del mundo.
Hasta la campaña 2017/2018, Argentina se erigió como el primer exportador de soja, debido principalmente al bajo consumo en el mercado interno, a comparación de Estados Unidos y Brasil donde el consumo local es más alto.
La caída de la producción de soja
En la actualidad, el estancamiento de la demanda internacional de soja en los últimos cuatro años y la volatilidad de la economía nacional, sumado a los factores climáticos y las condiciones de producción, explican el declive en la competitividad de la soja que se produce en la Argentina.
Esta situación se refleja en los valores de la Bolsa de Comercio de Chicago, donde el récord de ventas de Brasil y el mercado del Mar Negro presionan a la baja el precio de la soja argentina, que por la sequía sufrió una fuerte caída.
Según García Mancilla, las rutas, accesos ferroviarios y puertos para trasladar la producción no están en condiciones óptimas. “Entre el 85 y el 90% de la exportación es por puertos fluviales. En Rosario los buques salen con entre 45.000 y 52.000 toneladas contra las 70.000 toneladas que se cargan en los puertos brasileños”, indicó.
Por último, desde el sector acusan a las intervenciones del gobierno, como el Dólar Soja, de causar distorsiones de precios. “Somos campeones del mundo en intervenir todos los precios de la economía, desde los de las commodities hasta los de los supermercados; hay que dar una batalla cultural para que el Estado deje que la formación de precios sea libre”, señaló Diego Fernández, gerente del centro de estadísticas de mercado Matba-Rofex.