La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), referencia regional e internacional de la energía nuclear, cumplió 73 años. Nota al Pie dialogó con la doctora en Física Adriana Serquis, actual directora del organismo, sobre la trayectoria del espacio y su propósito. El posicionamiento geopolítico, la transición energética, la aplicación medicinal y la coordinación política del área nuclear fueron algunos de los temas que Serquis puso en común.
¿Qué balance haces de estos 73 años de la CNEA? ¿El recorrido es coherente con la misión inicial que inspiró su creación?
-El recorrido que hace tanto la Comisión Nacional de Energía Atómica como el desarrollo de la tecnología nuclear con fines pacífico en Argentina fue, por suerte, una política de Estado que se sostuvo bastante durante los años a pesar de algunos períodos adversos. Siempre hubo un crecimiento y sostenimiento de poder tener el capital humano con tecnología que nos colocó en un lugar geopolítico de referencia junto con Brasil.
¿Por qué es importante la energía nuclear en Argentina?
-El desarrollo nuclear es estratégico en diversos sentidos. Por un lado es una tecnología que derrama en bastantes lugares, no solo en el área energética sino también para desarrollos industriales e incluso para tener salud de mayor calidad a partir de la posibilidad de utilizar la medicina nuclear. Son varios los ámbitos de aplicación.
A su vez, al ser una industria que determina tantos intercambios comerciales con otros países nos da la posibilidad de participar del G20 sin ser de las veinte economías más avanzadas del mundo. Sin embargo formamos parte de ese espacio ya que poseemos este tipo de tecnologías, como la nuclear y la espacial, que son consideradas estratégicas.
Nos posiciona a nivel mundial para participar de diferentes foros e intercambios como el Grupo de Proveedores Nucleares (NSG), donde se debaten las reglamentaciones relacionadas a algunos insumos estratégicos que podrían dar lugar a la proliferación de armas nucleares y por eso se controlan. Participar de esas discusiones nos permite también defender ciertos recursos estratégicos argentinos.
Por otro lado, al ser proyectos de gran envergadura y conocimiento técnico, impulsa otro tipo de industrias. Por ejemplo, para el desarrollo del reactor modular CAREM ya se ha tenido contacto con más de mil pymes y grandes empresas del sector nuclear argentino, colaborando con el desarrollo de la industria metal-mecánica con técnicos capacitados. Y todo esto fue sostenido con el desarrollo de capital humano; tenemos institutos educativos que se ocupan de formar profesionales en las áreas específicas, como lo son el Balseiro, el Sábato y el Beninson, tres grandes centros atómicos.
En los 90 la CNEA sufrió una desarticulación. Aún así: ¿cuáles fueron los motivos para que no haya sido arrasada durante las privatizaciones menemistas?
-Por un lado creo que el sector nuclear tiene una fuerte impronta de orgullo nacional y de defensa de la soberanía tecnológica argentina. Por otro lado, el hecho de que nuestras centrales nucleares tengan características únicas porque, si bien fueron compradas al exterior, han tenido que terminar desarrollándose con conocimiento propio de nuestros ingenieros. Cuando se ofrecieron para que empresas del exterior se hagan cargo no encontraron la posibilidad porque ya existían las garantías de los fabricantes de base.
Es cierto que igual el proceso derivó en un desmembramiento. Nucleoeléctrica por un lado, la comisión por otro, y aún así el sector nuclear es un ecosistema. Si bien la intención fue desmembrar el espacio como sociedad del Estado, el protagonismo que teníamos permitió sostener una función articuladora. La CNEA es la única que tiene presencia en cada una de los espacios que se formaron, en algunos casos con acciones y en otros con presencia en el directorio, como sucede con INVAP.
Lamentablemente en la época de Macri tuvimos al subsecretario Julián Gadano, quien le quitó más potestades a la coordinación del sector. En Dioxitek, por ejemplo, teníamos la posibilidad de tener el veto tecnológico que nos permite influir fuertemente en el circuito tecnológico.
¿Por qué durante la gestión del Frente de Todos no se revirtió esa decisión?
-No se avanzó lo suficiente porque hubo muchas urgencias que atender y sucedió un “loteo” de espacios que hicieron más complicadas las cosas. De todos modos, hechos como la reactivación de la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) dan la pauta de que se gestionó en un sentido más favorable. Aún así, todavía estamos en la discusión permanente de lograr una mayor articulación que nos permita recuperar esos roles en este sector fundamental.
Sin embargo, creo que hemos podido lograr un gran vínculo con este conjunto de empresas y creemos que hay que empezar a discutir cómo se escinden de esta institución ya que, cuando se alcanza la etapa productiva, no nos parece errada la articulación público-privada para agregar valor sin que el Estado deje de controlar el proceso.
¿Cómo le explicaría a cualquier argentino la importancia de proyectos como la PIAP, el reactor RA-10 o el proyecto CAREM?
-En primer lugar hay que señalar que todos los proyectos nucleares son a largo plazo. Lo que estamos tratando en nuestro Plan Estratégico, que lo estamos emprolijando para coordinarlo con el de Ciencia y Tecnología, el de Industria y de Producción, es poder darle a Argentina la capacidad de desarrollar la mejor transición energética limpia y sustentable desde el punto de vista económico y de medio ambiente.
No hay manera de poder llegar a una disminución de gases invernaderos ignorando a la energía nuclear, que será una de base en este proceso. Eso va a implicar el desarrollo de una o dos centrales nucleares más pero también de reactores modulares pequeños para potenciar la energía eléctrica. Esto nos va a permitir aportar en la desalinización de la Costa Patagónica, por ejemplo.
En segundo lugar, nos da una capacidad exportadora enorme en proyectos de desarrollo como el CAREM para ayudar a otros países a que realicen esta transición energética. Por un lado, fortalecer el desarrollo nucleoeléctrico a partir de la energía nuclear, trabajando para generar la autosustentabilidad energética.
Por otro lado, están los proyectos relacionados al área de salud, específicamente la medicina nuclear. Somos uno de los centros de anclaje a nivel mundial a partir del proyecto Rayos de Esperanza. Y en ese contexto tenemos el proyecto de Centro de Protonterapia, que es único en América Latina, y nos va a permitir dar tratamiento a casos especiales de cáncer infantil y seguir desarrollando investigación para otras aplicaciones.
En tercer lugar, hay muchísimos proyectos de investigación y desarrollo que se realizan en nuestros laboratorios sobre infinitos temas. En este punto me interesa resaltar los relacionados a la transición energética en los que cooperamos con Y-TEC como con el litio, el hidrógeno, lo solar y lo espacial. Por último, el apoyo que brindamos a todas las centrales nucleares a partir de la ingeniería y la investigación en reservorios de combustibles gastados, residuos radiactivos y enrriquecimiento.
¿Qué debilidades estructurales tiene el sector nuclear argentino?
-La desarticulación que hubo a partir del aislamiento de la CNEA es uno de ellos. Hay que retomar la senda que indica la Ley Nuclear de que la comisión sea la asesora del Poder Ejecutivo Nacional de todo el sector tecnológico y energético relacionado con lo nuclear y todas las tecnologías asociadas. Recuperar el rol de coordinador del ecosistema y posicionarnos nuevamente dentro del Estado, no debajo de una secretaría, sino como asesor natural del Ejecutivo en un área estratégica.
También veo que se perdió la posibilidad de articular una buena estrategia comunicacional. No poder hacer minería en muchos lugares por la mala prensa que tiene lo nuclear y no poder analizar sitios para desarrollar nuevas centrales nucleares para la producción de energía eléctrica, eso requiere la generación de una estrategia comunicacional seria.
Tenemos que dar el debate que la sociedad necesita sobre el cuidado del medio ambiente a partir del desarrollo de ciertas tecnologías. La mala prensa que tiene la palabra “atómico” o “nuclear” es algo que tenemos que poner en debate, y no hay otra manera que hacerlo a partir de la articulación de una buena estrategia comunicacional para dar cuenta que todo este desarrollo es en pos del bienestar de nuestro pueblo.
Asimismo, creo que tenemos que fortalecer la conexión internacional. Con Brasil, por ejemplo, pronto tendremos una reunión para discutir sobre política nuclear. A nivel internacional no tenemos que perder nuestra posición. En los años de Macri tomamos deudas enormes con organismos de energía atómica que incidió en nuestro trabajo ya que iniciamos la gestión con la necesidad de afrontar estas deudas.
¿A qué se debe esa mala prensa?
-Creo que tiene que ver con el imaginario popular que nos dejaron los grandes accidentes nucleares como fueron el de Chernobyl y el de Fukushima. Hay una impronta de temor a todo lo que tiene que ver con radiaciones sin darse cuenta que están en la vida cotidiana, ya sea cuando se compra una banana o una sal en un supermercado. Las radiaciones presentes en el día a día son naturalizadas mientras que las provienen del sector nuclear se las maximiza como un peligro, aunque entiendo que así sea.
Pero tenemos que dar los mayores grados de discusión posible en los ámbitos educativos y sociales para debatir las necesidades de desarrollo que tiene cualquier actividad humana. Cuando uno analiza el impacto mortal que tiene cualquier tipo de generación de energía, queda a la vista que la nuclear es la que menos incidencia tuvo. De todos modos, hay intereses concretos de países del Norte que rechazan que Argentina tenga su propio desarrollo y también trabajan para deslegitimar el laburo que hacemos.