En el marco de la Semana Mundial del Parto Respetado -que comienza el 15 y se extiende hasta el 21 de mayo- se aproxima una marcha nacional sin precedente. Desde la Campaña Nacional “Mi Parto, Mi Decisión” convocan a movilizar el miércoles 17 de mayo al Congreso Nacional contra la Violencia Ginecobstétrica y Neonatal junto a más de 60 organizaciones.
Ese día, una marea roja va a salir a las calles bajo la consigna “Basta de violencia ginecobstétrica y neonatal”. A lo largo de la historia, las mujeres y cuerpos gestantes atravesaron -y atraviesan- su vida reproductiva bajo una lógica patriarcal; esto hizo que las instituciones funcionen hasta hoy ejerciendo diferentes tipos de violencia.
Esta estructura moldeó al sistema de salud sin perspectiva de género y, a pesar del avance en materia legal en Argentina, persiste una ausencia en materia de Derechos Humanos.
Para pensar en profundidad sobre esto, Nota al Pie dialogó con la coordinadora de la Campaña Mi Parto, Mi Decisión, Luján Arcidiacono. A modo introductorio, hizo hincapié en el concepto de “violencia ginecobstétrica” porque “nosotras entendemos que no es solamente en el embarazo, parto y puerperio la violencia del sistema de salud por cuestiones de género”.
Según la Ley de Violencia contra la Mujer (N° 26.485), violencia obstétrica es “aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, de conformidad con la Ley 25.929”.
Sin embargo, desde la campaña plantean la necesidad de ampliar esta definición. En este sentido, la entrevistada enumeró las faltas del sistema de salud: “El abordaje que hay sobre nuestros cuerpos; la forma de intervenir los cuerpos; la forma de manejar la fisiología de la ciclicidad femenina muchas veces”.
“También el abordaje en los tratamientos ginecológicos y el abordaje también en los procesos, por ejemplo de IVE (Interrupción Voluntaria del Embarazo) e ILE (Interrupción Legal del Embarazo)”, detalló. Todos ellos sin respeto por el propio cuerpo y bajo prácticas violentas.
Qué lugar ocupa la mujer en el sistema de salud
Para Luján, entender que el abordaje de los procesos funciona bajo la misma estructura es importante. “Estamos hablando de dos caras de la misma moneda, porque te violentan en el proceso del aborto y también te violentan en el proceso del parto. Porque lo que importa no es el proceso, lo que importa es el lugar que la mujer -o que la persona con capacidad de gestar- ocupa dentro del sistema de salud”, aseguró.
De más está decir que el entramado cultural tiene un protagonismo ya que se inscribe dentro de estas experiencias que hacen a un problema colectivo naturalizado. “Esto tiene raíces culturales muy profundas: ver a la mujer como un objeto”, subrayó. En otras palabras, es “no tratarnos como un sujeto de derecho que tiene autonomía y capacidad de decidir sobre sus procesos”, expresó. Estos motivos refuerzan la necesidad de una Educación Sexual Integral (ESI) en todas las edades.
El patriarcado: la relación desigual entre varones y mujeres
Otra de las claves para entender la lucha de la campaña contra la violencia ginecobstétrica es el tratamiento a los cuerpos de las mujeres y cuerpos gestantes. Desde una edad muy temprana, las mujeres acuden al sistema de salud para controlar su salud sexual y reproductiva.
Esta es la primera desigualdad con los varones porque, como explicó Luján, desde niñas las mujeres acuden a consultas ginecológicas donde hay un abordaje del cuerpo femenino. “El varón no tiene ecografías anuales de sus testículos, ni una revisión de su próstata desde la adolescencia”, apuntó.
A su vez, explicó que ese mismo abordaje que se tiene sobre el cuerpo femenino es la causa de vivir con una amenaza latente. Por ejemplo, el hecho de comenzar tratamientos hormonales para regular ciclos menstruales en la adolescencia es el comienzo del recorrido clínico que acompaña la vida de la mujer. “Cuando nosotras llegamos a la escena del embarazo en realidad, esto empezó cuando éramos adolescentes”, comentó.
“Lo que empezamos es a desconfiar de nosotras mismas, desconfiamos de nuestros propios procesos. Como si siempre hubiese un riesgo permanente y latente de algo que tenemos que atender a tiempo, o algo que no está funcionando bien y que tiene que ser corregido”, explicó.
17M, el día en que el Congreso se tiñe de rojo
La campaña contra la violencia ginecobstétrica tomó una relevancia que desde la organización no esperaban pero celebran. Como explicó la entrevistada, es necesario interpelar a la sociedad sobre esto, por lo que “la campaña nace con el objetivo de visibilizar esta problemática y de instalarla en la agenda pública”.
Además, destacó que “mientras no haya una demanda social de cambio, el cambio está sucediendo a cuentagotas en lugares, muy puntuales y en situaciones de privilegio y no sistémico”. Por eso, decidieron movilizar al Congreso Nacional porque desde el activismo se presentaron muchos proyectos de ley que abordan el sistema asistencial de diversas maneras.
La convocatoria es asistir el próximo miércoles 17 de mayo a las 17 horas a las puertas del Congreso Nacional con color rojo. Además invitaron a la sociedad en su conjunto (todes, ya que no es una marcha de mujeres solamente) a llevar una flor roja. “Cada flor representa un hecho de violencia ginecobstétrica, que hemos sufrido a lo largo de nuestra vida”, manifestó Arcidiacono.
Además, explicó que la intervención de las flores rojas no sólo tiene como objetivo visibilizar sino también cicatrizar. Puede haber sido un parto, una consulta ginecológica o un aborto voluntario o espontáneo, pero esa experiencia traumática es “en donde se nos interviene el cuerpo sin consentimiento y sin explicación”.