Desde que la empresa Bioceres anunció que 25 molinos ya procesan el trigo HB4, que contiene el agrotóxico glufosinato de amonio, la advertencia de los activistas se hizo real: Argentina es el primer país del mundo en comer alimentos con harina transgénica. Debido a la falta de regulación y control, el trigo transgénico se mezcla con el convencional y hace que sea imposible identificar en qué productos se encuentra.
El trigo HB4 es desarrollado por Bioceres- Indear junto con el Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), en La Esmeralda, provincia de Santa Fe. Este producto transgénico es genéticamente modificado y tiene la particularidad de que en su cultivo se utiliza el glufosinato de amonio. Cabe resaltar que este agrotóxico es cinco veces más tóxico que el glifosato.
A principios de marzo, en una conferencia de prensa les ejecutives de la empresa anunciaron que 25 molinos del país procesan el trigo transgénico. En este contexto, aún no existe una norma que obligue a etiquetar a aquellos alimentos que sean elaborados con transgénicos. La etiqueta de Organismos Genéticamente Modificados (OGM) existe en países vecinos como Brasil. Mientras los alimentos transgénicos ya están en circulación, la Justicia no decidió qué pasará con su producción y cultivo.
En los últimos dos años, miles de científiques, productores (agroecológicos y del agronegocio) y cientos de agrupaciones socioambientales advirtieron sobre el trigo transgénico. Hubo reclamos, denuncias judiciales y hasta una medida cautelar que prohíbe la liberación del trigo HB4 en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, el mismo fue aprobado en mayo de 2021.
Consecuencias de utilizar trigo transgénico
Este producto se aprobó por primera vez en 2020. En ese entonces más de mil científiques elevaron una carta para denunciar los impactos que el trigo transgénico ocasiona en la salud y el ambiente. En el escrito sostuvieron: “Esta autorización remite a un modelo de agronegocio que se ha demostrado nocivo en términos ambientales y sociales, causante principal de las pérdidas de biodiversidad, que no resuelve los problemas de la alimentación y que amenaza además la salud de nuestro pueblo confrontando la seguridad y la soberanía alimentaria”.
Frente a la noticia de que la harina transgénica llegó a productos como el pan, los fideos y los productos altamente populares como la pizza, varios organismos se expresaron en contra. En este sentido, la Asociación Argentina de Nutrición y Alimentos Reales (SANAR) denunció que el Gobierno nacional en lugar de proteger y cuidar a la salud de la población, prioriza los intereses empresariales.
“Hay una grupo muy grande y muy vulnerable de la población que no puede elegir qué comer en nuestro país y termina consumiendo estos productos”, advirtió Ignacio Porras, integrante de SANAR. Además agregó: “Quienes tenemos el privilegio de poder elegir, deberíamos poder tomar medidas de boicot, como se hace en otros países, para manifestar nuestro rechazo”.
El mundo no quiere trigo transgénico
El Centro de Exportadores de Cereales, al igual que la Federación de Acopiadores, exigió frenar el uso de transgénicos. Dichos organismos advierten sobre las consecuencias de las exportaciones porque los mercados internacionales no aceptan cereales modificados genéticamente.
Hasta octubre del año 2021, el encargado de controlar que el trigo HB4 no se mezclara con los convencionales fue el Instituto Nacional de Semillas (INASE). Sin embargo, luego fue autorizado por el ministro de Agricultura de ese entonces, Julián Dominguez. El mismo aprobó la comercialización del producto a través de la resolución 27/22.
Frente a este escenario el INASE informó: “Al estar liberado el evento (transgénico) no se requiere control ni fiscalización de confinamiento alguno ya que el mismo puede producirse y comercializarse sin restricciones”.
Todas estas decisiones llevaron a que en la actualidad los alimentos sean producidos con harina transgénica. Se da en un contexto de crisis donde las familias, al no poder acceder a todos los productos de la Canasta Básica Familiar, cambian sus hábitos de consumo y deben optar por más carbohidratos, como lo son las harinas, panes y fideos. Esto alerta a la población y, sobre todo, preocupa que los sectores populares sean los que estén en mayor contacto con productos con harinas refinadas y ultraprocesados.