Medio Oriente vivió una nueva semana de extrema tensión por el recrudecimiento de la violencia tras una grave provocación del gobierno de Israel en la mezquita de Al Aqsa. Si bien estos hechos violentos en la región son moneda corriente, desde la asuncion de la coalicion de extrema derecha en Israel, el sistema de apartheid contra el pueblo palestino se agravó.
Una provocación en un lugar sagrado
Durante el miércoles pasado, mientras los palestinos musulmanes ejercían su derecho al culto en el marco del Ramadán, la mezquita de Al Aqsa en Jerusalén Este fue el escenario de una nueva provocación de las fuerzas de seguridad israelíes. La policía, en un lugar sagrado para Palestina, ejerció una represión que terminó con más de 400 detenides.
El hecho, tomado no sólo como una grave provocación sino hasta incluso como una humillacion para el mundo musulmán, fue condenado por gran parte de una Comunidad Internacional que, mes a mes, le va soltando la mano al gobierno ultraderechista de Israel. Sin embargo, la condena internacional no impidió que la provocación desembocará en una previsible espiral de violencia en Medio Oriente.
Un vocero de las autoridades de Palestina, Nabil Abu Rudeineh, sostuvo en relación al asalto en la mezquita que las acciones israelíes “convertirán sus patios en un campo de batalla, lo que conducirá a un grave deterioro de la situación”. A su vez, el funcionario advirtió que “los ataques diarios contra los lugares sagrados, con los feligreses en ellos durante el bendito mes de Ramadán son acciones inaceptables” que llevarán a la región hacia el “abismo”.
Las fuerzas de seguridad de Israel, según consignó Europa Press, reconocieron el uso de “demasiada fuerza” pero se justificaron diciendo que un grupo de jóvenes lograron incendiar la zona por lo que respondieron “de forma acorde”. Además, según relata la agencia, otro alto cargo israelí reconoció que las imágenes de la represión le hicieron un “enorme daño” a Israel pero que “no había otra opción” para las fuerzas de seguridad.
Por su parte, la Gobernación de Jerusalén, una de las 16 gobernaciones de Palestina, calificó como un crimen de ocupación las incursiones en el lugar sagrado. Del mismo modo, el ente palestino volvió a advertir sobre los derechos exclusivos de los musulmanes sobre la mezquita de Al-Aqsa.
Las consecuencias de la represión israelí
El asalto al lugar sagrado, como era de esperar, generó una nueva ola de violencia en la región. El jueves, un día después de la incursión israeli en la mezquita de Al-Aqsa, decenas de cohetes fueron lanzados desde el Líbano hacia el territorio de Israel. Pese a que no hubo víctimas, se convirtió en el ataque más importante del Líbano a Israel en los últimos 17 años.
El ejército de Israel respondió con un bombardeo en el sur del Líbano y la Franja de Gaza, alegando que el objetivo eran “infraestructuras terroristas que pertenecen a Hamas”. El intercambio de fuego, por unas horas, hizo escalar la tensión al máximo en la región y elevó la preocupación mundial por un posible conflicto líbano-israeli.
Luego de ello, junto a atrincheramientos en la mezquita de Al-Aqsa, se sucedieron una serie de atentados. El viernes por la noche, en Tel Aviv, un hombre árabe arrolló con su auto a una serie de personas en una bicisenda de la capital israelí, terminando con la vida de un italiano de 36 años. En tanto que, además, dos hermanas israelo-británicas perdieron la vida en un atentado en el asentamiento israelí de Efrat, en la Cisjordania ocupada.
Asimismo, el pasado lunes, el Ejército israelí asesinó a otro adolescente palestino de 15 años tras una incursión militar cerca de Jericó, también en Cisjordania. De este modo, en lo que va de 2023, las incursiones militares del Estado de Israel se cobraron la vida de 97 palestinos.