Un 2 de abril, pero de 1982 se daba inicio a la Guerra de Malvinas en territorio argentino, más específicamente cuando parte de las tropas argentinas ocuparon el puerto Stanley, ubicado en las Islas Malvinas. En respuesta, el gobierno británico desplegó una enorme fuerza militar y, al cabo de dos meses, desalojaron todas las fuerzas argentinas en la batalla más desigual e injusta de la historia.
Al igual que lo sucedido en la previa del Golpe de Estado de 1976, no fue cosa de un día para el otro sino que el conflicto se remonta a un acto de ocupación ilegítima en 1833 por las fuerzas británicas. A pesar de intentar negociar en reiteradas ocasiones y un acuerdo bilateral en 1971, todos los arreglos comenzaron a caer con la llegada al poder de Margaret Tatcher en 1979 y el debilitamiento del Gobierno de Facto, que ahora era presidido por Leopoldo Fortunato Galtieri y necesitaba una causa nacional para sobrevivir.
En Argentina, el Gobierno de facto llegaba desgastado y con una importante crisis económica debido al fracaso del modelo de valorización financiera, apertura de exportaciones y dólar subvaluado. Para el 22 de diciembre de 1981, Galtieri había reemplazado a Roberto Viola y dio el visto bueno para un viejo deseo de la armada: el despliegue del plan para recuperar la soberanía de las Islas Malvinas.
Luego de un último intento de negociación a principios de 1982 con Gran Bretaña, comenzaron a planear un eventual desembarco en las Islas. Uno de los responsables fue Nicanor Costa Méndez, canciller de Juan Carlos Onganía, quien había llevado a cabo las gestiones diplomáticas que fracasaron. Los días previos deslizó la idea de que Gran Bretaña no desplazaría sus flotas a un lugar tan austral y que Estados Unidos no intervendría en caso de un conflicto.
Los primeros desembarcos y las primeras respuestas
Gracias a los desatinados diagnósticos de los responsables del gobierno de facto, desembarcaron en Puerto Leith 41 obreros argentinos de la empresa Georgias del Sur, con pleno conocimiento de las autoridades británicas, para hacerse cargo del desmantelamiento de factorías balleneras fuera de servicio desde 1961. El grupo de argentinos cantó el himno e izó la bandera nacional, por lo cual las autoridades británicas denunciaron que su presencia era ilegal.
El primero de abril Thatcher reunió a su gabinete y fue concreta: “Si las Falklands son invadidas tenemos que recuperarlas”. Sobre la mesa estaban las cartas y los vientos de guerra comenzaban a asomar en el país. La determinación de Galtieri era tal que no aceptó reunirse con el presidente norteamericano de aquel entonces, Ronald Reagan, quien supuestamente deseaba evitar el conflicto.
A pesar de la supuesta neutralidad, se conoció que EE.UU. colaboró con Gran Bretaña brindándole información satelital, lo que les permitió a los británicos saber donde golpear a las Fuerzas Armadas argentinas, especialmente en el derribo del crucero General Belgrano.
El 2 de abril Galtieri pronunció su discurso en la Plaza de Mayo ante una multitud: “Hemos comenzado con la actitud de recuperar las Malvinas y toda su zona de influencia. Ya flamea nuestra bandera en toda la isla”.
Luego de desembarcar en las Islas, “recuperarlas”, la idea del gobierno de facto era negociar, así lo pronunciaba Galtieri ese día: “Que la comunidad internacional y nuestros adversarios circunstanciales de hoy comprendan cuál es la voluntad argentina. Aceptaremos el diálogo después de esta acción de fuerza”.
El presidente de facto afirmó que no ha habido “por disposición expresa de la Junta Militar, a pesar del abrumador poder militar argentino, una gota de sangre inglesa o isleña derramada”. No obstante, Galtieri ratificó la disposición de “la Nación argentina en armas” a presentar batalla con todos sus medios disponibles.
Una marcha histórica en los días previos
El clima en el país era de crisis social y necesidades de cambios del rumbo económico y políticos urgentes. Miles de personas se movilizaron contra la dictadura el 30 de marzo de 1982 bajo una consigna clara: “Paz, pan y trabajo”. Varios historiadores la señalan como el principio del fin del gobierno de facto ya que se dio en distintos puntos del país.
Tres días antes del comienzo de la Guerra de Malvinas, una movilización histórica encabezada por el mítico sindicalista Saúl Ubaldini, tuvo lugar en la Plaza de Mayo que sería el epicentro de la represión y violencia policial. Las protestas se dieron también en Rosario, Mendoza, Neuquén y Mar del Plata.
En los alrededores de la Plaza los manifestantes se enfrentaron con la policía durante 6 horas y hubo más de mil detenidos y centenares de heridos. Sin embargo, la peor parte se la llevó un jubilado, quien murió como consecuencia de una bala disparada por la policía de Mendoza.
En una entrevista años después, Ubaldini decía: “La jornada más maravillosa para mí fue la del 30 de marzo de 1982, antes de Malvinas, cuando salimos a la calle y fuimos detenidos”.
Luego de esto, estaba claro que la Junta Militar necesitaba producir un hecho que le otorgara legitimidad, y a pesar de ya tener planeado la intervención en las Islas, estas movilizaciones apuraron la cuestión y días después se produjo el despliegue militar. El único camino que tenían para mantenerse en el Gobierno y revertir su imagen.