Crónica de una muerte anunciada sería la famosa frase que aplicaría al Golpe de Estado de 1976. Todes les actores implicados sabían que esto iba a ocurrir tarde o temprano. Los días de la democracia estaban contados: el gobierno y todes les actores polítiques gravitantes hicieron posible y, en definitiva, creíble el discurso periodístico en contra de la administración justicialista.
Lo cierto es que el golpe no sucedió de la noche a la mañana. Diferentes factores influyeron al descontento general, apoyados por la prensa escrita y dándole pie a las fuerzas armadas por accionar. La caótica situación del gobierno de Isabel Martínez de Perón era caracterizada por la inestabilidad económica provocada por la inflación constante, la denuncia sobre la corrupción administrativa, la gran desocupación y los sorpresivos cambios de ministros.
Varios expertos coinciden en que el principio del final se dio tras la muerte de Juan Domingo Perón, ya que allí se produjo un verdadero punto de inflexión en la historia argentina. La violencia escaló entre los grupos armados y el caos contribuyó al desorden del país.
Las últimas horas
El ministro de Defensa, José Deheza, quien llevaba apenas 12 días en el cargo, recibió en su despacho a los jefes de las tres Fuerzas Armadas: Jorge Rafael Videla, Eduardo Massera y Orlando Agosti. Según lo trascendido, el ministro les pidió a los militares que salieran a desmentir la posibilidad de un derrocamiento, pero se encontró con un expreso rechazo.
Según los medios de la época, les senadores y diputades entraban y salían del Palacio Legislativo retirando sus bienes. Esto sucedió el 23 de marzo de 1976. Isabel Martínez de Perón ya estaba advertida de lo que sucedería y no le quedaría más que esperar lo inevitable.
En medio de ese clima de tensión y nerviosismo, María Estela Martínez de Perón encabezó una última reunión de Gabinete para escuchar el informe de Deheza y luego se aprestó a salir rumbo a la Quinta de Olivos a bordo del helicóptero presidencial.
En la terminal aérea porteña la mandataria era esperada por el general José Villarreal, el almirante Pedro Santamaría y el brigadier Basilio Lami Dozo, encargados de detenerla y comunicar a los altos mandos de las Fuerzas Armadas que ya podían tomar por asalto la Casa Rosada.
La prensa y la NO noticia
Lo que estaba por suceder se sentía en el aire y también en la prensa escrita que advertía y “fogoneaba” el golpe al gobierno democrático de Isabel Martínez de Perón. La totalidad del cuarto poder argentino dio cuenta de la crisis a la que el gobierno justicialista no encontraba solución; sin embargo, nadie se animaba a blanquear su deseo del Golpe.
Por ejemplo, el Buenos Aires Herald advertía partiendo desde una sugestiva reflexión: “Para justificar un golpe podría argumentarse hoy, que el actual gobierno no es democrático. Casi seguramente, es aún representativo, aunque mucho de los votos que obtuvo, se han alejado. Pero por supuesto, los golpes no requieren justificación”.
La complicidad periodística con las fuerzas armadas se acrecentaba, los días previos el diario La Opinión ya comentaba rumores acerca de un posible golpe de estado: “Un oficial de la marina de alta graduación admitiendo que, en una semana antes del golpe, él había aprobado las pruebas de página de un suplemento de circulación masiva que se preparaba sobre las causas del derrocamiento de Isabel Perón”.
Si bien algunos diarios sostuvieron un discurso notoriamente golpista, otros optaron por estrategias que tendían al silencio editorial. Sin embargo, todos coincidieron en algo: no repudiar la ruptura del sistema constitucional.
“Nuevo Gobierno” tituló el diario Clarín la mañana del 24 de marzo, dando su apoyo total a la Junta Militar que inauguraba la dictadura más sangrienta que se recuerde en este país. A 47 años de los momentos más tristes y terroríficos del país: Nunca Más.